Penitence: Al fin te encontré

CAPÍTULO 2 Ángel de ojos zafiros: Zeath

Mi alarma suena como cada día. A las seis en punto de la mañana. Joder, solo he dormido unas tres horas cuando mucho.  

Vaya jaqueca que siento. 

No sé por qué, no es como si hubiese bebido demasiado, habrán sido ¿qué?, unos ¿tres o cuatro tragos?

O quizás perdí la cuenta.

No me gusta beber demasiado entre semana, es una excepción cuando lo hago. Y la excepción se encuentra justo a mi lado, una rubia de largo cabello, tetas enormes (falsas, por supuesto), y una boca deliciosa.

¿Casandra? No, ¿Carrie? No. mierda, olvidé su nombre. Tengo que dejar de hacer esto. 

¿A quién quieres engañar Merking? Te encanta hacer esto.

Si, la verdad es que me gusta la idea de tener sexo sin compromiso.

¿Qué tiene eso de malo? Nada. El sexo es bueno para todo el mundo, ¿no?  Y si no lo es, que lamentable debe ser para esa persona. 

Sonrío. Que pervertido soy.

La chica abre los ojos y me sonríe; yo me levanto y mientras me dirijo al baño para ducharme le digo secamente:

—    Sabes dónde está la puerta.

La chica rueda los ojos y se levanta para tomar sus cosas.

En la ducha, me pongo a pensar en todo lo que tengo para el día:

En primer lugar, debo pasar por Polo´s, mi club principal, que se prepara para su gran reinauguración. Debo asegurarme de que todo marcha excelente. Luego debo pasar por la empresa para que me reporten las novedades de los nuevos clientes, y para un par de reuniones que tengo pendiente. Finalmente, quiero dirigirme a Éxtasis, otro club que desde hace unas semanas, es oficialmente mío. El dueño anterior, me lo dejó a un precio aceptable, luego de varias reuniones con mi abogado, haber investigado al hombre para saber de quién se trata, papeleos por aquí y por allá, el local es totalmente mío. 

Aún no me he instalado oficialmente, pero pienso hacerlo este mismo mes, aunque no tenga pensado que siga siendo un bar como lo es ahora. Tengo varias ideas, una de ellas es demolerlo, ampliar algunas áreas, y convertirlo en un bar que si valga la pena. Obtendría así, mejores ganancias. 

Lynn, unos de los gerentes de Polo´s, me había recomendado el local un mes antes cuando se vendía y me había hablado bien de su dueño, Joey, el hombre es un idiota de primera, pero es bueno en los negocios, tengo que concederle eso. Hemos estado dos semanas entre papeleos y reuniones, pero finalmente, me reuniría con él ésta misma noche para presentarme oficialmente como el dueño del lugar. Yo confío plenamente en Lynn, y si él confía en Joey, debía de confiar también yo. 
 
Un error. Más tarde me daría cuenta de eso.

Nadie en mis negocios puede cometer errores. No contrato gente mediocre, necesito que todo mi personal esté a la altura de su cargo. 

Gracias a Dios cuento también con Gina, mi asistente, que se ocupa de prácticamente todo lo que yo no puedo, por supuesto con mi autorización antes de nada. 

Al principio no me gustaba dejar encargado a nadie de mis pasos, pero en cinco años de trabajo, la mujer ha demostrado que puede ser una verdadera veterana en cuanto a horarios, eventos, reuniones, llamadas… ¡Demonios! Es un jodido cerebrito en cuanto a computadoras. Tenía que darle la oportunidad.

Meto mi cabeza en el agua tibia para terminar de despertarme. Lavo mis dientes y salgo a mi enorme closet para ponerme mi ropa – una camisa de franela blanca, pantalón negro y una chaqueta del mismo color – perfectamente planchada. Al salir, ni rastros de la rubia. Bien, no quiero esas escenas cursis de: “la pasé increíble, quiero verte de nuevo. Llámame”. 

Estoy aburrido de eso.

Bajo rápidamente las escaleras hasta la cocina. Leonor, mi ama de llaves – y además la que fue mi nana desde niño–,  me sirve el desayuno junto con mi respectiva enorme taza de café.

—    No deberías beber tanto café.
—    Dices eso cada mañana. – gruño dando un sorbo. 
—    Y sigues sin hacerme caso.
—    Y tú sigues sirviéndome el café. 
—    Dejaré de hacerlo.
—    Nadie hace el café como tú.
—    Mentiroso. – esbozo una media sonrisa.
—    Esto está delicioso. –  pruebo el omelette de queso y tomate asado.
—    Más te vale comerlo todo. – ruedo los ojos, a veces me trata como si tuviese cuatro años – ¿Cenarás aquí esta noche?
—    Eso creo, te dejare un mensaje si cambio de planes.
—     Llegaste tarde anoche, casi eran las dos cuando te escuché entrar.
—    Hay mucho trabajo.
—    Eso pensé, hasta que vi a tu “trabajo” salir por la puerta hace un momento con tacones y una minifalda – me mira alzando una ceja – ¿En serio Zeath?
—    Creo que es muy temprano para sermones.
—    Tú te los buscas. A veces puedes ser realmente inmaduro.
—    No quiero hablar de esto, ya lo hemos hecho cientos de veces, y nunca llegamos a nada: Acepta mi forma de ser de una vez.




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