El arte de amar.

Capítulo 23

Cuando desperté finalmente, lo primero que llegó a mi mente fue todo lo que había pasado con Ian, recordé sus palabras, su toque y su presencia tan abrasadora y embelesante.

 

Si cerraba los ojos podía asegurar que aún sentía los labios de él besando suavemente el tatuaje de mariposa que había en mi hombro, de hecho, todavía era capaz de recordar sus palabras y promesas, no podía olvidarlas jamás; él decía que estaba ahí y aquí conmigo, y deseaba que aquello fuera para siempre.

 

Dejando atrás mi culpabilidad por todo lo que había pasado el día anterior con mi padre, me paré de la cama ansiosamente queriendo organizarme para poder salir del lugar, necesitaba saber cómo estaba Dash y también deseaba encontrarme con el hecho de que Ian seguía cerca, yo lo quería conmigo, lo necesitaba y no quería que se fuera lejos, era muy cierto que mi mente no lo recordaba del todo, aún así, mi corazón y alma sentían una gran familiaridad por su persona, un gran amor que era más grande que la confusión y dolor que existía dentro de mí.

 

Porque si, cada que veía a Ian sentía un dolor inexplicable, sin embargo, estaba dispuesta a dejar aquello atrás y centrarme en cosas buenas, maravillas que él me hacía sentir.

 

Tomé una ducha relativamente corta, me organicé deprisa y era tanto mi afán, que ni siquiera sequé mi cabello, yo simplemente estaba desesperada por salir de mi habitación y eso fue lo que hice. 

 

En el segundo piso de la casa no vi o escuché a nadie, estaba por gritar por Blake, sin embargo, no llegué muy lejos porque el timbre de la casa sonó inesperadamente llamando mi atención, bajé las escaleras con una gran sonrisa en los labios, pensando que quizá sería Ian, tal vez el pelinegro se había ido tarde en la noche y estaba volviendo en ese momento para verme, siendo sincera, cuando abrí la puerta de verdad pensé que era él, realmente lo creí.... Pero entonces, estaba muy equivocada, no venía el amor, venía el caos.

 

Todo me dolió con fuerza, porque justo cuando abrí la puerta y me centré en los ojos azules que me estaban viendo desde afuera, sentí como todo dentro de mi se removía brutalmente haciéndome sentir incómoda y muy dolida.

 

Las hermosas facciones de ella se me hicieron tan conocidas, que me quedé sin habla en ese mismo instante:

 

—Isabella —me saludó la mujer en voz baja y detecté un poco de acento en su voz.

 

Evité estremecerme mientras mis ojos la recorrían, podía decir que ella era una de las mujeres más hermosas que había visto alguna vez, su cabello, su rostro e incluso su cuerpo era espectacular, y a pesar de que yo nunca había sido una mujer insegura, ella me hizo sentir menos con solo haber dicho mi nombre.

 

—Isabella Gibson —sonrió brevemente y ladeó un poco la cabeza— que gusto es verte.

 

Mi corazón en ese momento comenzó a latir más rápido.

 

—¿Uhm... ¿Te conozco?

 

La pregunta quizá le pareció graciosa, porque ella sonrió burlonamente, su risa logró irritarme un poco.

 

—Así que es cierto. No recuerdas nada.

 

Quería golpearla, esa sensación violenta estaba naciendo dentro de mi y realmente no me sorprendió mucho, yo normalmente siempre quería golpear a medio mundo.

 

—Lo que se ve no se pregunta, es claro que no logro recordar muchas cosas —respondí— ¿Qué quieres? ¿Quien eres?

 

Ella me daba mala espina, su mirada burlona y llena de secretos me hizo sentir incómoda.

 

—Si me preguntas que quiero yo, podría decir que una sola cosa. Aún así, no solo estoy aquí por eso, vengo a darte una ayudita.

 

Sus ojos azules se veían tan vacíos de emoción, que incluso me sorprendió a mí su fría rudeza.

 

—¿Que quieres? —repetí apoyándome contra la puerta.

 

—Quiero que dejes de interferir en mi vida y en la de él, quiero que des un paso atrás y dejes de hostigarlo.

 

No sabía que decir, solo la pude mirar en absoluto silencio.

 

—No te hagas la que no entiende, eres una mantenida regalada —me gruñó— y si crees que vas a arruinar mi historia con Ian, estás muy equivocada, jodidamente lo estás.

 

Al escuchar el nombre del pelinegro sentí como todo se removía dentro de mí, mi corazón ardió e incluso mi mente dolió.

 

—No hay necesidad de ser una completa perra con alguien que no recuerda —traté de recuperarme de la conmoción que me creó sus palabras— Como dije antes, no sé de que me hablas, yo no he arruinado ni hostigado a nadie.

 

La chica se veía fríamente divertida.

 

—¿No sabes de qué hablo? —enarcó una de sus perfectas cejas —descuida, yo puedo ponerte entonces al día.

 

—Mira ahora no quiero hablar con nadie, no sé quién eres, pero...

 

Ella me interrumpió.

 

—Soy quien te va a ayudar a recordar, lo haré por ti.

 

Si esperar otra palabra mía e ignorando totalmente mi deseo de que se fuera, ella simplemente comenzó a hablar.

 

La castaña habló sobre un bar, sobre una fiesta, sobre el apartamento de Ian, sobre un bebé, sobre ella y sobre una noche lluviosa. 

 

—Él te dio un trabajo y un hogar, aún así, ¿que le tuviste que dar tú a cambio? —sonrió con maldad— ¿En cuánto te vendiste?

 

Mi cabeza comenzó a doler mientras las palabras de ella llegaban con más puntualidad a mí.

 

—Veo que tu fachada de niña consentida logró embaucarlo, llegaste para quitarme lo que era mío y... ¿Te encantó no?

 

—Mira lo mejor es que te vayas —mi voz era baja— no sé qué te pasa, pero la verdad es que no quiero oírte más.

 

—Pues te jodes —gruñó—. Eres tan asquerosamente interesada, que ni siquiera te importó saber cosas oscuras de él, aceptaste que estuvo en la cárcel por asesinato y seguiste ahí porque eres una estúpida muerta de hambre. ¿Lo eres aún no?




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