Capítulo 2: "Un aroma familiar"

Tras llegar al pueblo y ver aquellas casas decoradas y algunas familias caminando con sus bolsas de compras, hizo que a mi mente vinieran algunos recuerdos que yo trataba de mantener en mi mente, en estos estaban mis padres junto a mí decorando la casa para recibir la Navidad. El recuerdo que yo tenía de mi familia a pesar de los años era la de una familia unida, que amaba la Navidad, de una familia que, aunque no contaba con casa propia, a cada casa que alquilaba debido a los diferentes lugares de trabajo de papá, y nos tocara recibir la Navidad en esta, ella era decorada con mucho cariño para esta fecha. Pero había algo que más amaba de la Navidad, y eso era el delicioso chocolate caliente que mamá preparaba para esa fecha, un chocolate aroma tan cálido que, a pesar de los años, yo no había podido olvidar, un chocolate con un aroma especial, el aroma de mi familia, así decía mamá, y tal vez era así, pues nunca pude oler un aroma igual tras la última taza de chocolate que compartí con ella, y si bien no volví a tomar chocolate en Navidad, debido a mi nueva vida que a las justas me alcanzaba para compartir una taza de té con una rebanada de pan en esta fecha, si pude oler el aroma del mismo cada vez que pasaba por alguna casa en este mes de Navidad, como era el día de hoy.

—«Tal vez cada familia tenga su propio aroma de Navidad» — pensé tras percibir aquel olor a chocolate que tanto me fascinaba.

De repente un olor que no había podido sacar de mi memoria olfativa llego a mi nariz, haciendo que yo por instinto cierre mis ojos para percibir mejor el mismo.

—¡Mamá! — dije en voz baja. Si, era el aroma del chocolate de mamá, si, sin duda era muy parecido a este, aunque yo bien sabía que no podía ser el mismo, mamá estaba muerta, por lo tanto, era una casualidad, si, era una casualidad.

Guiado por mi curiosidad, me olvidé por un momento del verdadero motivo por el cuál había ido al pueblo, y decidí seguir aquel aroma. Tras varios minutos de camino llegue a una modesta casita, de tejado rojo a dos caídas y una chimenea que en ese momento por el humo que salía de la misma y el frio que hacía, de hecho, estaban usando.

Con sigilo camine hacia la ventana de casa, conforme me acercaba más a esta, el aroma se hacía más presente trayendo a mi mente aquellos recuerdos de algunas navidades junto a mis padres.

Luego de algunos minutos ya estuve junto a la ventana, la cual curiosamente era la ventana de la cocina y estaba abierta.

—«Sí el olor provenía de esta casa» — pensé, tras sentir más presente el aroma.

Pero sumado a ese aroma aparecieron otros agradables olores, haciendo que mi mirada buscara el lugar de donde provenían los mismos hasta que pude encontrarlo. Sobre una pequeña mesa de aspecto alargado, se encontraba un plato, sobre estas galletas de diversas formas y colores. De repente una cálida voz hizo que mi piel se erizará.

—Rigoberto, ¿estás allí?, escuche, seguido de un maullido, y el sonido de unas ollas. ¡Rigoberto! cuántas veces te he dicho, qué a la cocina, ¡no! — acotaba aquella cálida voz, mientras yo sentía unos pasos entrar al lugar, al tiempo que un gato blanco un tanto regordete salto por la ventana, dando a dar directamente a mis brazos. Rigoberto, no te escondas, ¡por favor! añadía la voz, mientras yo dude en si soltar al gato que estaba dándome de arañazos o entregársela a su dueña, después de todo aunque no era un gato de raza, algunas monedas podría conseguir por este si lo llegaba a vender,...

De repente pude ver a la dueña de la voz, era una niña castaña, de contextura media, pero había algo en su mirada que llamo mi atención, esta estaba fija hacia un solo punto, ¿Por qué?, no lo note bien en un principio, luego comprendí que ella no podía ver.

—Rigoberto, si vienes a mis brazos, te daré alguna de las galletas que acabo de hornear — pronunció la joven invidente, mientras yo no hacía más que observarla, al tiempo que el gato empezó a maullar.