Camila.
—¿Qué tal si hacemos una tregua? —miro atentamente a los ojos del chico, a ver si consigo hipnotizarlo, jaja—. Ya no somos unos niños. Al menos hasta que lleguen mis padres.
—¿Tienes miedo de perder conmigo? —en los labios de Dean juguetea una sonrisa depredadora. Por supuesto, está muy satisfecho consigo mismo—. ¿O qué?
—No tengo miedo —digo con desafío, y en los ojos del chico se enciende un fuego. Ahora seguro que me hará arrepentirme de mis palabras—. Solo quiero pasar estas pequeñas vacaciones sin estrés. ¿Acaso te gusta moverte por una casa llena de trampas?
—No mucho —Dean sonríe torcidamente, pero no aparta la mirada de mí.
Ya está tramando algo... Y eso no me gusta naaaaada.
—Ahora me debes una por haberte salvado —dice muy astutamente.
Pongo los ojos en blanco y suspiro con fuerza. ¿Adónde quiere llegar este chico, eh?
—¿No te fue suficiente con el beso? —quería mucho que esto sonara seguro y efectivo, pero no pude aguantar y bajé la mirada.
Esta camiseta resalta tan bien sus músculos... Me muerdo el labio, deslizando la mirada por la tela ajustada.
—No parecía que estuvieras muy en contra —esos ojos azul oscuro seguro que me van a volver loca.
—Estaba jugando, en realidad. Porque no quería besar también a ese. No sé cómo se llama —digo indignada.
Dean estalla en carcajadas de inmediato. Le doy un puñetazo ligero en el pecho. Nuestras miradas vuelven a chocar. La mía arde de rabia. Y la suya... me derrite y me hace olvidar todo lo que me rodea.
—Estoy en shock contigo —dice—. ¿Así que jugabas también con desconocidos?
—Estaba Verónica —no sé por qué me justifico—. No pensaba jugar. Ya habían estado jugando un rato sin mí. Y además, todo fue culpa de Allen.
—Extrañas a tu ex —Dean me mira más atentamente a los ojos, como si intentara leer la respuesta allí.
—No es asunto tuyo —suelto bruscamente y extiendo los brazos hacia adelante—. Ya, déjame pasar.
¿Por qué le interesa tanto esto, eh?
—¿Y eso por qué? —Dean se inclina un poco más cerca, y yo me hundo con la espalda directamente contra la mesa.
—Dean, ¿qué quieres de mí? —pregunto directamente—. ¿Para qué juegas conmigo?
—Nada —se aleja de repente—. Te has imaginado demasiadas cosas, pequeña.
Con estas palabras se da la vuelta y camina directamente hacia la salida. De rabia agarro una toalla y se la lanzo a la espalda. Fallo un poco, y el objeto cubre la cabeza del chico. Dean se la quita rápidamente y la cuelga en el picaporte de la puerta. ¿Qué, ni siquiera se va a vengar? Esto es algo nuevo...
Me acerco a la ventana y me siento en el amplio alféizar. Abro un poco la cortina y miro hacia la calle. Un flujo denso de coches y gente que va de un lado a otro. Bueno, como siempre. Me doy la vuelta, encojo las rodillas y apoyo la cabeza en ellas.
Nunca pensé que nuestro próximo encuentro sería así. No debí haberlo besado. Que me hubiera atrapado, que se hubiera vengado como siempre. Yo habría pensado en algo como respuesta. Y no estaría aquí, en la cocina de otra persona, pensando en mi enemigo número uno. Si alguien me lo hubiera dicho antes, no lo habría creído.
Saco el teléfono del bolsillo y marco el número de Verónica. Podría haber vuelto con todos para verificar si estaba mi amiga, pero él estará allí. Y aún no estoy lista.
—Te escucho —llega del auricular la voz apagada de Vero.
—¿Dónde estás? —pregunto de inmediato.
—En casa de Skylar —escucho en respuesta—. Nos reconciliamos.
¿Se está burlando de mí? ¿Cuándo tuvieron tiempo?
—Te escribí, para que sepas —añade Verónica—. ¿Dónde estabas?
—Olvídalo. Podrías haber llamado —apenas contengo la rabia—. Me voy a casa.
Cuelgo y salto del alféizar. Me dirijo hacia la salida con paso decidido. Al pasar por la sala, me quedo paralizada. Dean está sentado en el sofá junto a una chica. Demasiado cerca el uno del otro. Aprieto los dientes y cruzo la sala a paso rápido.
¿Por qué de repente me dolió tanto?
Pero no hicimos una tregua, ¿verdad?
Editado: 29.10.2025