Penitence: Al fin te encontré

CAPÍTULO 3 El dolor de la traición: Aliz

Estamos cinco personas en la oficina de Joey: Una es Cecilia, la mujer quien está junto a él observando todo visiblemente asustada, al otro lado hay un hombre que llegó diez minutos después de que lo llamaran, de mediana estatura, cabello negro y piel bronceada, viste algo casual: una camisa de manga larga color verde y un jean negro. Finalmente, el hombre que había entrado de la nada en la oficina cuando Joey hablaba conmigo. Merking. 

Es alto, muy alto, de cabello castaño oscuro ojos azul oscuro y una musculatura bien definida, tiene una incipiente barba.

Viste una camisa blanca desabotonada en los dos primeros botones,chaqueta y pantalón negro, con unos zapatos brillantes del mismo color. Un hombre que por alguna extraña razón – y aunque parece excesivamente aterrador –, me inspira cierta confianza. 

Me quedo allí parada con la vista fija en el suelo y mi corazón latiendo con tanta fuerza en mi pecho que creo que se me saldrá. Ninguno habla durante un instante, mientras el hombre explica detalladamente al otro sujeto, todo lo que Joey le ha dicho.

Yo por mi parte, intento ver todo con claridad, pero en vez de eso, veo todo en cámara lenta. Trato de asimilar el hecho de que acabo de escuchar que mi propio padre me ha vendido, no es como si no lo sospechaba con anterioridad, pero escucharlo definitivamente es otra cosa.

Pienso en escapar ero ¿qué caso tiene? Yo tengo toda la desventaja. Son todos contra mí.

Vagamente me pregunto dónde estarán mis padres en este preciso momento ¿Acaso han logrado escapar?

Seguramente están repartiéndose el dinero de lo más felices. No me importa, en este momento no me importa absolutamente nada. 

—    Siéntate. – el hombre me ordena con un tono un poco más bajo que el que ha usado minutos atrás. 

Sé que tengo que moverme pero por alguna razón mi cerebro y mi cuerpo están desconectados, no me muevo de donde estoy. El hombre camina y se detiene a escasos centímetros de mí, yo suelto un respingo y cierros los ojos con fuerzas esperando el golpe, pero no pasa nada.

El hombre clava la vista en mis manos entrelazadas y comienza a abrocharse los botones de la camisa. 

—    Me la llevaré. – murmura el hombre.

 Lo miro confundida pero no puedo hablar. Me toma por el brazo suavemente haciéndome estremecer.

¿Qué? ¿Llevarme a dónde?
 
¡Oh, no! ¿Qué está pasando aquí? Comienzo a zafarme de él pero me sujeta con mayor fuerza pegándome a su costado. Me envía una mirada de advertencia y yo me encojo, no tengo escapatoria.  Quiero gritar, pedir auxilio, pero primero, no hay nadie que pudiese ayudarme y segundo, probablemente solo servirá para enojarlos aún más..., o que pueda golpearme.

Pienso incluso en mil formas de propinarle un golpe, ¿podría yo golpear a éste hombre?, ¿me atrevería? Bueno, lo que sea para sobrevivir. Pero aun si lo hago, aun si utilizo todas mis fuerzas, no pareciera que fuera a hacerle ningun daño. Es decir, mide como dos metros, mientras que yo apenas mido un metro setenta.

 ¿Por qué no terminan con esa tortura de una maldita vez?

—    ¿Quiere llevársela? – pregunta Joey.
—    Así es. 
—    Increíble. –  susurra Cecilia.
—    Eso no va a poder ser – Joey alza la voz, y el nerviosismo que antes tenía, desaparece –. Ella me pertenece.
—    ¿Acaso firmaste un contrato, idiota? – pregunta Merking.
—    Yo le pagué a Sey por ella.
—    Tu deberías agradecer que no te mato aquí mismo. – fulmina a Joey con la mirada.
—    ¡Es mi dinero!, yo pagué para hacerla mía.
Siento mi estómago revolverse, y miro a Joey con asco. 
—    Te daré el doble a cambio. –  contraataca Merking.
Joey lo mira por un instante, luego mira a Cecilia quien hace un pequeño y casi imperceptible asentimiento. 
—    Acepto – dice finalmente –.Llévatela.

Me quedo congelada ¿En serio se está discutiendo sobre mí, de esa forma? 

Me sorprendo al ver que nada me impresiona a estas alturas. Sin embargo, una parte de mi – y no sé por qué extraña razón –, se alegra de que el tal Merking sea quien me lleve. No es que confíe en él, en lo absoluto, pero prefiero una y mil veces irme con alguien que no sea el repulsivo de Joey 

¿Estaría ya perdiendo la cabeza?, no lo sé. 

¿Por qué todo esto tiene que pasarme a mí?

—    Tu padre te ha vendido niña –  me dice Joey, y me doy cuenta de que he formulado la pregunta en voz alta –, no le importas en lo más mínimo. 

Rápidamente mi mente comienza a procesar lo que sucede para encontrar una explicación. Me habían llevado a la fuerza, a un lugar en el que jamás pensé estar ni en mis peores pesadillas, encerrándome, obligándome a vestirme de forma vulgar; luego me querían ofrecer a un hombre, un total desconocido quien además de querer acostarse conmigo, está dispuesto a llevarme a otro lugar, y todo porque el borracho de mi padre me ha apostado. Ni siquiera puedo encontrar las palabras para decir que yo solo soy una simple victima en todo esto.




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