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El dolor en mi espalda se hacía cada vez más insoportable. Comencé a gritar y pude ver como Brook corría hacia mí.

—Sólo es un momento, Cassia, resiste.

Y de pronto, pude ver como dos grandes alas salían por mi espalda. Me dirigí al espejo de la casa de Chris y me observé. Eran unas alas hermosas. No eran como las de Brook, las suyas eran grandes y de un color hueso, mientras tanto las mías eran un poco más pequeñas y totalmente blancas.

Volví hacia donde estaba Brook y lo pude ver hablar con Chris. Al verme, parecía estar sorprendido.

—Las alas te hacen verte aún mejor—dijo Brook—. De ahora en adelante aparecerán en tu espalda cada que Chris esté en peligro.

—Cassia....Gracias. —dijo Chris mientras miraba hacia la nada, como si estuviera hablando con el aire.

Me coloqué a su lado y susurré un «De nada»

Entendía que ahora era algo así como su conciencia. Yo era responsable de algunas de las cosas importantes que hacía él.

De pronto, otro dolor me hizo caer al suelo. Éste dolor no provenía de mi espalda, sino de mis manos y de mi cabeza. Sentía como si ambas se estuvieran quemando y no terminarían hasta quedar solamente en cenizas. Me atrevo a decir que éste dolor es muchísimo peor que el que sentí al tener mis alas.

—¿Cassia? ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? —pregunta Brook.

—Ayúdame...—logré apenas decir mientras llevaba mis manos a la cabeza. El sentir que me quemaba apenas me dejaba comunicarme.

—¿Qué le pasa? —preguntó Chris con un tono de preocupación.

—¿Son tus alas? ¿Te duelen tus alas?

Fue lo último que escuché antes de desmayarme.

Desperté en un lugar totalmente tenebroso. Todo estaba cubierto de fuego. Había un chico, no logré verlo, sólo su silueta y la de sus alas. De pronto las alas de aquel chico se encendieron en llamas, yo seguía sin ver su rostro, sin embargo, sé que esas bellas alas de fuego permanecerán en mi memoria para siempre.