Déjame Quererte

Capítulo 3

Thamie

Han pasado ocho días desde aquel trágico suceso. Ha sido una situación un poco tensa, tuve que ir a dar mi declaración y solicitar una orden de permiso para poder estar con Sophie hasta que se dé el funeral de sus padres, y se solucionen todos los pendientes para que el caso pueda resolver. Especialmente, para que su abuelo esté listo y pueda hacerse cargo de ella.

Ha sido demasiado difícil todo esto, especialmente para Sophie, se le tuvo que decir la verdad sobre sus padres, fue doloroso verla sufrir, lloraba para que la llevara con sus papás. Por suerte, mi madre es psicóloga, ha trabajado mucho con niños y sus sesiones de terapia han ayudado mucho a Sophie, aunque hay noches en la cuales se levanta llorando y llamando a sus papás. Extraña mucho a sus padres, pero el saber que estar en cielo y que son los ángeles que la protegen la llenan de consuelo.

—Thamie, quiero más helado —me da una linda mirada.

—Vamos por él —tomo su mano, dirigiéndonos a la cocina.

Creo que cuando Sophie se vaya con su familia la extrañaré mucho. Mi tío Maykel me ha dicho que el abuelo de la pequeña todavía no está emocionalmente bien como para poder cuidarla como se debe, hasta que él pueda yo estaré al cuidado. Francamente, he pensado mucho en el día que ella se vaya, he tenido la idea de pedirle autorización a su abuelo para visitar a Sophie.

—¿Quieres el mismo sabor? —Procedo a abrir la refrigeradora.

—Quiero de vainilla y fresa —me muestra sus dientes en una sonrisa.

—Muy bien —saco ambos helados, sirviendo una porción de ambos en la copa—. Vainilla y fresa para la pequeña princesa.

—Gracias, Thamie —acaricio su cabello.

—Claramente, te has olvidado que el helado de vainilla es mi favorito —sonrío, siempre me han gustado sus pequeñas muestras de celos.

—¿Quieres un poco?

—Bueno —procedo a tomar otra copa de la alacena, comenzando a servir el helado. 

A diferencia de mí, mi mellizo ama todo lo relacionado con la vainilla, a mí, por lo general, no me gusta. Yo soy más amante del chocolate.

—Cuando todo vuelva a su respectivo lugar, ¿vas a ir a Italia o a Suiza?

—No lo sé aún, lo más probable es que divida mis vacaciones para pasar tiempo con los dos. ¿Tú? 

Sé cuál será su respuesta, aun así, tengo la esperanza de que un día vuelva a ser el Octavio de antes, con el cual podía tener contacto físico sin restricciones.

—Esperaré a que vengan, por ahora, verlos por videollamada está bien.

Le entrego la copa con helado a mi hermano, quien la toma con cuidado y la analiza rápidamente; ya es un experto. Dada la condición de Octavio, en esta casa se procura desinfectar todos los días hasta el más mínimo lugar. Con decir que en este momento mi hermano está con guante.

—Honestamente, ya sabía esa respuesta —sonrío, procediendo a guardar los helados en su respectivo lugar.

—Thamie, yo también quiero ir contigo —ambos miramos a Sophie—. Me vas a llevar, ¿verdad?

—Claro que lo hará —responde Octavio, y se lo agradezco porque no tenía respuesta.

—Gracias.

Observo a mi hermano quien solo sonríe con incertidumbre, al igual que él tampoco me esperaba una pregunta como esa. No es que no quiera a Sophie en mis planes, el problema es que yo no tengo algún derecho sobre ella y dudo que su abuelo me permita llevarla de viaje, prácticamente soy una desconocida.

—¡Ay, no! —Salgo de mis pensamientos—. Mamá y papá no son, de seguro es visita y no quiero lidiar con gente. Por favor, hazte cargo —rápidamente sale de cocina con su helado, supongo que siempre será así. 

A mi hermano no le gusta el contacto físico, no le gusta estar rodeado de personas que no sean parte de su familia y para rematar tiene misofobia.

—Señorita Thamie, la buscan.

—¿Quién?

—El señor Neil Solimano —siento como mi corazón se tambalea.

—Es mi abuelito —dice, para salir corriendo. 

Siento un poco de nostalgia, pensé que me avisarían cuando vinieran por Sophie, pero bueno, por lo menos ella está feliz por ver a su abuelo.

Soltando un gran suspiro, me dirijo hacia la sala. Como lo dije antes, hablaré con el señor Neil y pediré su permiso para poder visitar a Sophie. Quiero saber de ella y asegurarme de que siempre esté bien. Llego a la sala, como era de esperarse, me encuentro con un hombre más o menos de la edad de papá. Él me mira con agradecimiento, pero no puedo decir lo mismo de su acompañante, a quien se le nota lo fastidiado que está.

—¡Abuelito, te he extrañado! —Exclama contenta, abrazándolo.

—Y yo a ti, mi nieta hermosa.

—Abuelito, papá y mamá están en el cielo. Ellos son mis ángeles —la mirada de él se pone triste.

—Así es. Ellos son tus ángeles de la guarda —acaricia su sien.

—Algún día los volveré a ver. Abuelito, ¿por qué no viniste a visitarme antes?

—Tenía cosas que hacer, pero ya vine por ti, para irnos a casa —Sophie niega con su cabecita.




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