ALEXANDER
Miramos entre todos el vídeo que Brunella grabo y no puedo creerlo, todo se me viene abajo. Entonces Conrad patea las sillas haciéndolas volar.
– ¡MALDITA SEA! –las patea–. ¡TODO ES MI CULPA!
– Basta, Conrad –Carolina lo abraza–. Basta, basta.
– ¿¡QUE NO ENTIENDES!? –grita–. ¡NO SOY TU HERMANO! ¡SOY UN MALDITO WAYNE!
– ¡LO SABÍA! –le grita–. ¿¡CREES QUE NO LO SABIA!? ¿Crees que no escuche la conversación que tuviste con papá?. Pero eres mí hermano y te amo... Fuiste lo único que tuve por años, él único que me cuido cuando todo me salía mal.
– Perdón... –la abraza.
– Por Dios –dice Celeste–. Todo es mí culpa... Todo.
– No, es mí culpa –digo–. No fui capaz de detener a mí madre en un inicio.
– Tienes razón en eso –me dice Celeste–. Te lo dije y ahora Brunella está ahí... Luchando por metener su corazón latiendo.
– Fue mí culpa –dice Conrad–. Yo metí a la mujer que amo en esto cuando debí cuidarla.
– Ya no sirve de nada hacer eso –Adler toma la palabra–. Avísale a su familia en Argentina, Conrad. Deben saberlo.
– Yo no puedo hacer eso –dice Conrad llorando–. ¿Alguien más puede hacerlo?. Yo pagaré para que vengan aquí.
– Yo me encargo –dice Emiliano–. No te preocupes, amigo.
Emiliano se va, desde que se conocieron él y Conrad se hicieron buenos amigos. Todos se me está cayendo encima y no se que hacer. Al día siguiente veo a Celeste en la cafetería del hospital.
– Todo se está yendo cuesta abajo –le digo.
– Desde hace rato que esto pasa, Alexander –me dice–. Aún no han encontrado a Santiago ni a tu madre.
– Solo no se que pensar ahora –digo angustiado–. Ya no se que es verdad de mi vida... Ya no puedo más.
– Ni yo... Estoy tan pérdida –me dice–. Todo ha cambiado tanto.
– Lo ha hecho –digo y la miro–. Te haré una pregunta. Si es que algo me pasa... ¿Llorarías por mí?
– ¿Por qué preguntas eso? –me mira confundida.
– Solo... Responde eso –le digo.
– Muchas cosas pasaron y esas cosas que pasaron cambiaron mucho lo que sentía –me mira–. Pero no creo llorar por ti.
– ¿No lloraras? –le pregunto.
– No lo haré –me dice–. No lo haría.
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• UNA SEMANA DESPUÉS •
CONRAD
Una vez que me dijeron que arrestaron a Santiago, voy a la estación. Me siento frente a él apretando los puños.
– Lo lamento, muchacho –me dice.
– Confíe en ti, maldito desgraciado –lo miro con rabia–. Lo hice como un idiota.
– Todo lo que eres ahora, Conrad –baja la mirada y me mira–. Yo te lo enseñe.
– Tu me enseñaste todo lo que odio de mí –golpeo la mesa–. La mujer que amo lucha por su vida ahora... Por ¡TU CULPA, DESGRACIADO!
– Jamás quise que esto pasará –suspira–. Toda mí vida es una farsa.
– Ahora haz algo verdadero, antes de ir a prisión –le digo–. ¿Donde está la maldita de Arisa Wayne? ¿¡DONDE!?.
– No se –me responde.
– ¡DI LA VERDAD! –le gritó.
– ¡ES TODA LA VERDAD! –me responde–. No sé nada de ella más de lo que me cuenta. No sé dónde puede estar.
– Solo espero que te pudras en prisión –golpeo el escritorio–. ¡Eso es lo único que espero de ti!
– Hay algo más que debes saber... –me dice antes de irme.
– ¿Que cosa? –me pregunta–. Habla...
– Conozco a Arisa y se que no se irá de sus dominios –dice girandose hacia mí–. Al menos no hasta no dejar cabos sueltos.
– ¿De que estás hablando, Santiago? –pregunto.
– No se irá, Arisa no se irá... –sigue hablando–. No antes de desahacerse de todos lo que arruinaron su vida...
– ¿Que...? –me quedo helado–. Brunella...
– Irá por ella seguramente si es que no está haya ahora –me advierte–. Ve con ella.
– ¡Maldición! –salgo corriendo.
Mientras subo a mí auto y empiezo a conducir, tomo mí celular y llamo a mí hermana que está allá.
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📱 << – ¡Es Arisa, hermanan!. Irá por Brunella corre con ella – >>
📲 << – ¿De que estás hablando, hermano? – >>
📱 << – Irá matarla antes de huir!... ¡VE CON ELLA! – >>
📲 << – ¡MALDICIÓN!. No hay nadie con ella – >>
📱 << – ¡CORRE, CAROLINA! – >>
Ella me cuelga enseguida y yo aceleró rebasando autos para llegar más rápido.
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CELESTE
Estamos mí padre, Emiliano, Alexander y yo comiendo un poco antes de volver con Brunella. Aún no hay cambios en su estado de salud, sigue dormida.
– ¡OIGAN! –grita Carolina.
– ¿Que está pasando, cuñada? –le pregunto.
– Hay que regresar con Brunella. ¡Rápido! –dice asustada–. Arisa irá por ella.
Al escuchar eso salimos corriendo todos juntos rumbo a la habitación de Brunella. Subimos las escaleras ya que el ascensor estaba lleno de gente. Son minutos de pánico y terror, los escalones se hacen eternos.
Llegamos al piso y corremos por el pasillo. Abrimos la puerta de la habitación de Brunella... Ahí, con un arma en mano, Arisa vestida de enfermera.
– ¡ARISA! –grita mí padre–. ¡NO LO HAGAS!
– ¡CIERREN LA BOCA Y LE DISPARO! –dice ella–. ¡Ustedes arruinaron mí vida!
– Mamá... Basta, por favor –le súplica Alexander–. Ya hiciste mucho mal.