Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo XXIV

CELESTE

Estamos súper nerviosos regresando a la granja, Eva se aferra a mí padre quien no deja de abrazarla. Todos contemplamos la granja con nervios y medio.

Quise entrar yo primero pero Eva decidió hhacerlo. Una vez que lo hacemos en la sala entra Alexander, Maximo y... Arisa.

 

– Hola a todos –digo alegre.

 

– ¿Donde estaban? –pregunta Arisa–. ¿No saben los horarios de regreso? 

 

– No es eso, mamá –dice Eva–. Llegamos tarde porque volvemos de mí boda 

 

– ¿¡DE QUE ESTAS HABLANDO!? –Alexander se levanta–. ¿Que has hecho, Eva? 

 

– Me case secretamente con el hombre que amo –les dice firmemente–. Me case con Magnus Aster. 

 

El vaso que Arisa sujetaba cae al suelo y se rompe en mil pedazos. Miramos a todos con una sonrisa.

 

– ¿¡COMO TE ATREVISTE A HACER ESO!? –grita Arisa. 

 

– Con mí permiso –dice Máximo–. Yo fui quien ideó todo esto. Para que mí hija fuese feliz. 

 

– Papá... –Eva va hacia su padre y besa su mano–. No me alcanzaran las gracias. 

 

– A mí no me agradezcas nada... –me mira–. Celeste tuvo la idea y hablo conmigo.

 

– No costo mucho convencerlo –sonrio–. Quiere que seas feliz, como todo padre. 

 

No me da tiempo a nada Arisa se lanza sobre mí..

 

– ¿¡QUIEN TE CREES QUE ERES!? –me grita.

 

– ¡MAMÁ! ¡BASTA! –Alex la sujeta–. Cálmate, por favor. 

 

– ¿¡Cómo te atreviste a interferir con la vida de mis hijos!? –me pregunta enojada. 

 

– Me parece curioso que diga eso... ¡USTED INTERFIRIO EN LA VIDA DE MI HIJO! –me acerco a ella–. Ahora tragate esto, señora Wayne.

 

– ¡ERES UNA...! –se calma–. Pero te tengo una noticia, querida. Esto se acaba.

 

El timbre de la puerta suena. Nos miramos entre todos confundidos. Arisa va y abre la puerta, entra una joven muchacha... Se parece mucho a la ex esposa de Alex, solo que tiene los ojos negros.

Me giro hacia Alex quien la mira con sorpresa. 

 

– ¿Quien es ella, Arisa? –pregunta Máximo. 

 

– Ella es la madre del hijo de Alex –me mira–. Está embarazada. 

 

Todos miramos a Alex y de nuevo a la muchacha. ¿Que quiere decir todo esto? 

 

– ¿Alex? –le pregunto–. ¿Que está diciendo tu madre? 

 

– ¿Recuerdas cuando discutieron hace casi dos meses? –pregunta con una sonrisa–. Este es el resultado.

 

– Hijo... –Maximo mira a su hijo–. ¿Cometiste adulterio? 

 

– No fue... Queriendo –baja la mirada.

 

– ¿Ah no, hijo? –Arisa lo mira–. Pero si la viste dos días más.

 

– ¿Por qué, Alex? ¿¡POR QUÉ!? –le gritó.

 

– Estaba tan... Distante, Celeste –me dice–. Ella fue tan linda conmigo y bueno...

 

– ¿Distante?... –lo miro decepcionada–. ¡ACABABA DE PERDER A MI HIJO! ¡Y PARA COLMO TRAJISTE A SU ASESINA AQUI!. 

 

– ¡PERDÓN! –cierra los ojos–. Perdoname, no quiero perderte...

 

– Ya lo hiciste... –miro a la muchacha con lágrimas en los ojos–. ¿Cómo te llamas?

 

– Adela... Me llamo Adela Ferrer –baja la mirada.

 

– Adela... Dime una cosa –la miro–. ¿Sabías que era un hombre casado?

 

– En cierta parte... –dice–. Estaba en Londres, creí que era viudo.

 

– Bueno ahora sabes que está... –aclaro mí garganta–. Perdón... Estaba casado. Espero que sepas en el infierno en el que temes

 

Siento como mí corazón se estruge y se rompe en mil pedazos, pero trato de esconderlo. Me giro hacia mí madre y mí padre quien saben que estoy mal. Subo hasta nuestra habitación, saco mí maleta.

 

– ¡Espera, amor, espera! –Alexander me detiene–. ¡Perdoname!. ¿Si?. Podemos... Arreglarnos.

 

– ¿Cómo? ¿Cómo se puede arreglar eso? –digo–. Dime una cosa, es bastante parecida a Rebecca. ¿Lo hiciste por eso? ¿Por qué aún amas a Rebecca? 

 

– Yo... –dice confundido–. Sabes que jamás...

 

– Si, siempre lo supe –admito decepcionada–. Pero tenía la esperanza de... Olvídalo. 

 

– Perdoname, mí amor. Te amo –toma mis manos–. Por favor, no te vayas.

 

– Estoy muy casanda, Alex –digo apunto de llorar–. Te perdone y apoye varias veces durante los pocos meses que llevamos casados pero... Trate de ser respetousa con tu madre aunque no lo merecía y me pagó quitándome a mí bebé y no me apoyaste. 

 

– Tu... Te apoye cuando necesitabas estudiar –me mira–. ¿No lo recuerdas? 

 

– ¿Y solo por eso debo perdonar que me hayas sido infiel? –lo miro enojada–. ¿Que hayas embarazado a esa mujer? ¿Que hayas traído a la mujer que mato a mi bebé? 

 

– También era mí bebé –me dice.

 

– Pero hasta donde yo he visto... Solo yo lo quería –admito–. No te importa nada más que tu madre, haces lo que ella diga como si fueras su esclavo y yo no seré la copia de Rebecca, una sumisa oveja porque no soy así.

 

– ¿Que vamos a hacer ahora? –me pregunta apenado..

 

– No lo sé... Pero algo es obvio –suelto mis manos–. Ya no puedo confiar en ti. Te harás cargo de esa mujer y de ese bebé... Mañana mismo inicio los trámites de divorcio.

 

Guardo mis cosas bajo su mirada triste, tengo ganas de llorar pero no quiero parecer débil, jamás llore ante nadie no voy a hacerlo ahora. Termino y bajo a la sala. 

 

– Papá... Vamos a casa –le digo.

 

– Claro que sí, hija. Ya no dejaré que te quedes aquí –mira a Annia y mí madre–. Preparen sus cosas, vienen con nosotras.

 

Suben las escaleras directo a sus habitaciones. Me acerco a Arisa con la frente en alto, mirada decidida. 

 

– Ganaste está partida –le digo.

 

– Perdiste, querida Celeste –me sonríe–. Ahora te vas. 

 

– Claro que me voy. Jugaste bien tus cartas –me acerco más a ella–. Pero yo aún no tiro las mías, señora Wayne –le sonrío–. Este juego aún no termina. No de por sentada la victoria, daré vuelta el juego.




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