Antes de la creación de este mundo, la vida en el tercer cielo era la más perfecta y la más bella, los seres celestiales sólo necesitaban tener amor de su creador. Conseguir un poco de ese amor, era tener un motor para ser felices.
El lucero del albano, Lucifer, no necesita forjar esfuerzo alguno para conseguir el amor de su padre. Él era el más preciado y el más amado entre todos los ángeles que existían. Su puesto como arcángel, su belleza y su hermosa voz eran su orgullo. Contar con la confianza y el amor de su padre fue su existencia.
Lucifer lo tenía en claro y reconocía que él siempre sería considerado sólo como el ángel más perfecto, hermoso y querido ante los ojos de su creador. Para Dios, él siempre sería un hijo preferido. Para él, Dios siempre seria su padre amado.
La historia parecía tan encantadora, tan fascinante, tan perfecta; pero lamentablemente todo cambio cuando Dios decidió crear a la raza humana, una raza que alejaría a Lucifer de la mirada de su amado creador, una raza que no tendría alas, una raza que no tendría poderes, una raza que se convertiría en una amenaza para Lucifer, una raza que finalmente solo traería problemas en el tercer cielo.
Desde el inicio de la creación de aquellas criaturas, Lucifer sintió el primer golpe de rechazo de su creador, nunca había experimentado tal sentimiento. Su padre había rechazado la propuesta, ya que, Lucifer deseaba estar presente el sexto día de la creación.
El arcángel intentó soportarlo e ignorar tal suceso, dio razón a su padre y esperó a que todo volviera a ser como antes, pero estaba equivocado. Cuando Dios volvió de aquel mundo, aquel padre amado era distinto, siempre con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que nunca se había visto en él. Incluso cuando Lucifer armonizaba con su melodía más hermosa no podía lograr que Dios se sintiese como estaba ahora. Lleno de felicidad y amor.
Un creador atento a sus nuevas criaturas, él se sentaba en el trono y los observaba, poco a poco esas dos nuevas criaturas habían ocupado el lugar de los ángeles. Dios ahora pasaba más tiempo con ellos, caminaba con ellos, conversaba con ellos.
Lucifer solo observaba distantemente ¿Cómo esas dos triviales creaciones habían ocupado en tan pocos días su puesto? Dios los llamaba «perfectos» pero para Lucifer, sólo eran criaturas simples e insignificantes. ¿Cómo podrían ser llamados perfectos? si él era el claro ejemplo de la perfección en las creaciones de Dios. Esos seres «perfectos» no tenían alas, ni poderes, incluso sus voces eran ordinarias ¿Cómo podrían ahora ser ellos los que ocupen el puesto que tenía Lucifer antes de su llegada?
Nuevos sentimientos crecieron en Lucifer ante esos seres: envidia, resentimiento, odio, desprecio y sin desearlo también había nacido en él, el rencor a su creador. Más que rencor tal vez lo deberíamos llamar «traición», él siempre había deseado lo mejor para su creador, pero ahora que su ser más preciado lo había abandonado y cambiado por solo dos simples seres que eran considerados «perfectos».
Cansado de ver siempre las mismas escenas, Lucifer tomó la decisión de demostrar que los considerados hijos de carne y hueso de Dios, no eran más que seres que buscaban su propio beneficio y que nunca amarían tanto a su creador, como él amaba a su padre.
Introduciéndose en una serpiente e ingresando al huerto de Edén, logró fácilmente su objetivo. Eva sin duda había caído fácilmente y Adán había demostrado amar tanto a su pareja que dejó de lado el amor de su creador.
Tal juicio llegó, Lucifer creyendo que esos seres serian destruidos por su insolencia... fueron perdonados y echados del huerto.
─ ¡No son perfectos! ─exclamó Lucifer estando en frente de Dios─ ¡No merecían tu perdón!
─ Aún siguen siendo perfectos y lo serán siempre, porque son mis hijos ─respondió su creador.
─ ¿Tus hijos? ─susurró Lucifer para sí mismo─ ¿Que somos nosotros? ─señaló a los demás ángeles─ ¡¿Que soy yo?!
─ ¡Lucifer! ─protestó su creador─ Mi ángel amado... ─pronunció nuevamente con un tono suave─ ¿Cuándo fue que nació ese sentimiento en ti?
─ Te demostré que ellos nunca te amarían... Y aun así los sigues llamando «perfectos»
La voz de Lucifer por primera vez se había quebrado, si hubiera podido llorar como lo hicieron esos seres insignificantes en aquel momento que fueron desterrados del huerto de Edén, lo hubiera hecho; pero penosamente los ángeles no poseían lágrimas.
─ ¿Seré arrojado allí con esos humanos? ─preguntó molesto Lucifer, señalando aquel planeta que sería llamado «Tierra».
─ No serás arrojado a ese mundo ─declaró su creador─ Serás enviado. Te darás cuenta y aceptaras que ellos son la creación más perfecta.
─ ¡Yo me encargaré de demostrarte que estás equivocado! ─las alas de Lucifer se extendieron.
─ El amor que tengo por ellos es inmenso...
─ ¿Estarías dispuesto a morir por ellos? ─preguntó─ ¿Por amor? ─Lucifer conocía la respuesta, pero no esperó a que su padre lo pronunciara.
Dios solo observo como Lucifer descendía del tercer cielo con algunos ángeles.
─ Mi ángel amado ─pronuncio Dios con una voz triste, cerró sus ojos y de ellos salió una lagrima que recorrió su mejilla, para finalmente desaparecerse en el abismo de la oscuridad.
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