Camila.
Entro, iluminándome con la linterna. No me atrevo a encender la luz, aunque es poco probable que Dean haya regresado antes que yo.
Necesito un buen plan...
Me cuelo a la cocina y en la penumbra me preparo un sándwich. Aunque estuve en la fiesta, casi no comí nada. Como de costumbre.
Termino rápidamente mi pequeña cena y la acompaño con un vaso de agua. ¿Y a dónde voy con tanta prisa? Lo más probable es que él esté allí hasta la mañana. Y aunque no... ¿qué me va a hacer, en realidad?
Encuentro palomitas en las profundidades del armario y las meto al microondas. En el refrigerador todavía queda un poco de jugo. Vierto las palomitas en un tazón hondo y llevo todo a la sala. Me acomodo en el sofá y enciendo el televisor.
¡Por fin voy a terminar de ver esta película!
Bajo el volumen al mínimo y trato de no hacer ruido con las palomitas. Todo el tiempo estoy atenta a los sonidos en la casa. Me bastarán unos segundos para levantarme de un salto y escapar a la habitación.
¡Por fin llegó esta escena! Me siento más derecha y miro fijamente la pantalla. El protagonista le declara apasionadamente su amor a la heroína y la besa. Me quedo inmóvil, incapaz de transmitir todo el espectro de emociones que siento.
—Así que eres una romántica —suena depredadoramente justo sobre mi oído.
Me estremezco y me muevo hacia adelante, pero la mano de Dean me devuelve hábilmente a mi lugar. El chico se agacha en cuclillas y apoya la barbilla en el respaldo del sofá, justo cerca de mi cuello.
—¿Y a dónde ibas? —pregunta con tono siniestro, y aprieto fuertemente los labios.
¡Estaba tan atenta! ¿Cómo pude no haberlo escuchado? Debí haber visto la película en la habitación.
Pero a quién engaño. Lo hice a propósito. Quería provocar a Dean. Y ahora él definitivamente me va a provocar a mí.
—¡Suéltame! —la voz traidoramente se quiebra en un chillido.
Su aliento caliente quema sin piedad mi piel delicada. El ligero aroma a mora penetra profundamente en mi nariz, juega con mis sentidos y derrite mi cerebro, dejándome incapaz de mantener la compostura.
—Primero hablemos —Dean suelta mi hombro, pero deja la mano cerca para atraparme rápidamente—. ¿Qué fue eso?
—¿Dónde? —finjo no entender.
Se inclina aún más cerca de mi oído. Un ejército de escalofríos recorre mi cuerpo.
—En la fiesta —susurra quedamente. Siento una descarga eléctrica que atraviesa hasta la punta de mis dedos.
—Más específico, por favor —me trabo ligeramente y trago saliva demasiado ruidosamente.
Dean se estremece y exhala pesadamente. Así que este juego se puede jugar entre dos. Solo que yo no voy a poder...
Me odio por esto. ¿Qué pasó entre nosotros que reacciono tan sensiblemente a él? ¡No quiero esto!
—Puedo demostrártelo —dice astutamente y toca mi barbilla con los dedos.
A tiempo lo agarro de la mano y la aparto, alejándome aunque sea unos centímetros.
—No hace falta —declaro firmemente, tratando con pánico de idear algún plan.
Pero en lugar de cerebro, gelatina derretida. No puedo concentrarme. Por su culpa. ¿Qué me pasa?
—Entonces te escucho —Dean salta ágilmente el sofá y se sienta a mi lado.
Bajo la mirada y la clavo en la alfombra. ¡Qué lindo diseño! Tan tranquilizador...
—¿Qué quieres oír? —pregunto sin levantar los ojos.
¿En serio voy a hablar con él sobre esto?
Editado: 29.10.2025