Ciudad Straighfield
Actualidad.
Siete meses pasaron desde que Sophia se separó de su hermano. Tiempo en el que no paró de investigar, de adecuar espacios y de preguntarse si de verdad estaba haciendo bien en seguir a lo que había dicho Matteo.
Ella pensaba que tal vez él pudo haberse equivocado. Las personas solían hacerlo. Pero también había que tener en cuenta que las personas normales no solían pensar así como Matteo lo hacía. No solían planear así como él. Y no solían percibir cosas que nadie más podía o que era muy difícil hacerlo.
Días después de lo que fue el funeral de Matteo, Sophia continuó con lo pactado. Se mudó al departamento que su padres les habían comprado para cuando fueran a la universidad. Con el suceso de su fallecimiento, el Señor y la Señora Smith acordaron permitir que Sophia se tomase un año libre antes de solicitar a una universidad. Pensaban que ella estaba pasando por un momento muy difícil y necesitaría tiempo para recuprarse.
Ella tardó pocas semanas en adecuar el departamento a su gusto. Lo que sí tardó unos cuantos días más fue el estrecho pasadiso que, con la ayuda de Ian y Douglas, logró hacer. Éste pasadiso no iba más que a un pequeño cuarto donde guardaba toda la información que su hermano le había pedido investigar antes de su partida. Tres computadoras portátiles y una pizzara llena de fotografías de personas importantes en su plan.
La entrada al pasadiso la cubrió con el gran ropero que ella tenía, de esa manera nadie más que ellos tres, Ian, Douglas y ella, sabrían lo que allí se encontraba.
De César...
Ella ya no supo mucho de él. O al menos eso es lo que él creía.
La muerte de Matteo le había pegado muy duro en el alma al pobre chico. Aunque en un principio hizo el intento de portarse fuerte frente a Sophia, llegó un punto en que ya no pudo más con la pena.
El sonido del timbre de llamada en el teléfono de Sophia resuena fuerte haciendo que ella deje de limpiar la barra de la cocina para ir a responder.
—¿Hola? —dijo respondiendo sin mirar la pantalla.
—Fase dos completada.
Era Ian.
Él se encargaba de vigilar los pasos de César desde la otra punta de la ciudad, que es a donde él se había marchado despues de terminar su relación con Sophia.
Si, ellos tuvieron algo mas que amistad. Su lazo se fortaleció por la perdida de Matteo, ella pensó que estar con César podría hacer su vida mejor y además no estaría sola. Él pensó que estando con ella, su tristeza acabaría. Ambos fueron ingenuos al creer que alguna de esas cosas iría bien.
—¿Lo viste?
—Justo ahora está entrando en una cabina de teléfono publico para llamarte. Cualquier cosa, te llamo después. —le dijo Ian en modo de despedida.
Sophia continuó limpiando la barra de la cocina mientras esperaba que la llamada de César entrara.
No tardó mucho pues en pocos minutos su teléfono estaba anunciando una nueva llamada.
Antes de responer se aclaró la garganta y despejó su mente.
— ¿Hola?
—Hola, soy César.
Ella sonrió triunfante. El plan no podía ir mejor.
—¿César? —preguntó fingiendo perpejlidad —Hace tanto que no sé de ti...
—Lo sé, no quise lastimarte. —suspiró él. Era cierto, nunca quiso dañarla ni herirla. Pero hubiera sido peor si se hubiera quedado, el daño habría sido mas grave y él no quería eso. No para ella. —Tambien sé que no debería llamarte pero sabes que yo no tengo a nadie más.
— ¿Qué sucede?
Él se debatió entre si decirle o dejarla fuera de eso. Para él, Sophia era el alma más pura en ese mundo. No cabe duda de cuán equivocada puede estar una persona cuando está cegado por el amor.
—Estoy metido en un lío. Necesito un lugar donde quedarme y no puedo ir a mi casa, llegarían ahí fácilmente...
—Puedes quedarte conmigo en el departamento. Ya sabes que hay una habitacion libre, la que iba a ser para Matteo.
Y aunque su intención no era la mejor, Sophia sí quería que él no sufriera ningún daño. Al menos no más del que ella estaba planeando hacerle. Y si la única forma de protegerlo de algo más era haciéndolo volver y tenerlo cerca entonces lo haría. Al precio que fuera. Así tuviera que enviarle a una bola de delincuentes a darle un buen susto. Tal como lo había hecho.
— ¿Harías eso por mí? —preguntó él sorprendido.
No creyó que después de haberla abandonado ella todavía quisiera saber algo de él. Definitvamente ella era muy buena entonces, demasiado buena para él.
—Ante todo siempre hemos sido amigos, dejando de lado lo que ocurrió entre los dos, haría cualquier cosa que necesites si se encuentra en mis manos lograrlo.
La conversación no duró mucho, máximo unos pocos minutos mas. Sophia le dio la dirección del departamento y César quedó en llegar al siguiente día por la mañana.
Después de terminar de limpiar el departamento, Sophia se dispuso a revisar en la alacena si hacían falta algunos artículos de despensa. Al vivir sola no neceitaba tener llena la alacena, teniendo una boca más en el sitio habría que comprar un poco más que comida. Miró su reloj en la pared para revisar si aún estaba a tiempo para hacer las compras con calma y fue rápido por su bolso y su teléfono.
Deseaba tener ya un auto con el cual moverse cuando ella lo necesitara y no tener que estar pidiendo un taxi por una aplicación o molestar a Douglas, quien vivía mas cerca de ella, para que la recogiera.
Después de tres tonos, Douglas respondió.
—¡Pero mira quién me vino a alegrar el día con su llamada! —dijo el chico con entusiasmo —Dime, ¿necesitas a tu chofer personal?
—¿Cómo lo supiste?
Douglas rió divertido.
— Es para lo único que me llamas, en realidad.
Claramente lo decía en broma, ella solía llamar a sus amigos cada que podía para saber de ellos. Pero eran más las veces en que necesitaba un chofer.