La Maldición de la Luna

Capítulo 8

LOS OJOS DE WILLIAM TENÍAN EL MISMO OSCURO TONO DE SU CABELLO, NEGRO, su cabello era tan oscuro que con los reflejos de la luz que se fugaban entre los ventanales y cortinas parecía tener destellos azules, durante la noche debía ser complicado apreciar el sitio donde su cabello terminaba y la espesura de la noche comenzaba, Ayla pudo darse cuenta de eso desde el momento en el que estuvo de pie justo frente a él.

Él era demasiado alto, tanto que Ayla se lastimaría el cuello si lo miraba muy frecuentemente, no había notado ese pequeño destello en su mirada cuando la veía, no había notado esa mirada de puro anhelo y no había notado que ella misma estaba ansiosa por deslizar su mano entre los mechones de cabello de William.

Ella también lo anhelaba a él con tanta intensidad que dolía un poco, pero no iba a admitirlo ni a aceptarlo porque sabía que era la Luna la única culpable de que su corazón latiera con tanta fuerza y velocidad, incluso se preguntó si William sería capaz de escuchar sus latidos, pues ella tenía la sensación de que eran tan fuertes y sonoros que el mundo entero podía oírlos.

—Hola —dijo, en respuesta, sonaba tan extrañado y confundido que Ayla temió que se hubiera dado cuenta tan rápido de su falta de racionalidad ocasional, después cuando él abrió la boca vacilando como si quisiera decir algo pero no estuviera seguro de hacerlo ella consideró interrumpirlo—. Lamento lo de Allison.

Fue incómodo pensar que su nombre no era Allie pues eso significaba que ellos se conocían desde hace mucho tiempo y tenían la confianza como para tener apodos entre ellos, y Ayla no estaba celosa, simplemente le dolía que fuera por nada más que su culpa que la relación entre ellos dos se hubiera quebrado como porcelana en pedazos.

Ella jamás quiso ser la culpable de romper una relación, era el sueño de toda chiquilla adolescente enamorada de la idea de la popularidad poder destruir una pareja pero ella jamás lo había querido, y allí estaba, como un suceso que jamás había deseado y que la hacía sentir terriblemente culpable.

—No pasa nada, no creo que haya sido tu culpa, y creo que lamento lo que sucedió por ella más de lo que tú lamentas eso por mí.

William no comprendió en absoluto, acababa de intercambiar apenas algunas palabras con ella y ya podía decir que era realmente extraña, no podía entender como la Luna la había elegido a ella entre todas las personas para ser su compañera, pero vaya que no lo reprochaba, ella era hermosa, la chica más hermosamente extraña que había conocido en toda su larga vida.

—Será mejor que me vaya, Nathaniel debe estar esperándome —murmuró con pesadez Eleonor, pero igual su voz retumbó en cada rincón de la sala y fue oída por todos—. Adiós Ayla, te visitaré.

Las manos de Eleonor sujetaron con cuidado los brazos de Ayla, justo antes de envolverla en un apretado y tenso abrazo que de haber sido solo un poco más fuerte le habría quitado la respiración de golpe. Ayla podría haber objetado algo pero decidió no hacerlo al ver su mirada, esa clara expresión que delataba sus deseos de hacer algo de lo que después se arrepentiría, como atestarle un puñetazo a William quizá.

Ayla tenía un nudo en la garganta y un creciente malestar en su estómago, el pánico adolescente que nunca tuvo que sufrir ahora la asfixiaba, pero era comprensible, no se enfrentaba a una escuela nueva sino a un hombre lobo que contaban era cruel y un despiadado asesino, aunque también contaban que no le haría daño a ella.

Con un anhelo exagerado miró al pie de la escalera, pero Vera ya no estaba allí, sino que se había escabullido hacia las cocinas al terminar la pelea de Allison y William con toda la intención de cuchichear un rato acerca del escandaloso hecho de que su alfa con novia hubiera encontrado finalmente a su alma gemela.

¿Por qué nadie se había tomado la molestia de contarle que William tenía una novia? ¿Por qué nadie le avisó que se sentiría horrible cuando fuera ella quien destruyera una promesa de amor sin siquiera quererlo? Si estaba mal cuando un hombre dejaba a su esposa por su amante, ¿cómo no estaría mal que ella llegase a un lugar que no conocía, sin un motivo que ella supiera, rompiendo un corazón solo por una mala jugada del destino?

Ella nunca había roto un corazón antes, ni habían roto el suyo tampoco, pero había llegado de la nada y lo había destruido todo en un sitio que estaba perfectamente bien antes de su llegada, ella no era nadie para tratar de reparar algo que no estaba roto y tampoco era su deber hacerlo, sin embargo su corazón ya no latía solo por sí misma y eso era un compromiso con el que debería lidiar.

La Luna los había unido como un regalo por todo lo que sufrirían en manos de su propia maldición.

William no parecía ser la persona que Ayla había esperado, ella esperaba cinismo, maldad y tormento, pero no era nada de eso sino que era simplemente gélido como un sólido témpano de hielo, había un brillo en su mirada pero eso era todo porque cuando mirabas sus ojos solo se apreciaba tu propio reflejo devolviéndote la mirada, sin demostrarte nada más, como un libro cerrado con una portada vacía con una sinopsis que no presagiaba nada bueno en absoluto.

En William no parecía haber nada, parecía estar vacío, y Ayla pensó que eso tenía sentido, porque alguien con la capacidad de querer jamás cometería las atrocidades que el monstruo ante ella había cometido.

—Necesito saber si debo intentar amarte —dijo Ayla, su voz en un tenue susurro que sabía que él podría escuchar, ella realmente necesitaba que él respondiera, que le demostrara que no era una simple coraza vacía y que aún había un corazón en su interior, ansiando latir otra vez.

Pero William no era una coraza vacía, él lo sabía con certeza por como su pulso se aceleraba con la voz de ella, su corazón parecía querer abandonar su pecho para unirse con el de ella, en un solo latido, y lo odiaba, porque apenas la vio ese lazo que les unía ya había hecho que amara por primera vez.



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En el texto hay: romance, drama, hombrelobo

Editado: 16.09.2022

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