Por siempre tú #2 ( bilogia " de manera diferente")

Capítulo 1

El clima ahora es frío, el invierno llegó, y con él, aquellos recuerdos que por más que quiero desaparecer, siguen ahí, pero no me permito que me dañen, ya no, ahora tengo mucho porqué vivir, aquella ingenua y patética chica que una vez fui, murió hace cuatro años, por lo que no me permito seguir pensando en ello.

—mami, mami!!! —mis dos pequeñas pulgas se abalanzan sobre mí, intento pararme bien, pero caigo por su peso directo en la nieve.

—¡Cris!, Llegaste temprano ahora —le sonrío a Claudia, la chica de la guardería, y quien se encarga de mis dos terribles terremotos mientras yo trabajo.

—Sí, bueno, de la nada me sonó una alarma en el móvil, que, para nada recuerdo haber puesto, y como vez, dos horas antes. —se tapa la boca y deja salir una carcajada.

—Bueno, un conveniente incidente. 

Niego sonriente

—No, Clau, ésto solo puede ser obra de una persona, no fue un incidente, seguro éstas pulgas —Les hago cosquillas y ríen —.  Le pusieron queja de los días que he llegado tarde. —sonríe, se acerca a mis bebés y les da un beso a cada una en la mejilla.

—¡Hasta mañana princesas! —se despide moviendo su mano y entra de nuevo a la guardería.

Acomodo al par de terremotos en la parte trasera, a pesar de que Cindy siempre insiste en ir adelante, aún así, no se queja en acompañar a su hermana en él asiento trasero, ambas se cuidan mucho, y eso es algo que me hace sumamente feliz, me recuerdan a sára y a mí. 

—Mamá, ¿y si ponemos musica? —abro los ojos como platos, totalmente alarmada. Ya hasta se habian tardado en pedirlo. 

—¿Ed sheeran? —Sonrío y muestro mis dientes,  la veo un momento por el retrovisor, esperando que diga que sí... Pero no, niega decidida.

¡Ay no! ¡Rayos!

​​​​​​... 

Estaciono el auto y salgo con mis torturadoras hacia la entrada de la clínica... ¡Qué...pesadilla! 

—¡Cristi, niñas! ¿Y ese milagro que vienen tan temprano? —cierro los ojos y suspiro hondo para no rodar los ojos. 

No soy tan impuntual... Ellos exageran.

—Papá puso una larma... A mamá. —dice mi terremoto menor.

Luz

—Lili, ¿me haces un enorme favor? —asiente entre risas por la declaración de mi hija —¿Las llevas a comprar unas hamburguesas? las malcriare por ahora. —sonríe y asiente.

—Oye, pero...¿Y si llaman...? —La detengo

—Tranquila, yo me encargo ¿pacientes? —asiente, 

—Una, la señora mendez, la que tiene lumbago.

—Bien, gracias... ¡ah! y...ten. —le entregó el dinero —. Compra algo para ti, cuidamelas por favor. —Sonríe y las toma de las manos. 

—Siempre. —salen de la clínica.

Dejo mis cosas en el recibidor, y dejó el teléfono descolgado.

—Un gusto poder ayudar. —escucho las voces cerca de las puertas del consultorio. 

—Un gusto el mío, que me atienda un joven tan guapo. —La puerta se abre, dejando ver a mi esposo y a la señora de 80 años que siempre le coquetea —. Su esposa debe tener mucha suerte. —él me mira y se ríe, yo escondo mi risa tras el mueble recibidor.

—Se equivoca. —Dice viéndome fijamente —. Yo soy el que tiene suerte de tenerla. —mis mejillas se calientan en sobremanera.

La señora se despide y sale de la clínica, él se acerca y me abraza de la cintura.

—Estuvo bueno el jueguito de cambiarle la hora a mi móvil y poner una alarma dos horas antes, eh. —Enroscó mis brazos en su cuello.

—Lo sé, soy un genio. —sonrió y me da un casto beso en los labios.

—Sí, tanto que hasta creo que pusiste una cámara escondida en el cuarto para ver, como parecía loca, con tal de no llegar tarde. —asiente sonriendo, le acomodo la corbata. 

—Me descubriste. —me aparta un mechón de cabello del rostro — ¿Y cómo fue el viaje hasta aquí? —me separo y dejo salir un gruñido de cansancio.

—Te juro que si escucho una vez más a Barnie, me lanzo del auto. —suelta una carcajada

—¿Así de mal?. —asiento con la cabeza, viéndolo fijamente.

—Mejor escondamos el disco y problema resuelto. —soluciona, me vuelve a abrazar, pero cuando está por besarme...

—¡Papi! ¡Papi! —entran mis dos ojiazul abalanzándose también sobre él.

Hasta aquí llegue, cuando se juntan, yo paso a la silla de los ignorados, por ambas partes.

Me acerco y me uno a su abrazo, no puedo privarme de tal alegría.

—¿Cierro temprano y nos vamos a casa? —pregunta. Asiento sonriente

—Solo si preparas esa deliciosa pasta italiana. —rueda los ojos y me da una ligera nalgada.

—¡Oye! —lo reprendo —. Deja quietas esas manos, hay menores enfrente. —digo bajito entre dientes, solo para que me oiga él.

—Sus deseos son órdenes para mí, señora park. —me da un beso en la sien.

Ésta es ahora mi vida, una que no duele.

Una que no lástima.

 

 

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En el texto hay: humor romance, amor dolor, secretos drama

Editado: 28.02.2021

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