Cariño con efectos secundarios

20.

Dean.

¿Dónde se habrá metido Kir? Me siento en un taburete alto y apoyo los codos sobre la mesa. La fiesta de este año no me ha emocionado. Esperaba algo más.

Aunque, ¿a quién engaño? En realidad me aburrí justo después de que Camila huyó. Esa escapada fue inesperada. Recuerdo sus labios suaves, cómo temblaba en mis brazos... Se abría lentamente... Ufff, es el mejor beso que he tenido. Y yo que pensaba que Camila ni siquiera sabía besar. Cuánto desconocía sobre ella. Y sigo sin saber.

Pero quiero volver a sentir sus labios sobre los míos. Sumergirme en su aroma suave y floral. Estrecharla contra mí...

¡Espera, alto! ¡Algo me está llevando por el camino equivocado!

Me doy palmadas en las mejillas, tratando de sacar de mi cabeza las imágenes molestas. En ese momento Kir entra en la habitación.

—¿Qué te pasa, amigo? —pregunta con voz exageradamente preocupada.

—Intento no quedarme dormido —miento, esperando que no me descubra.

Al menos no de inmediato. Mi amigo asiente con comprensión y luego muestra su botín.

—¿Vamos con las chicas, eh? —pregunta alegremente.

De inmediato me bajo del taburete y me cuadro. Necesito descansar y relajarme. Definitivamente estoy perdiendo la cabeza si me he obsesionado con Camila.

Salimos al salón principal y nos sumergimos en la multitud que baila. Una chica se acerca a mí por detrás, pone las manos sobre mis hombros y empieza a moverse al ritmo de la música. Me sorprendo a mí mismo buscando a Camila con la mirada. ¿Pero qué me está pasando?

Por cierto, ¿dónde está ella?

De repente mi mirada se posa en Verónica. Está sentada en el regazo de un chico, conversando animadamente. Aparto bruscamente a la desconocida y me dirijo directamente hacia la amiga de la catástrofe andante. Me detengo junto a la mesa y carraspeo en voz alta. Vero levanta los ojos y me mira con sorpresa.

—¿Qué quieres, Dean? —pregunta con descaro.

—¿Dónde está Camila? —un nudo de ansiedad se me sube a la garganta.

Ella anda por ahí sola. Y eso no es seguro en esta etapa de la fiesta.

—¿A ti qué te importa? —Verónica entrecierra los ojos con astucia y me mira desde debajo de sus espesas pestañas—. ¿Vas a molestarla otra vez?

—Voy a ajustar cuentas con ella por la travesura de hoy —resoplo, cargando mi voz de indignación—. Entonces, ¿dónde está?

—Ajá, claro que te lo voy a decir —la chica suelta una risita—. Yo, por cierto, soy su amiga. Anda a pasear, Dean. Estorbas.

Aprieto los puños, apenas conteniéndome de hacer un comentario mordaz. Me doy la vuelta hacia la pista de baile. Pero no doy ni unos pasos cuando alguien me agarra del brazo. Miro y veo a una chica.

—¿Oí que estás buscando a Camila? —pregunta, y no logro recordar quién es—. Pues se fue a casa. Hace casi una hora ya.

—¿Estás segura? —pregunto sorprendido.

—Sí, la vi salir de la casa. Definitivamente no fue solo para tomar aire —responde con seguridad.

—Gracias —digo y cambio de dirección.

A Kir ni siquiera vale la pena pedirle que me lleve ahora. Y tampoco tengo ganas de explicar las razones. Así, tal vez ni se dé cuenta de que me fui antes. Salgo a la calle y saco el celular. Ni un solo taxi en varios kilómetros. Vaya lugar eligieron los padres de Erika...



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 29.10.2025

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