Recomendación Literaria
—Lucas, por favor espera, vas a hacer que me caiga —pido con voz suave.
—¡Cállate Nicol! —me lleva hasta la iglesia—, estas con una enorme falta.
—Lo sé, perdóname, no quise hacerlo.
Cuando llegamos me conduce a una habitación que parece un cuarto de torturas, de pronto sujeta mis manos por arriba de mi cabeza con ayuda de unas esposas a un círculo de metal pequeño que cuelga del techo.
—Lucas, ¿qué estás haciendo? —Todo esto me asusta, es la primera vez que veo este lugar.
—No quiero escucharte decir ni una sola palabra, todo lo que sale de tus labios son mentiras —no grita, pero está muy enojado y me lo hace saber.
—Perdóname por favor —mi voz sale en súplica.
—A mí no me pidas perdón, pide que te perdone el señor, porque a él le has fallado —en su mano tiene un látigo parecido al que vi en el baúl de Santore—, has corrompido tus labios —pasa sus dedos con fuerza por mi boca—, has dejado que toque tu cuerpo.
—No, Lucas, no hagas esto —Me siento aterrada porque estoy sin poder defenderme de lo que quiera hacerme.
—Vas a saber que todo acto malo merece un castigo —me golpea con el látigo en la espalda y grito pidiendo que se detenga—, ¡tenías que guardar tu castidad y pureza! —vuelve a darme otro latigazo y algunas lágrimas se escapan.
—Lucas, por favor… perdóname.
—Aún no has cumplido con tu penitencia —Me da otro golpe con el látigo y me estremezco del dolor, pica, arde y quema en donde cayó, pero eso a él poco parece importarle.
Con cada golpe sale un grito desgarrador de mi garganta, quiero que pare, que se detenga y me suelte. No puedo soportarlo más.
—Por favor… detente —balbuceo.
—Empieza a rezar Nicol, reza mucho para que pueda perdonarte.
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