ALEXANDER
Cuando terminó de ponerme el esmoquin bajo para ver a los demás. Ya están casi todos listos, muy elegantes. Emiliano se me acerca y me susurra al oído.
– ¿Estás listo para una guerra entre tu madre y Celeste? –me pregunta.
– Espero que no –le digo–. No quiero un ambiente de tensión.
– Bien, pero por si las dudas, preparate –me dice burlon.
Entonces él se queda helado, golpea mí hombro y al mirarlo me señala con el mentón hacia las escaleras.
Sigo su mirada para ver a Celeste, el vestido le queda hermoso. Se ajusta perfectamente a cada curva de su cuerpo y el collar es el toque perfecto. El corte en la pierna la hace ver más alta y estilizada, los zapatos juegan increíblemente con él. Termina de bajar las escaleras y me sonríe.
– ¡Celeste! –el gritó de mi madre me despierta–. ¿Que haces con eso?
– Es un vestido, suegra –le responde amablemente–. Es hermoso.
– Te queda muy bonito, Celeste –le dice Eva.
– ¿¡Pero que están diciendo!? –exclama mí madre–. ¿Cómo puedes usar ese vestido?
– Yo se lo regale, mamá –le paro en seco–. Pensé que le quedaría bien y así es. ¿No se ve hermosa?
– Estás hermosa, cuñada –le dice Eva.
– Gracias, Eva –le dice con una sonrisa–. Tu también estás muy hermosa.
– ¿Cómo le regalaste eso a tu esposa, Alexander? –mi madre me regaña–. ¿Quieres que todos los hombres miren a tu esposa?
– Ay mamá –la miro enojado–. No empieces con eso.
– Suegra... ¿Por qué se pone así? –Celeste se pone las manos en la cadera–. ¿No quiere que los hombres miren a la mujer que no van a poder tener porque está casado con su hijo?.
– Tu... ¿Que...? –mi madre tartamudea.
– ¡Bueno, demasiado! –dice mí padre–. Ella se ve muy bien, hablarán maravillas de la esposa de tu hijo. ¿Que más?. Ahora vamos.
Subimos a los autos escuchando los refunfuneos de mí madre. Celeste y yo vamos en un auto separado donde ella empieza a reírse, lo que me contagia su risa.
– Vas a volver loca a mí madre –digo riendo.
– ¡Perdón, perdón! –dice riendo con ganas–. No lo hago con intensión pero me divierte cuando ocurre.
Vamos riéndonos hasta que llegamos al hotel donde se celebrará la gala.
************************
CELESTE
Miro el enorme hotel de lujo dónde entran personas muy elegantes, bajamos y Alex me ofrece su brazos, paso mí brazo por debajo del suyo y caminamos hacia la entrada. Me siento sapo de otro pozo, más cuando varias miradas se posan en mí. Entramos y apenas lo hacemos un joven camina hacia nosotros.
– Alexander Wayne –se acerca con una sonrisa–. Que gusto verte de nuevo
– Cristopher, amigo –lo abraza–. Después de dos meses te veo de nuevo.
– Me alegra hacerlo –me mira–. Ella debe ser tu esposa...
– Así es, amigo –Alex le responde–. Te presento a Celeste, mí esposa
– Un placer conocerlo, señor Cristopher –le extiendo la mano.
Cristopher toma mí mano y la lleva hacia su boca donde deja un suave beso mientras me mira.
– Debo decir, querido Alexander, que eres muy suertudo –le dice mirándome–. Es hermosa, muy, muy... Hermosa.
Bajo la mirada sonrojada, no estoy acostumbrada a piropos de hombres. Siento como Alex se tensa a mí lado. ¿Y esto a qué se debe?
– Lo se, Cristopher –dice y me atrae hacia él–. Es hermosa.
Coloca su mano en mí cintura lo que provoca millones de escalofríos al rededor de mi cuerpo.
– Bueno, pues lamento decirte, Alexander –le dice–. Que Sebastián está aquí.
– ¿Sebastián está aquí? –Alex frunce el ceño–. Y esperaba a que fuera una noche tranquila.
– No entiendo –digo–. ¿Quien es ese Sebastián?
– Aamm... Sebastián es un ex pretendiente de mí difunta esposa Rebecca –suspira–. Jamás soporto que ella me haya elegido a mí y no a él.
– ¿Puedes estar en el mismo lugar que él? –le pregunto.
– Esperen, espere –Cristopher nos interrumpe–. Tu esposo te está hablando de su ex esposa y... ¿No te molesta?
– Pues... No –respondo–. ¿Tiene algo de malo?
– No, no... Nada de malo –dice este sonriendo y mira a Alex–. No la descuides amigo. Hermosa, tierna y gentil... ¡UF! ¡FUEGO!
– ¡CRISTOPHER! –grita Alex–. Estás hablando de mí esposa y está aquí presente.
– Perdón pero es la verdad –se disculpa–. No le es indiferente a muchos aquí.
Alex y yo miramos al rededor, varios hombres miran hacia nosotros. Pero eso no quiere decir que me miren a mí, claro.
– Bueno, tengo que retirarme –se aleja a saludar a más personas.
– ¿Que tienen que mirar todos? –dice molesto–. ¿No se dan cuenta que eres casada?
– Quizás haya sido el vestido –digo mirándolo–. Puede que tu madre tenga razón... ¡GUAW...!. Jamás había imagino decir eso.
– Ni se te ocurra decir eso –me ordena–. El vestido es hermoso y tu también, son ellos los irrespetuosos.
– Gracias –me sonrojo inmediatamente.
Empezamos a caminar, a cada paso Alexander se detenia a estrechar manos y saludar con besos en las mejillas. Noté varias miradas femeninas en él.
Decidí alejarme con una copa de champán a buscar a Eva cuando la veo a lo lejos intento ir con ella pero un hombre me detiene. Un elegante hombre de unos cuarenta y tantos, me sonríe con amabilidad.
– Imagino que usted debe ser la señora Wayne –me dice–. ¿Me equivoco?
– Aamm... Así es –le respondo con una sonrisa–. Soy Celeste Wayne, esposa de Alexander Wayne.