El arte de amar.

capitulo 17

IAN

. Casi nunca era un hombre temperamental, nunca mejor dicho, por ello, no pude evitar querer volarme la cabeza al recordar la manera tan frívola y cruel como le hablé a Isabella.

Necesitaba tranquilizarme y dejar fluir todo, realmente era necesario que volviera a mi yo calmado para así, poder hablar con ella y dejarle saber que nada de lo que había dicho era realmente verdad.

¿Cómo podía haberle hablado así a ella? ¿Como pude?

Esas eran las preguntas que rondaba en mi cabeza mientras conducía hacia Cornely... ¿Como puede? ¿De verdad ella se merecía mi mierda? ¿Lo hacía?

No, la respuesta definitivamente sería no. Isabella era la chica más fuerte, pero al mismo tiempo más consentida que conocía, sabía que con ella debía ir despacio porque cualquier cosa la rompía y la dejaba totalmente devastada, ella se encontraba tan herida que con tan solo una mala palabra la podía herir fuertemente sin marchas atrás...

Y justo eso había hecho.

La había herido.

Cerrando los ojos y tragando fuertemente, marqué su número con impaciencia, yo necesitaba escuchar su voz, necesitaba hablar con ella y hacerle entender que todo lo que había dicho había sido producto de la rabia, una rabia que en ningún momento mereció ser dirigida hacia ella.

Fue en serio cuando dije que no podía abandonar a Ágatha, necesitaba ayudarla porque en algún momento yo también deseé que alguien velara por mí, pero entre ella y Isabella, siempre iba a estar Is, porque ella era mi salvación, era mi vida y yo la amaba... Así de simple y sencillo.

Lo que sentía por la castaña era algo fraternal o eso quería decirme a mí mismo, Ágatha había sufrido demasiado con la perdida de mi hermano y su bebé, que al final solo quedó sola y deshecha, ella necesitaba apoyarse en mí para poder seguir con su vida, constantemente necesitaba un bastón que no la dejara caer y bueno, yo haría eso y más por ella, lo haría porque no la quería ver mal, porque no merecía dolor y, sobre todo, porque necesitaba superar la muerte de Alex.

Estaba tan absorto en mis mierdas, que ni siquiera me sorprendí cuando me acepté a mí mismo que realmente si amaba a Isabella, lo hacía de una manera que constantemente me dejaba sin aliento. El amor no debería matar, pero el de Isabella no podía darme algo tan básico como la vida, más bien, al final, su amor solo me ofrecería algo tan sobrenatural y perfecto como la muerte.

La muerte de mis miedos e inseguridades.

Isabella no respondió ninguna de mis llamadas y supe que debía darle tiempo para que se calmara, cuando Is estaba molesta, era tan imprudente, grosera y sarcástica que lo mejor era dejarla respirar y al final, simplemente alejarse un poco, pero la mirada que me había dado seguía grabada en mi mente con puño firme, ella me observó dolida como si yo la hubiera abofeteado o incluso algo peor: Como si yo la hubiera traicionado.

Yo juré jamás hacerle daño, lo juré... ¿Por qué era tan falso?

—Mierda —volví a gruñir desesperado sin saber qué hacer con su silencio y ausencia.

Sabía que debía encontrar algún método para arreglar las cosas con ella, pero conociendo a Isabella, estaba muy claro que eso no sería del todo posible, no con el carácter tan fuerte que tenía ella.

La había jodido a lo grande.

Dejando mal estacionado el jeep en la entrada de Cornely, bajé automáticamente casi de manera robótica, ignoré a todo mundo dentro del bar, incluso a Kenji y me dirigí a mi oficina queriendo desaparecer por un rato de todo caos y estrés.

Ágatha continuó llamando, pero yo decidí ignorar su necesidad, en ese momento ya no podía enforcarme en ella, no cuando yo le había hecho tanto daño a Isabella.

 

No sé cuánto tiempo transcurrido realmente, yo lo sé que me quedé ahí encerrado bebiendo un poco de licor fuerte, continué intentando llamar a la pelirroja, aun así, todo aquello fue en vano porque claramente no quería saber nada de mí en ese momento.

Después de un tiempo determinado comencé a escuchar golpes en la puerta de la oficina, los ignoré apropósito y me dije a mi mismo que si no lograba hablar con Isabella dentro de al menos una hora, yo realmente iba a perder toda mi mierda.

La amaba, no había metido, realmente lo hacía y era por ello por lo que estaba tan desesperadamente mal.

Tenía miedo de que ella se volviera a ir como la última vez, después de la muerte de Alex me sentí tan solo, que incluso comencé a temerle a la soledad, era por ello por lo que siempre buscaba alguna excusa para estar rodeado de personas sin importar si eran o no buena influencia... Por esa razón siempre estaba con Diego o Kenji, la presencia de ellos lograba calmar la soledad dentro de mí, aun así, con Isabella era totalmente diferente, y si ella se iba, se iba a llevar todo, incluido mi inseguro e inestable corazón.

—Ian, abre la puerta —escuché la voz de Agatha desde el otro lado. 

No estaba seguro cuánto tiempo había pasado, pero sabía que ahora estaba lloviendo más fuerte y el cielo estaba más oscuro, entendía que ya era tiempo de ir a casa, hablar con Isabella y de alguna manera hacerle entender que todo había sido una estupidez y que jamás quise hablarle de esa manera.

No cuando la amaba como lo hacía...

Cuando ella me había dicho "Te amo" esa misma tarde, estuve a punto de asegurarle que también la amaba y que lo nuestro era realmente reciproco sin lugar a duda, sin embargo, no logré decir mucho porque la llamada de la castaña llegó a mí y como siempre, tuve la urgente necesidad de querer ayudarla.

—¡Abre la maldita puerta, Ian! —Gritó Agatha molesta desde afuera —¡Necesito hablar contigo!

Llamé por última vez al móvil de Is, pero el mismo resultado llegó a mí, el maldito buzón de voz.

No podía esperar más, ya le había dado tiempo para que se calmara, era momento de que habláramos, debíamos hacerlo. Así que tomando mi chaqueta y bebiéndome la última copa de Wisky, decidí abandonar la oficina e ir directo al apartamento, cuando abrí la puerta me topé de frente con una Ágatha llorosamente molesta.




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