Estaba siendo una tarde cálida de primavera, el sol brilla intensamente sobre el campus universitario, iluminando las sonrisas de todos aquellos que sabían lo habían logrado. La emoción y la expectativa llenaba cada uno de los corazones, pero tres chicas en específico estaban eufóricas. Osiris, Laura y Ana, mejores amigas desde siempre no cabían de la emoción. Finalmente, se sentían libres y realizadas.
Vestidas con sus togas y birretes, las tres intercambiaron una mirada antes de decir su discurso, la complicidad en ellas era única y a pesar del nerviosismo las tres sabían exactamente lo que decir y hacer frente a todos sus compañeros y profesores.
Las tres eran conocidas por el temperamento imposible y el desastre que siempre son. Los familiares de las tres jóvenes lucen emocionados, orgullosos y sumamente felices por sus chicas, pero conforme iban hablando cualquiera sonrisa se eliminó de sus rostros.
―Y ya lo saben amigos, ¡Hay que comernos el mundo y no eructarlo! ―Río Ana quien es la más ligera de lengua. ―Y no hablo precisamente de la boca. ―Las risas se hicieron generales. ―Ya en serio. ―Dio un profundo suspiro. ―Sobrevivimos al yugo de quienes nos felicitan hoy, si pudimos con eso, ¡Podemos con todo! ―Los gritos se hicieron una locura.
―No sé ustedes. ―Laura negó sin poder borrar la sonrisa de sus labios. ―La verdad no sé ni como llegué aquí. ―Todos volvieron a reír. ―Se los juro, ahora no sé qué carajos haré a partir de aquí, pero sin duda será épico. ―Los profesores iniciaron a regañarla, pero ella no hizo más que reír.
―No se preocupen, ya van a descansar de nosotras. ―Finalmente, fue el turno de Osiris. ―Mis amigas tienen razón, somos jóvenes, así que se nos vale fallar, equivocarnos y seguir adelante. Hay que comernos el mundo y aprender de todo lo vivido, hay que intentarlo una y otra vez hasta que finalmente tengamos claro lo que queremos. ―Dio un largo suspiro. ―Profesores, lamentamos mucho darles dolores de cabeza y gracias por todo. ―Todos aplaudieron animados.
―¡Nos espera las Vegas! ―Chillaron bajando de la tarima y formando ese follón que ellas acostumbran a hacer por todo.
―¿Un último recorrido, chicas? ―Preguntó Osiris con deseos de recorrer el campus una última vez.
―Un último recorrido. ―La apoyaron sus amigas.
Mientras otras universidades estaban teniendo una ceremonia divertida, Aiden y su mejor amigo Kalen permanecen rectos en sus asientos con gestos serios y prestando toda la tención del mundo a lo que estaba pasando frente a ellos.
Siempre debían ser correctos, hablar con cuidado y comportarse a la altura del apellido de sus padres y posiciones sociales. Todo fue correcto, los aplausos parecían robotizados y el discurso de agradecimiento que dieron frente a sus compañeros, familiares y profesores fue de respeto.
―Lo lograste. ―Adryan, el padre de Aiden lo miró a los ojos. ―Te permitiré viajar a América, pero siempre prudente, ¿Lo entiendes? ―Aiden asintió.
Su familia es importante y, por lo tanto, él debe cuidar cada paso que da, pero no todo es color de rosa. Quizás sus padres estén pagando algo y por eso es tan rebelde como lo es, todos pensaron que no se graduaría, pero ahí está recién graduado.
―Seré un angelito de Dios, padre. ―Adryan endureció el gesto.
―Cielo, no molestes a tu padre. ―Suspiró Amalia, la madre de Aiden. ―Por favor, cuídate mucho, ¿Sí? No se te olvide llamarme. ―Le acarició la mejilla y lo miró con amor.
―Mamá, serán vacaciones, ni siquiera recordaré que tengo un móvil.
―Aiden, es hora. ―Kalen lo llamó desde la distancia.
―Nos, vemos, prometo llamar cuando aterricemos. ―Corrió para reunirse con su mejor amigo. ―Esto será emocionante. ―Ambos estuvieron de acuerdo.
El vuelo fue largo desde Mónaco a los Estados Unidos, pero el cansancio no era suficiente como para hacerlos quedarse quietos. Ellos llegaron para divertirse y es lo que harán.
―¿No estás muy formal? ―Kalen lo miró con desagrado. ―No estamos en Mónaco, amigo, aquí podemos ser lo que queramos ser. ―Bromeó. ―Ponte algo más, no pienso salir con un estiradillo de mierda. ―Ambos carcajearon.
―Bien, usaré mi estilo de chico malo. ―Le guiñó y corrió a su maleta para sacar unos pantalones azulones, una camiseta negra y su cazadora de cuero negro favorita. Tras calzarse las deportivas blancas salieron dispuestos a divertirse.
El ambiente estaba como ellas lo predijeron, emocionante, candente y hecho una locura. Las amigas brindaron, bailaron y jugaron a las máquinas hasta darle a un premio bueno. La celebración no se detuvo ni un solo segundo, ellas estaban dispuestas a ser las reinas de la noche y eso no fue difícil.
―Rayos. ―Aiden gruñó al ser chocado por una castaña. ―Cuidado, guapa, este poderoso cuerpo puede hacerte daño.
―¿En serio? ―Osiris ladeó la sonrisa. ―Quizás me encanta ese tipo de daño. ―Ella ya estaba bastante ebria al igual que él.
―No pidas algo de lo que te puedes arrepentir después. ―La miró con burla. ―Muchas dicen aguantar y después de tres rondas se echan. ―Osiris echó mano de una botella y tirando de él lo acercó a la mesa.
―Veamos aquí quien aguanta. ―Miró a Kalen que ya estaba besándose con Laura. ―Tu amigo quedará besando el piso. ―Aseguró ella riendo.
―Lo único que besaré son esos labios rosas que tienes. ―Osiris carcajeó.
―Ni en tus sueños, guapo. ―Aiden agrandó la sonrisa.
―Bien, si yo me mantengo en pie hasta el final, me deberás un beso. ―Osiris frunció el ceño, pero ella estaba lo suficientemente ebria como para no pensar.
―¡Hecho! ―Aceptó. ―Si soy yo quien queda de pie, tú nos pagarás todo el consumo de los siguientes tres días. ―Aiden rio demasiado divertido.
―No creí que fueras tan directa, osita. ―Susurró. ―Quererme a tu lado durante toda tus vacaciones es algo que no me negaré a hacer.
―Oh, cállate. ―Lo señaló. ―Hablé de pagar no de pasar el tiempo juntos.
―¡Cásate con ella, amigo! ―Gritó Kalen. ―Es la tuya.