Capítulo VI: La Hija de la Bruja

Una hora después abrí los ojos que estaban hinchados y ardían, observé a mi alrededor y todo parecía estar tranquilo. Me incorporé, lavé mi cara y me puse a hacer mi tarea. Mientras me acomodaba sentí un ardor en la pierna, revisé y tenía una herida (raspón) seguro me la hice con la bicicleta al tratar de entrar desesperadamente en la casa.

Saqué mis cuadernos para hacer mi tarea y con eso distraerme un poco, de hecho, la empecé hacer cuando de pronto escuché unos gritos.

Era la hija menor de la abuela bruja empezó a echar maldiciones a través del tragaluz de nuestra casa. Y yo que pensé que había tenido suficiente por ese día, ¡que ilusa!

Mi casa era de un solo piso techado. La casa de las señoras tenía segundo piso techado es decir estaban un piso más arriba, esa ventaja hizo que está mujer, la más violenta y agresiva de esa manada, desde su segundo piso grite a todo pulmón insultos, injurias, ofensas, groserías hablaba en un idioma que no entendíamos, blasfemaba. La voz ensordecedora de esa mujer retumbaba por toda la casa y nos tuvo así por más de una hora.

Yo solo me escondí en uno de los cuartos tratando de ignorar lo que la mujer decía de mi madre, de mi familia y de mí. Solo me quedó cubrir mis oídos con mis temblorosas manos.

Es difícil poder encontrar las palabras adecuadas que expliquen lo que sentía más cuando eres niña, pero miedo y terror considero lo más cercano para describir cómo me sentía en ese momento.

El acoso constante me había generado episodios de ansiedad me arrancaba las uñas con los dientes hasta sangrar, diariamente me daba atracones nocturnos y me sudaban las manos. Fue tanto el hostigamiento que el solo hecho de regresar a casa y estar a la esquina de esta, me generaba un hueco en el estómago, sudor frío, no poder tragar saliva, respiración contenida y mi cuerpo temblar sin control. A veces correr funcionaba, pero en otras ocasiones tenía que pasar frente a ellas y mi temor y angustia era evidente y era obvio que esas, brujas, lo disfrutaban.