Prólogo

-Trazzy no quiero quedarme aquí. Bajo sus normas. Quiero irme. Y quiero irme contigo -dijo Trent cogiéndola de las dos manos-.

-Pero no podemos, los últimos que lo intentaron acabaron muertos. Son sus reglas y tenemos que cumplirlas... -le replicó Trazzy-.

-No, si nos quedamos no tendremos oportunidad alguna en la vida. Y si intentamos salir por separado también acabaremos muertos. Sé que también quieres salir de este sitio. Deja me sacarte de aquí. Mañana harán una hora sin vigilancia por el funeral del gobernador. Nos iremos con ventaja y no se darán cuenta hasta más tarde. Y aunque nos encuentren no dejaré que te hagan daño. Lo prometo.

Ella pareció pensárselo, pero rápidamente contestó- está bien. Mañana a las 23:00 en la puerta de la torre.

Tren sonrió- te quiero, ¿lo sabes?

-Sí, me lo dices cada vez que tienes que despedirte de mí. Aunque solo sea un ratito.

-Lo sé, me encanta decírtelo. Te quiero, te quiero, te quiero... -ella rió-.

-Ya, vale, yo a ti -dijo aún riendo-.

-No se lo digas a nadie. Solo despidete y no te lleves nada que pueda dar a conocer nuestro paradero o que da a entender que te has ido para siempre o que no volverás.

-No soy tonta.

-Me gusta prevenirte.

El resto del día lo pasaron en el prado hablando y riendo aunque en el fondo estaban algo preocupados. No sabían que había detrás de aquella puerta y una vez entraran no habría vuelta atrás. Sabían que era peligroso, pero les daba igual. Preferían morir intentando escapar a quedarse en aquel lugar de por vida.
La muerte del antiguo gobernador había dado lugar a que el nuevo hiciera una hora sin vigilancia y ese era su pase a la libertad. O por lo menos al intento de libertad. Llevarían ventaja y tendrían una mínima posibilidad de lograrlo. De descubrir que había al otro lado de aquello a lo que ellos llamaban hogar. Un mundo regido bajo una leyes absurdas de gente que los usaba como experimentos.
Imaginaban que su viaje estaría lleno de pruebas cada vez más difíciles, pero lo que se encontrarían sería mucho peor.