Alyssa.
Durante unos instantes soy capaz de apreciar que sus facciones han tomado un gesto de sorpresa por la respuesta que le he dado- hasta a mi misma me ha sorprendido lo que dije-, ha sido solo un par de segundos tan rápidos que por un momento pienso que tal reacción no se ha llegado a dar. Independientemente de si se vio o no sorprendido ahora ha adoptado un semblante glacial y sus ojos inexpresivos me fulminan con la mirada tan cerca de mi que noto levemente sus labios rozando con mi nariz. Nuestros ojos están muy cerca, me presta una mirada inquisidora como intentando descifrarme o como si quisiera meterse en mi mente a lo que yo permanezco impenetrable y la sonrisa que esbocé anteriormente ha dado paso a un rostro hierático que le mira desafiante.
Después de un par de segundos que a mi me parecen eternos se aparta de mi haciendo distancia entre nosotros produciendo así que pueda volver a respirar con normalidad y el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo es expulsado pesadamente por mi boca. Inmediatamente después de que el espacio se haya abierto entre nosotros y la tensión haya desaparecido- aunque que esa sensación haya desaparecido no quita que sigo estando totalmente alerta- un dolor intenso me recorre por todo el cuerpo y recuerdo mi mano la cual me duele muy intensamente de una manera bastante tortuosa. Por unos momentos que mi mente estaba atenta a otras cosas el dolor producido por mi mano era inhibido pero ahora que la situación ha cambiado vuelvo a sentir el suplicio desgarrador que me provoca y hago una mueca de dolor que intento ocultar pero es un esfuerzo en vano ya que estoy segura de que lo ha notado.
-Estás muy pálida- me dice con un tono de preocupación que cualquiera diría que es inexistente por la expresión tan fría con la que me mira como si de un tempano de hielo se tratase.
Le ignoro completamente debido al dolor que siento, mi cabeza palpita y me duele con tanta fuerza todo el cuerpo -específicamente la mano izquierda donde el dolor es intensificado por mil- que siento que en cualquier momento me voy a desmayar. Mi vista comienza a nublarse y empiezo a ver doble al hombre del cual desconozco su identidad, mi cabeza está dando vueltas y siento como que me estoy tambaleando. Noto que el chico se acerca a pasos lentos con los brazos algo elevados, creo que me está hablando pero no oigo nada a mi alrededor. Llevo mi mirada hacia la mano herida y cuando me fijo en ella una expresión de horror mezclada con dolor cubre mi rostro, la venda con la que la cubrí a duras penas y que en su origen era de un blanco impoluto ahora ha pasado a teñirse completamente de un intenso rojo escarlata, no queda ni un solo resquicio de lo blanca que era antes. Sangre. Mucha sangre. Demasiada sangre.
Miro nuevamente al chico que ahora está posicionado a mi lado, noto que me dice cosas pero no logro identificarlas, cada vez sube el tono de su voz más y más pero sus esfuerzos son en vano. Noto que me empiezo a ladear hacia un lado y en ese entonces me doy cuenta de que he dejado de sentir mis piernas y que me empiezo a caer hacia el suelo de forma inevitable, justo cuando creo que me voy a desparramar sobre el césped unos brazos anchos me sostienen con fuerza e impiden mi contacto con el suelo. En ese momento una imagen aparece en mi cabeza durante un breve instante, una imagen de lo último que vieron mis ojos antes de caer dormida por el extraño líquido del pañuelo cuando salía de kárate. Entonces reconozco a ese chico y varios engranajes empiezan a funcionar en mi cabeza y hacen clic, es la misma persona que me puso aquel pañuelo en la boca y también la misma persona que no se disculpó de mí al darme al salir de la cafetería y que posteriormente se esfumó por las calles en un muy lujoso auto negro. ¿Quién narices es?
Intento zafarme de su agarre perro mis brazos no responden a las órdenes que les manda mi cerebro. Empiezo a ver motitas negras que cada vez se hacen más y más grandes. Mis ojos se empiezan a cerrar y él comienza a gritarme cosas, creo que me dice que no cierre los ojos, que no los cierre que no los cierre pero ya es demasiado tarde porque se han cerrado completamente sumergiéndome así en una oscuridad infinita.
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Cuando me despierto lo primero que ven mis ojos es es un techo beis con una muy elegante lámpara de araña con cristalitos colgando y con trazos dorados.
"Otra vez dentro de esta dichosa mansión de ricos." Pienso a la vez que que suelto un suspiro de resignación.
A medida que voy haciendo un barrido por toda la habitación me voy dando cuenta de que es más grande que la anterior en la que estuve y cuando me paro a ver la ventana suelto una pequeña risa interior al ver que es una ventana con barrotes.
"Vaya, por qué será."
Cuando termino de examinar la habitación me doy cuenta de que no soy la única persona dentro de esta cuando me topo con una mirada de ojos marrones de una persona que está sentada al lado izquierdo de la cama en una silla de madera. Me quedo mirándola un segundo hasta que me percato de la situación tan extraña de que pensaba que estaba sola cuando en realidad no lo estaba, no había notado su existencia y entonces pego un grito y a la vez salgo rápidamente de la cama de un salto.
Cuando me pongo de pie noto el frío contacto del suelo y veo que estoy descalza, a su vez también siento que algo me tira del antebrazo derecho y cuando miro en esa dirección observo que tengo una aguja clavada con un esparadrapo sobre ella. Abro los ojos como platos y voy subiendo la mirada hasta que me encuentro un gotero y en ese instante mi cara hace una mueca de miedo.
"Ay dios mío que me han envenenado y me estoy muriendo lentamente sin darme cuenta." Es el primer pensamiento que se me pasa por la cabeza e interiormente empiezo a rezar un padre nuestro esperando que no me hayan envenenado ya que no quiero morir tan joven sin haber vivido una historia de amor de enemies to lovers como la de Cardan y Jude en la saga del Príncipe Cruel.
Inmediatamente me quito la aguja de un tirón.