Capítulo II: Primer Encuentro

Durante los siguientes dos años jamás tuve contacto con esas mujeres. Solo un par de veces vi que saludaban a mis abuelos en la tienda o en el mercado saludos que mis abuelos respondían cortésmente.

Un día regresaba de la escuela, sola, me extrañó que ninguno de mis abuelos fuera por mí. No solía ocurrir, pero en situaciones como está tenía claro que debía regresar rápidamente a casa. Así lo hice, caminaba con la cabeza en las nubes, estar allí calmaba mi estrés. Sin embargo, cuando llegué a la esquina de mi casa sentí un horrible escalofrío que me hizo volver de golpe a la realidad.

La anciana de la “familia prohibida” estaba ahí de pie frente a su casa, me observaba con su mirada penetrante que me robaba el aliento, inexplicablemente me sentía en peligro y esa mujer podía percibir mi miedo me di cuenta por la maquiavélica sonrisa en su rostro. Me encontraba a solo dos casas de mi casa, solo unos pasos y estaría a salvo, pero esos pasos incluían caminar frente a la casa de esa señora. No entendía era tanto mi terror que no podía moverme la presencia de esa mujer me había inmovilizado. Transcurrieron un par de minutos y finalmente mi cuerpo, aunque tembloroso, respondió y logré dar un paso, pero me detuve en seco al ver que sus dos hijas y sus dos nietas aparecieron de la nada, cada una se posicionó en un punto estratégico del frontis de su casa y me observaban sin pestañear. La que más miedo me daba era la que parecía liderar el grupo, su aspecto atlético, rostro y nariz alargados, frente ancha, ojos negros y oscura mirada parecía que quería robarte las entrañas.

Finalmente, avance, me sentía como Blanca Nieves cuando ingresa en el pantano al huir de su madrastra. Caminé hacía mi casa y cuanto más avanzaba empecé a escuchar sonidos de animales hechos por aquellas mujeres, hacían sonidos de vaca (mugían) y cuervos también silbaban como cuándo llamas un perrito y arcadas muchos sonidos de arcadas más y más fuerte. También hablaban, aunque al principio no entendía muy bien lo que decían alcancé escuchar un comentario - tu madre es una puta - jamás en mi vida había escuchado esa palabra y mucho menos sabía lo que significaba. Mi corazón se aceleró parecía que se iba a salir de mi pecho, me encogí y trataba de caminar lo más rápido posible, no me sentía capaz de levantar la cabeza, sudaba, me temblaba la mandíbula y tenía mucho frío. Estaba aterrada.

Logré llegar a casa.

Durante los siguientes dos años jamás tuve contacto con esas mujeres. Solo un par de veces vi que saludaban a mis abuelos en la tienda o en el mercado saludos que mis abuelos respondían cortésmente.

Un día regresaba de la escuela, sola, me extrañó que ninguno de mis abuelos fuera por mí. No solía ocurrir, pero en situaciones como está tenía claro que debía regresar rápidamente a casa. Así lo hice, caminaba con la cabeza en las nubes, estar allí calmaba mi estrés. Sin embargo, cuando llegué a la esquina de mi casa sentí un horrible escalofrío que me hizo volver de golpe a la realidad.

La anciana de la “familia prohibida” estaba ahí de pie frente a su casa, me observaba con su mirada penetrante que me robaba el aliento, inexplicablemente me sentía en peligro y esa mujer podía percibir mi miedo me di cuenta por la maquiavélica sonrisa en su rostro. Me encontraba a solo dos casas de mi casa, solo unos pasos y estaría a salvo, pero esos pasos incluían caminar frente a la casa de esa señora. No entendía era tanto mi terror que no podía moverme la presencia de esa mujer me había inmovilizado. Transcurrieron un par de minutos y finalmente mi cuerpo, aunque tembloroso, respondió y logré dar un paso, pero me detuve en seco al ver que sus dos hijas y sus dos nietas aparecieron de la nada, cada una se posicionó en un punto estratégico del frontis de su casa y me observaban sin pestañear. La que más miedo me daba era la que parecía liderar el grupo, su aspecto atlético, rostro y nariz alargados, frente ancha, ojos negros y oscura mirada parecía que quería robarte las entrañas.