El deseo de Emma

4 | Nosotros no somos nada

Samantha miró su plato. El doctor le pidió comer saludable. Mucha proteína y vegetales, y de solo ver el pollo se le revolvió el estómago. Quería una pizza de doble queso con anchoas, y quizás un poco de mayonesa y kétchup. Se le hacía agua la boca pensando en eso, y empujó el pollo al centro de la mesa, al tiempo que Paige, solo por ser buena amiga, comía lo mismo que ella.

Sam había estado irritable desde su visita con Roy. Paige no quiso hablar mucho al respecto. Le dio su espacio. No quiso decirle que estaba actuando mal al no dejarlo participar de la vida de su hijo. Ese bebé lo hicieron los dos, y los dos merecían verlo siempre.

—¿Así que te pidió que te mudaras con él? —preguntó Paige.

Samantha abrió la botella de agua.

—Esta loco.

—Es un padre, todos están locos —respondió Paige cuando achinó los ojos para verla mejor. Su amiga había cambiado. El vientre no le había crecido, pero la veía diferente. No sabía si era el brillo del embarazo, o la rabia por Roy—. Además, quiere ver como te crece la panza, estar contigo, con el bebé, no le veo lo malo.

Samantha la miró con rostro de pocos amigos.

—¿Me corres de tu casa?

—¡Claro que no! Pero, quieras o no, es el padre del bebé, y quiere estar a tu lado en esto, quiere ser parte —dijo moviendo las manos en el aire para recalcarlo—. No puedes negarle eso.

Samantha terminó de beber su agua y tiró la botella en la mesa. Estaba más irritable, tanto que ni ella misma se soportaba. Ese embarazo le pegó horrible, mientras Paige lucía lozana y hermosa. La odiaba por ello, porque ella cogía mientras Sam vomitaba. Lo que si cambió mucho entre ellas fue que Paige comenzó a ver las cosas de otro modo, y en lugar de ser la amiga loca, se preocupaba genuinamente por ella y el bebé, y comenzó a pensar como una tía responsable, tanto que pensaba en remodelar el apartamento.

—¿Cuándo te volviste la adulta de la amistad?

Paige sonrió.

—A veces soy una persona sabia.

Paige era su ancla en ese momento, y aunque le gustaba que estuviera con ella, tenía un punto. Roy era el padre del bebé, era el que debía estar a su lado siempre, y él pensaba lo mismo. Esperó un par de días para que ella pensara bien su oferta, y cuando la encontró en el estacionamiento una tarde, la alcanzó.

—Sam, Sam —llamó.

Ella sacó las llaves del bolso.

—Te dije que no quiero que me hables en el trabajo.

—Estamos en el estacionamiento, y quería saber si pensaste lo que te propuse —comentó—. ¿Vendrás a vivir conmigo?

Samantha abrió la puerta del auto y se recostó de la ventanilla. Lo pensó mucho en la cama y el baño. Lo habló con la mini Samantha interna y también con Paige, y concluyó que eso no estaba bien. Esa fue una noche loca, no el comienzo de un matrimonio. Vivir con él era igual de preso que estar casado.

—Lo pensé, pero no sé si es correcto. Quiero decir, ¿te imaginas viviendo juntos? No quiero saber de que color son tus calcetines, o si remojas tu cereal en jugo de naranja. Nada de eso me importa, y sé que si vivimos juntos comenzará a importarme y tendré curiosidad de si tus bóxeres tienen huecos, y no me importa.

Roy alzó las cejas y suspiró.

—Para no importarte, piensas mucho en eso.

Samantha apretó sus labios en una línea fina.

—No me mudaré contigo —respondió—. Esto es loco.

Roy suponía que ella no aceptaría, por lo que no lo tomó mal.

—Bien, pero si quisiera que me informaras cuando tengas tu siguiente consulta —dijo emocionado por el bebé—. Quiero verlo.

Sam se tocó la parte interna de la boca con la lengua. 0

—Esta muy chiquito, aun no se ve.

—Entonces escucharlo —dijo y Samantha vio como sus ojitos brillaban. No parecía el mismo hombre asustadizo que casi se emborrachó cuando se enteró que sería padre. Evolucionó bastante bien—. Leí que puedo ver su corazón latir, y escucharlo.

Roy amplió su sonrisa.

—Sam, quiero escuchar a mi hijo.

Samantha lo miró. Vio su sonrisa genuina, su fascinación por el embarazo y por ser parte de ello. Sintió la emoción en sus palabras, la gentileza en su trato. Roy era un hombre impresionante, pero ella no podía dejar que eso la deslumbrara y no pensara bien.

—Te diré, claro, lo haré —dijo carraspeando.

Roy se alejó retrocediendo hacia su motocicleta.

—Mientras tanto leeré todo lo que pueda. Quiero estar preparado para cuando el bebé nazca.

—Bien.

Roy agitó la mano y se despidió de ella con una sonrisa.

—Te veo luego.

Samantha suspiró.

—Ok —dijo también subiendo a su auto.

No sabía a ciencia cierta lo que le sucedía con él. Era como si no fuese ella misma, como si se tratase de otra persona cuando él estaba cerca. Desconocía porque tenía esos sentimientos hacia él, pero cuando subió al auto y esperó por Paige, solo pensó en eso que evitó pensar esos dos meses. Evitó pensar en esa noche que lo cambió todo, porque aun viéndolo, no quería creer que hubiese cambiado. Roy era muy diferente a ella, y así debía permanecer.




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