La figura encapuchada se acercó lentamente, cada paso resonando en el vacío de la estación. Clara intentó enfocar sus pensamientos, pero la incertidumbre nublaba su mente. ¿Quién era esta persona? ¿Qué quería? Algo dentro de ella sentía que, al fin, estaba a punto de obtener respuestas, pero al mismo tiempo, ese mismo algo le susurraba que las respuestas no serían fáciles.
La figura levantó la mano, haciendo un gesto en el aire como si intentara atrapar algo invisible. La atmósfera se cargó con electricidad estática, el aire vibraba con una intensidad inusual. A medida que la figura se acercaba más, Clara vio que no era una persona normal. Su silueta parecía distorsionarse, como si no fuera completamente real.
—¿Quién eres? —preguntó Clara, sin poder contener la tensión en su voz.
La figura no respondió de inmediato. En su lugar, levantó la capucha, dejando al descubierto un rostro que Clara nunca había visto antes, pero que de alguna manera le resultaba familiar. Era joven, de facciones suaves, pero sus ojos, grandes y vacíos, eran lo único que realmente captaba la atención. Los ojos no eran humanos. Eran oscuros, como pozos de desesperación, pero al mismo tiempo, poseían una extraña sabiduría.
—No soy quien crees que soy —respondió la figura, con una voz que vibraba como un eco distante. Las palabras parecían no provenir de su boca, sino de algún lugar más profundo, más lejano. Un lugar donde las leyes de la realidad no existían—. Soy el guardián de los secretos, la puerta que se abre cuando todo lo demás se cierra.
Clara sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. ¿El guardián de los secretos? Eso solo podía significar una cosa: esta figura sabía más de lo que ella podría imaginar. Sabía lo que la Voz quería de ella, lo que la había estado arrastrando hacia este lugar.
—¿Qué secretos? —preguntó Clara, casi incapaz de articular las palabras. Sus ojos no podían apartarse de esa figura, pero también quería saber qué estaba pasando.
La figura no sonrió. En su rostro no había emoción, solo una calma inquietante.
—La Voz tiene su propio plan. Y tú, Clara, eres una pieza fundamental de ese plan. Cada movimiento que has hecho hasta ahora ha sido dirigido, cada decisión que tomaste te ha acercado a este momento.
Lucas se adelantó, su rostro tenso.
—¿Entonces la Voz está controlando todo esto? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su tono denotaba desesperación.
La figura asintió lentamente.
—La Voz es más antigua de lo que puedan imaginar. No se trata solo de lo que ocurre en este momento. Se trata de lo que ha ocurrido durante siglos. Tú, Clara, eres una de las claves. Un destino que se entrelaza con algo mucho más grande, algo que no puede ser detenido. Pero tú tienes una opción: continuar en el juego o… quedarte atrás.
Clara sintió un peso abrumador en sus hombros. ¿Cómo podía ser esto posible? Durante años, había vivido su vida sin saber nada de este juego oscuro, sin sospechar que estaba atrapada en algo mucho más grande de lo que podía imaginar.
—¿Por qué yo? —preguntó Clara, incapaz de contener su frustración—. ¿Por qué tengo que ser parte de esto?
La figura no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un paso atrás y apuntó hacia un tren que se aproximaba en la distancia. El tren parecía llegar desde ninguna parte, su silueta completamente oscura, como si se moviera a través de la niebla.
—Todo comienza aquí, Clara. La Voz te ha llevado hasta este punto, pero ahora eres tú quien decidirá. El tren está a punto de partir. Tienes que tomar la decisión.
Clara miró a Lucas, que se mantenía cerca, pero con un aire de incertidumbre en su rostro. ¿Subir al tren? ¿Dónde llevaría ese tren? No podía saberlo, pero algo dentro de ella le decía que debía hacerlo. El futuro de ella y de los demás dependía de esta decisión. No podía escapar ahora.
El tren se detuvo frente a ellos con un sonido sordo, casi como si fuera una sombra materializándose en la estación. La puerta del vagón se abrió de manera silenciosa, invitándolos a entrar.
—No hay vuelta atrás —dijo la figura encapuchada, con una mirada fija en Clara—. Una vez que subas, ya nada será lo mismo. La Voz tiene sus propios motivos. ¿Estás dispuesta a enfrentarlos?
Clara respiró profundamente. El miedo estaba ahí, claro y palpable, pero también había algo más: una creciente sensación de que ya no había más opciones. Era ahora o nunca.
—Voy a hacerlo —dijo Clara, con determinación—. Si esto es lo que tengo que hacer, lo haré.
Lucas la miró, la preocupación en su rostro aún palpable, pero finalmente asintió.
—No estás sola en esto. Vamos.
Ambos se dirigieron hacia la puerta del tren. Al entrar, una sensación de frío recorrió sus cuerpos. Era como si el aire dentro del tren estuviera cargado de energía, como si estuvieran cruzando a otro plano, a otro mundo. Los asientos estaban vacíos, pero Clara pudo sentir una presencia, una energía pulsante en el aire. Algo las observaba.
La puerta se cerró de golpe, y el tren comenzó a moverse, desapareciendo en la oscuridad.
De repente, una voz se oyó en la cabina del tren. Clara se giró rápidamente, pero no vio a nadie.
—Bienvenida, Clara —dijo la voz, suave y retumbante a la vez—. Has hecho lo correcto. La historia de la Voz está a punto de ser revelada, pero no te equivoques, todavía hay mucho por descubrir. Y no todos los secretos querrás conocer.