La Rebelión de los 57. Prados y Nieve

Capítulo XI

Estanque Hediondo era un puesto de avanzada que, en comparación a Casquillo Plateado, era más pequeño: había un colosal fangal de juncos alrededor de los muros. Sus aguas eran hediondas, marrones y su plaga más molesta eran las ranas negras que soplaban burbujas desde las profundidades.

Se levantaban puentes colgantes de madera, capaces de sostener a varios caballos al mismo tiempo, Skycen advirtió a todos los rescatados de no caer en el pantano, pues las aguas eran tan lodazales que ni un caballo saldría de ellas. Los demás miembros de la Rebelión en Estanque Hediondo, quienes también portaban las pañoletas y el equipo metálico, los recibieron con gusto y desinterés.

─ ¿Y por qué se llama así? No huele tan mal ─ mencionó Rita Marine, casi al frente.

─ Nosotros no escogimos el nombre.

Se organizaron nuevamente en ese nuevo hogar y de separar a los diferentes grupos de la Rebelión: ya sabían dónde serían las nuevas tiendas de reclutas, de soldados, comedores, enfermerías, excepto que no había cabañas de académicos sino aún más tiendas, y los caballos que quedaron del extenuante combate vivirían en unos nuevos establos. Todo volvía a erguirse como si nada hubiera pasado.

La líder Akali Oarj reposaba en terapia intensiva, junto a las otras docenas de soldados que la acompañaron en el campo de batalla, siendo cosida en la superficie de su brazo izquierdo. El mismo Cuatro dedos Afflick se acercó hasta ella mientras sus subordinadas la atendían, sumamente preocupado por su estado.

─ Líder Akali… ¿Cómo se siente? ─ ya pasada media semana y sin ninguna respuesta.

Sus gestos eran secos e inhumanos, su espíritu deambulaba en soledad en su mente, no pronunció ninguna palabra. No la dominaba la rabia o la apatía, sino la frustración de haber sido derrotada: ese discurso que inspiró a sus tropas y hasta ella misma no tuvo ningún valor cuando el fuego de la guerra consumió esas planicies. Estuvo tan atenta, formidable y decidida, ¿Por qué salió todo tan mal? Pero no buscó la respuesta, prefirió sumergirse en su propio furor. La dominaba la flagelación propia por ser una hipócrita.

Esos soldados y guerreros tan inspirados y valientes dieron sus vidas por lo que ella les inculcó. Lo que apenas podía recordar de ese ambiente fue el fuego, los cuerpos y a Worgaine arrastrándola a ella hasta un caballo.

Para esa noche, Skycen había llamado al Gran Consejo, o lo que restaba, pues unos pocos en el rango de Guerreros perecieron combatiendo al ejército del norte. Se reunieron en una tienda general, grande y espaciosa, con una nueva gran mesa repleta de quinqués y mapas tomados del despacho de Akali, varios soldados comunes custodiaban la puerta. Incluso con su actitud emprendedora, Skycen apenas pudo articular una decente exposición.

─ Pese a las capacidades del alto comandante Skycen, la misión de esta reunión es muy obvia ─ dijo Kyrion, jefe del equipo de estrategia, listo para socorrerlo.

Hasta con su joven edad, apenas llegando  a los veinticinco años, nadie dudaba de sus capacidades intelectuales para desarrollar una defensiva o una ofensiva. Criado en la parte élite de Puerto Perla, el puerto más grande de las Praderas, su desempeño durante sus más jóvenes días fueron señal de su grandeza como miembro de la Orden, pero decidió optar por buscar una administración más innovadora al país de las Praderas.

Llevaba su tatuaje en una mejilla. Cabello lacio y oscuro, con blancuzcos pelillos y leves patillas en su rostro color cuarzo, y una diminuta barba en forma triangular en su mentón.

─ La expulsión de esa amenaza y establecer el plan original de Akali es nuestra prioridad, y el tiempo no está de nuestro lado ─ advirtió, para luego ofrecer ─. ¿Alguien tiene alguna idea?

─ Worgaine podría mandar una escuadra de espías nueva a Casquillo Plateado, ya ocupado por el enemigo, quizás así podríamos tener información a nuestro favor.

─ Debemos realizar una nueva ofensiva con las fuerzas militares de los demás puestos de avanzada en el sur. La de Estanque Hediondo sola no es nada en comparación a la de Casquillo Plateado.

─ Necesitamos caballos, muchos caballos.

Casi nadie era consciente de que los árticos, la fuerza principal del ejército enemigo, eran completamente diferentes a los soldados pradeños. Mientras que los habitantes de las Praderas eran ágiles y valerosos, los habitantes de las Montañas del Norte eran rústicos, de pecho voluminoso y estoicos. Aquella batalla, en pocas palabras, fue como mandar a ardillas voladoras a pelear contra inmensos osos inmutables.

Cuando la reunión concluyó, todos los miembros del consejo regresaron a sus respectivos nuevos aposentos algo decepcionados, no hubo mejoras de ánimos desde que fueron aplastados más al norte. Lane, cabizbajo, deambuló un poco por las oscuras correderas de lo que parecía ser su nuevo hogar: no era diferente a Casquillo Plateado, excepto por los sauces alrededor de los interiores de los muros que dejaban hojillas por todos lados.

Repentinamente, dio un salto de pánico al ver algo en el suelo, hasta que pudo bajar sus estribos: se trataba de su hermano mayor, sentado en el suelo, apoyando su cara en una de sus manos, totalmente dormido. Le devolvió el gesto con una mirada y una sonrisa llenas de dulzura cuando lo despertó.

─ Despierta dormilón ─ dijo, sacudiéndole un hombro.



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, magia acción

Editado: 05.01.2024

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