Alyssa.
Me despierto sobresaltada en una habitación que no reconozco, entre unas sábanas suaves en una amplia cama de matrimonio.
Me incorporo rápidamente e intento recordar qué es lo que ha pasado y caigo en la cuenta de que caí dormida gracias al extraño líquido del pañuelo que me puso en la boca aquel hombre.
Tengo un fuerte dolor de cabeza que hace que me lleve las manos a esta, entonces es cuando me percato de que que en una mesilla al lado de la cama hay un vaso de agua y una pastilla con un papel en el que pone: "Para el dolor de cabeza, tómatelo."
No me hace falta pensarlo ni dos segundos, ni de broma me voy a tomar algo que me dan mis secuestradores, estaría fatal de la chaveta si lo hiciera.
Además al estar acostumbrada a tener migrañas, este dolor de cabeza no es nada comparado con otros que me han dado, este es fácil de soportar.
Al levantarme de la cama me palpo todo el cuerpo en busca de algún signo de lesión y al no encontrar nada me tranquilizo un poco.
Realmente me encuentro muy nerviosa y alterada, cosa que se puede ver en mis brazos rojizos de lo tanto que me estoy rascando, me obligo a parar para no acabar rasgándome la piel. Es una manía un tanto extraña que tengo desde pequeña y que hago cuando estoy muy nerviosa.
Observo con detenimiento y examino la amplia estancia en la que me encuentro, es bastante grande y lujosa.
La gran cama tiene unas sábanas color rosa pastel muy claro el cual le da un aspecto muy fino y elegante a la habitación en general, tiene un cabecero bastante grande con detalles fruncidos con un fino hilo dorado y también hay varios cojines sobre ella.
Las paredes de la habitación son de color blanco y hay unos cuantos cuadros con imágenes de paisajes colgados sobre ellas, hay un gran tocador con un espejo muy hermoso que está bordeado con detalles florales bañados en un color dorado con un brillo precioso. Así como también hay varios muebles blancos, 2 sillones color beis, una mesa baja, una televisión, una puerta que debe ser un baño y finalmente la puerta de la habitación.
Mentiría si dijera que no estoy asustada pero las ganas de salir de este cuarto en el que estoy encerrada son mayores que ese miedo que tengo. Camino hacia la puerta de la habitación y tras varios intentos por abrirla me acabo rindiendo con eso. Es obvio que no me iban a encerrar en un sitio con la puerta abierta, mucho sentido no tendría.
Me he dado cuenta de que seguramente ese somnífero que me hizo dormir tenía efectividad durante un corto plazo y seguro que quién me encerró aquí sabe de eso y como consecuencia sabrá que me he despertado y probablemente venga pronto a buscarme, tengo que salir de aquí ya.
Pienso y pienso en cómo escapar de aquí pero no se me ocurre nada, me deslizo sobre la puerta acabando así sentada en el suelo abrazando mis rodillas y con la cabeza sobre ellas.
En ese instante me doy cuenta de que la habitación tiene una ventana, así que me pongo rápidamente de pie y corro hacia ella. Para mi sorpresa cuando la intento abrir esta cede, permitiéndome así asomar la cabeza.
Estamos a las afueras de New York en uno de los barrios más caros de esta ciudad, lo reconozco debido a la gran fila de casas gigantescas que hay.
— Dios mío que coño hago aquí — digo en voz baja.
Es de noche pero no cerrada aún, así que calculo que serán alrededor de las nueve y media y que habré dormido como una hora y media tal vez.
Un pensamiento cruza fugazmente por mi mente.
— Lo mismo puedo tirarme por la ventana.
En ese momento miro hacia abajo y pego una risotada por la idea tan descabellada que había pensado. Inmediatamente me tapo la boca, no me conviene que se den cuenta de que ya estoy despierta.
Son 4 jodidos pisos de altura, acabaría espachurrada como una ciruela cuando la pisas, no quiero acabar como una ciruela espachurrada.
Pero al mirar hacia la derecha me doy cuenta de que hay un tubo con unas enredaderas justo al lado de la ventana, lo agarro con la mano y lo aprieto, parece resistente, creo.
Y claramente en vez de ser una persona normal me voy a bajar por ahí, creo que podría aguantar mi peso y la verdad es que no me quedan muchas más opciones y definitivamente tengo claro que no me pienso quedar esperando a que vengan a por mí, no, no lo haré.
En la fachada hay algunos salientes que hacen como una especie de bordillos de anchura no más de diez centímetros, eso me podría ayudar— o por lo menos espero que lo hagan—.
Es una locura hacer lo que voy a hacer pero... no me voy a quedar a espensas de lo que quien quiera que esté detrás de todo esto vaya a hacerme y tirarme por una ventana ayudándome de un tubo que probablemente pueda caerse en cualquier momento es mi mejor opción, aunque me da la sensación de que una caída desde un cuarto piso no sería muy agradable.
Me aparto de la ventana y empiezo a buscar con desesperación algo por la habitación que me sirva para defenderme pero no encuentro nada.
Es entonces cuando decido entrar a lo que creo que es el baño para ver si ahí hay algo que me valga, algo afilado o puntiagudo,efectivamente lo es, es un baño.
Me pongo de rodillas y busco por los mueblecitos que hay debajo del lavabo unas tijeras o algo pero nada, solo hay vendas, esparadrapos,jabones, cremas y poco más.
Entonces levanto la cabeza por encima del lavabo y observo el espejo. Me pongo de pie y veo que es más simplón que el del tocador, no es tan majestuoso.
Tal vez pueda romperlo y coger un trozo a modo de cuchillo por si vienen a por mí cuando esté intentando escapar.
Es ahí cuando se escucha un fuerte golpe y algo rompiéndose en pedazos.
Me arrodillo en el suelo sujetando mi mano izquierda y mordiendo la tela del kimono para no gritar de puro dolor, lágrimas resbalan por mi rostro y el dolor que siento es punzante y horrible.
Cuando ya me he calmado y dejado de llorar, miro mi mano. No sé que expresión puse pero de seguro fue una de espanto y miedo. Tengo la mano en un puño,está ensangrentada y con algunos pequeños cristales clavados en ella, tiene una pinta desastrosa y el dolor que siento es tan intenso hasta el punto de que creo que voy a desmayarme pero entonces recuerdo dónde estoy, que estoy atrapada y que tengo que escapar de este lugar. Intento dejar el dolor en segundo plano pero es demasiado. Pienso en que si no me curo la mano podría ponerseme fatal así que me arrastro hacia el mueble y rebusco, cojo unas vendas, un bote de alcohol y una crema que parece que es calmante.