Cariño con efectos secundarios

22.

Camila.

Cierro la puerta de un portazo. Tan fuerte que se desprende un pedacito del marco. Giro la llave en la cerradura, presa del pánico, y la dejo ahí.

Me deslizo lentamente hasta el suelo y me toco los labios con el dedo. Están ardiendo... Y eso que ya pasó mucho tiempo desde el beso. Casi lo repetimos... Él casi lo repitió.

¿Qué clase de pregunta provocadora fue esa? ¿Pensó que iba a intentar demostrar mis habilidades otra vez? ¿Para qué?

¿Será posible que yo, Camila Álvarez, haya logrado afectar a Dean, mi peor enemigo? Nos odiamos desde la infancia. Pero del odio al amor... hay un solo paso.

Uf, Camila, ¿te has vuelto completamente loca? ¿Qué amor? ¿Con quién, con Dean?

Me pongo de pie y aprieto los puños con fuerza. El aturdimiento momentáneo parece haber pasado. Puedo volver a pensar con claridad.

Dijo que pensaba que no sabía besar. Ja, ¿en serio? Ya tengo diecinueve años y sé lo que son las relaciones. ¡Prepárate, Dean, te voy a enseñar a no burlarte de mí!

El cansancio se hace sentir, y decido posponer mi genial plan de venganza hasta mañana. Lástima que en mi habitación no haya baño propio. Tendré que acostarme sucia. Pero definitivamente no quiero encontrarme con Dean otra vez. Ya fue demasiado por una noche.

Me tiro en la cama y cierro los ojos. Ni siquiera noto lo rápido que me quedo dormida. Por la mañana me despierta esa misma horrible melodía. ¡¿Pero cuándo tuvo tiempo?! ¡Si yo la cambié de vuelta!

Saco la mano de debajo de la cobija y tanteo la sábana. La alarma del teléfono suena tan fuerte que mi cerebro está a punto de explotar. ¡¿Dónde se metió?! Hiervo mentalmente al darme cuenta de que voy a tener que salir de mi refugio acogedor para apagar esta horrible melodía. Saco la cabeza de debajo de la cobija y apenas logro abrir los ojos. El teléfono está junto a mí en la almohada. En la pantalla brilla un mensaje: "Buenos días, princesa". Al tocar el botón de apagado, pongo en ese gesto toda mi rabia. ¡Odio cuando me llama así!

¿Y por qué pensé inmediatamente en Dean?

Me incorporo en la cama y cambio tercamente la melodía de vuelta. Y de paso, la contraseña. El estómago emite un breve gruñido. No estaría mal comer algo. Solo que, ¿cómo?

Me acerco cautelosamente a la puerta y escucho. Miro el reloj: las ocho de la mañana. ¿Tal vez todavía esté durmiendo?

Me cambio a ropa de estar en casa y abro la puerta sin hacer ruido. Asomo la cabeza al pasillo. Silencio. Hasta da un poco de miedo. Avanzo de puntillas y me acerco a la barandilla. Me asomo hacia abajo y apenas contengo la risa. Dean está durmiendo en el sofá, abrazando una almohada enorme. Apunto rápidamente con la cámara, tomo varias fotos, vuelvo a la habitación y tomo mi neceser.

Bajo en silencio y me acerco más. Escucho atentamente. Dean ronca plácidamente, sin sospechar lo que le espera.

Desenrosco la tapa del brillo labial y acerco el aplicador con cuidado a sus labios. Hago un trazo ligero. Dean murmura algo ininteligible y abraza la almohada con más fuerza. Hago otro trazo en el labio inferior. Precioso.

Apenas logro contener la risa triunfal y paso a los ojos. Dibujo dos grandes delineados y aplico un poco de sombras. Hasta le tengo un poco de envidia. Dormir tan profundamente, especialmente después de lo que pasó entre nosotros ayer. Soñé toda la noche con ese beso. Y lo peor es que me desperté con los labios completamente mordidos.

Cada vez me gusta menos mi propia reacción ante él.

Me sobresalto cuando la mano de Dean me agarra de repente del antebrazo. Me sacudo, tratando de soltarme. El contenido del neceser se desparrama por el suelo.

—¿A dónde vas? —se gira boca arriba y me jala hacia él.

Pierdo el equilibrio y caigo sobre él. Entre nuestros rostros hay apenas unos centímetros. Dean me mira fijamente a los ojos. Parece que me he metido…



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 29.10.2025

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