Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo X

ALEXANDER 

Cuando terminó de ponerme el esmoquin bajo para ver a los demás. Ya están casi todos listos, muy elegantes. Emiliano se me acerca y me susurra al oído. 

 

– ¿Estás listo para una guerra entre tu madre y Celeste? –me pregunta.

 

– Espero que no –le digo–. No quiero un ambiente de tensión. 

 

– Bien, pero por si las dudas, preparate –me dice burlon. 

 

Entonces él se queda helado, golpea mí hombro y al mirarlo me señala con el mentón hacia las escaleras. 

Sigo su mirada para ver a Celeste, el vestido le queda hermoso. Se ajusta perfectamente a cada curva de su cuerpo y el collar es el toque perfecto. El corte en la pierna la hace ver más alta y estilizada, los zapatos juegan increíblemente con él. Termina de bajar las escaleras y me sonríe.

 

– ¡Celeste! –el gritó de mi madre me despierta–. ¿Que haces con eso? 

 

– Es un vestido, suegra –le responde amablemente–. Es hermoso. 

 

– Te queda muy bonito, Celeste –le dice Eva. 

 

– ¿¡Pero que están diciendo!? –exclama mí madre–. ¿Cómo puedes usar ese vestido? 

 

– Yo se lo regale, mamá –le paro en seco–. Pensé que le quedaría bien y así es. ¿No se ve hermosa? 

 

– Estás hermosa, cuñada –le dice Eva.

 

– Gracias, Eva –le dice con una sonrisa–. Tu también estás muy hermosa.

 

– ¿Cómo le regalaste eso a tu esposa, Alexander? –mi madre me regaña–. ¿Quieres que todos los hombres miren a tu esposa? 

 

– Ay mamá –la miro enojado–. No empieces con eso. 

 

– Suegra... ¿Por qué se pone así? –Celeste se pone las manos en la cadera–. ¿No quiere que los hombres miren a la mujer que no van a poder tener porque está casado con su hijo?. 

 

– Tu... ¿Que...? –mi madre tartamudea. 

 

– ¡Bueno, demasiado! –dice mí padre–. Ella se ve muy bien, hablarán maravillas de la esposa de tu hijo. ¿Que más?. Ahora vamos. 

 

Subimos a los autos escuchando los refunfuneos de mí madre. Celeste y yo vamos en un auto separado donde ella empieza a reírse, lo que me contagia su risa.

 

– Vas a volver loca a mí madre –digo riendo. 

 

– ¡Perdón, perdón! –dice riendo con ganas–. No lo hago con intensión pero me divierte cuando ocurre. 

 

Vamos riéndonos hasta que llegamos al hotel donde se celebrará la gala.

 

************************

 

CELESTE

Miro el enorme hotel de lujo dónde entran personas muy elegantes, bajamos y Alex me ofrece su brazos, paso mí brazo por debajo del suyo y caminamos hacia la entrada. Me siento sapo de otro pozo, más cuando varias miradas se posan en mí. Entramos y apenas lo hacemos un joven camina hacia nosotros.

 

– Alexander Wayne –se acerca con una sonrisa–. Que gusto verte de nuevo 

 

– Cristopher, amigo –lo abraza–. Después de dos meses te veo de nuevo.

 

– Me alegra hacerlo –me mira–. Ella debe ser tu esposa... 

 

– Así es, amigo –Alex le responde–. Te presento a Celeste, mí esposa 

 

– Un placer conocerlo, señor Cristopher –le extiendo la mano. 

 

Cristopher toma mí mano y la lleva hacia su boca donde deja un suave beso mientras me mira. 

 

– Debo decir, querido Alexander, que eres muy suertudo –le dice mirándome–. Es hermosa, muy, muy... Hermosa.

 

Bajo la mirada sonrojada, no estoy acostumbrada a piropos de hombres. Siento como Alex se tensa a mí lado. ¿Y esto a qué se debe? 

 

– Lo se, Cristopher –dice y me atrae hacia él–. Es hermosa. 

 

Coloca su mano en mí cintura lo que provoca millones de escalofríos al rededor de mi cuerpo. 

 

– Bueno, pues lamento decirte, Alexander –le dice–. Que Sebastián está aquí. 

 

– ¿Sebastián está aquí? –Alex frunce el ceño–. Y esperaba a que fuera una noche tranquila. 

 

– No entiendo –digo–. ¿Quien es ese Sebastián? 

 

– Aamm... Sebastián es un ex pretendiente de mí difunta esposa Rebecca –suspira–. Jamás soporto que ella me haya elegido a mí y no a él. 

 

– ¿Puedes estar en el mismo lugar que él? –le pregunto. 

 

– Esperen, espere –Cristopher nos interrumpe–. Tu esposo te está hablando de su ex esposa y... ¿No te molesta? 

 

– Pues... No –respondo–. ¿Tiene algo de malo? 

 

– No, no... Nada de malo –dice este sonriendo y mira a Alex–. No la descuides amigo. Hermosa, tierna y gentil... ¡UF! ¡FUEGO! 

 

– ¡CRISTOPHER! –grita Alex–. Estás hablando de mí esposa y está aquí presente. 

 

– Perdón pero es la verdad –se disculpa–. No le es indiferente a muchos aquí. 

 

Alex y yo miramos al rededor, varios hombres miran hacia nosotros. Pero eso no quiere decir que me miren a mí, claro.

 

– Bueno, tengo que retirarme –se aleja a saludar a más personas. 

 

– ¿Que tienen que mirar todos? –dice molesto–. ¿No se dan cuenta que eres casada?

 

– Quizás haya sido el vestido –digo mirándolo–. Puede que tu madre tenga razón... ¡GUAW...!. Jamás había imagino decir eso. 

 

– Ni se te ocurra decir eso –me ordena–. El vestido es hermoso y tu también, son ellos los irrespetuosos.

 

– Gracias –me sonrojo inmediatamente. 

 

Empezamos a caminar, a cada paso Alexander se detenia a estrechar manos y saludar con besos en las mejillas. Noté varias miradas femeninas en él. 

Decidí alejarme con una copa de champán a buscar a Eva cuando la veo a lo lejos intento ir con ella pero un hombre me detiene. Un elegante hombre de unos cuarenta y tantos, me sonríe con amabilidad. 

 

– Imagino que usted debe ser la señora Wayne –me dice–. ¿Me equivoco?

 

– Aamm... Así es –le respondo con una sonrisa–. Soy Celeste Wayne, esposa de Alexander Wayne.

 




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