Clara se acercó lentamente al altar, sus pies casi flotando sobre el suelo. El aire a su alrededor estaba cargado de electricidad, como si el templo mismo estuviera esperando su decisión. La mujer observaba en silencio, pero Clara podía sentir la tensión en el ambiente. Las palabras de la mujer aún resonaban en su mente: "El poder no puede ser detenido."
¿Qué significaba eso? ¿Realmente debía tomar el control de la Voz? ¿Ser la Voz? La idea de hacerlo la aterraba, pero también había algo en ella que la llamaba, algo profundo, casi primitivo, que le decía que este era su destino. Había llegado hasta aquí, había recorrido un largo camino. ¿Cómo podría dar un paso atrás?
Lucas se acercó a ella, pero no dijo nada. Clara lo miró brevemente y vio en sus ojos la misma incertidumbre que sentía ella. Estaba tan atrapado en este juego como ella, pero su presencia le daba fuerzas. No estaba sola, aunque todo parecía indicar lo contrario.
La mujer dio un paso hacia el altar, su mirada fija en Clara.
—Este altar no solo es un lugar de poder, Clara. Es un umbral. Al cruzarlo, algo en ti cambiará. No habrá vuelta atrás. El poder que te ofrece la Voz no es solo para cambiar el destino de aquellos a tu alrededor, sino también el tuyo propio. Serás otra persona, alguien que ya no será reconocible por quienes te conocieron. Pero ese cambio es el precio del poder.
Clara cerró los ojos por un momento, tratando de entender lo que la mujer estaba diciendo. ¿Podría soportarlo? ¿Podría soportar la transformación que se avecinaba?
Un susurro recorrió la sala, como si la Voz misma estuviera cerca, como si se estuviera manifestando a través de las paredes, pidiéndole que tomara su lugar.
—¿Qué pasará si elijo no tomar el poder? —preguntó Clara, aún sin girarse hacia la mujer. Su voz sonaba más firme de lo que se sentía en su interior.
La respuesta llegó sin titubeos.
—Si no tomas el poder, alguien más lo hará. Y esa persona no será tan amable como tú. El poder que la Voz ofrece es insaciable, Clara. Si no lo tomas, alguien con menos escrúpulos lo hará, y ese alguien no tendrá límites. No habrá piedad. El mundo tal como lo conoces cambiará, y tú serás una sombra de lo que pudiste haber sido.
El aire parecía volverse más denso, como si cada palabra que la mujer pronunciaba pesara sobre Clara con más fuerza. Los recuerdos de todo lo que había vivido hasta ese momento volvieron a su mente: la primera llamada a las 3:33, el tren, el encuentro con la figura encapuchada, y ahora, este lugar, este altar. Todo parecía haber sido planeado desde el principio, como si ella fuera una pieza en un tablero de ajedrez, incapaz de escapar de su destino.
El eco de la Voz aumentó, como si estuviera dentro de su cabeza, susurrándole, empujándola a tomar la decisión. ¿Sería tan fácil dejar que alguien más ocupara su lugar? ¿O debía ser ella quien tomara las riendas y enfrentara lo que fuera que viniera con ello?
Finalmente, Clara dio un paso hacia el altar, sus dedos rozando la piedra fría. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, pero no retrocedió. Sabía lo que debía hacer, aunque la incertidumbre seguía latente en su interior. La Voz la había elegido a ella, y no podía ignorarlo más. Aunque no entendiera completamente lo que eso significaba, ya no podía dar marcha atrás.
La mujer asintió, como si ya supiera lo que Clara había decidido.
—Bien. Has tomado la decisión correcta. Ahora, debes enfrentar lo que viene.
Con un gesto de su mano, la mujer señaló los símbolos tallados en la piedra. Los círculos de piedra comenzaron a brillar, emitiendo una luz dorada que iluminó toda la sala. Clara sintió una ola de calor recorrer su cuerpo, como si el poder mismo de la Voz estuviera fluyendo hacia ella.
A medida que la luz se intensificaba, Clara cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo se llenaba de una energía desconocida. Un dolor agudo atravesó su pecho, y por un momento pensó que no podría soportarlo. Pero la necesidad de poder, de control, la empujaba hacia adelante.
—Acepta lo que eres —susurró la mujer, sus palabras llenas de un misterio antiguo—. Acepta el poder que la Voz te ofrece. Solo así podrás cambiar el destino que has visto. Solo así podrás salvar a aquellos que amas.
Clara sintió una sacudida final, y de repente, la sala pareció desvanecerse. El altar, la mujer, Lucas, todo se desvaneció en un destello cegador.
Cuando abrió los ojos, ya no estaba en el templo. Estaba de pie en un lugar que no reconocía. Un paisaje desolado se extendía ante ella, una ciudad arrasada, sus edificios desmoronados y cubiertos de ceniza. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, como si la tormenta nunca hubiera dejado de rondar.
Pero Clara ya no sentía miedo. El dolor se había desvanecido, y algo dentro de ella había cambiado. Ahora, sabía que controlaba algo más grande que ella misma, algo que había estado esperando ser liberado. La Voz no era solo un eco en su mente, era parte de ella, y ahora, ella era parte de ella.
En su interior, la Voz susurró, cálida y poderosa.
—Es solo el principio.