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El estaba ahí. En cada uno de los momentos que cambiaron mi vida puedo recordar a Charles con una sonrisa orgullosa de mi.

Incluyendo ese día, mi octavo cumpleaños había llegado y desde meses anteriores no había día que no le recordara a mi mamá lo que deseaba que me regalaran.

"Quiero un perrito " le recordaba cada día de camino a la escuela "uno con el que pueda jugar y me acompañe a donde vaya" comentaba cada vez que me llevaba a mi cuarto para dormir.

Ese día también estaba ahí. Cargaba en sus pequeñas manos una caja forrada con papel para envolver y un gran moño de color verde, era mi color favorito, como el de las paletas de limón y él sabía eso. Por supuesto que lo sabía, habíamos sido amigos desde los 6. El fue el primero en felicitarme ese día, literalmente, me llamó a las 12:00 am para felicitarme. Después me dijo que había tomado prestado el teléfono de su padre y que tuvo que llamar a la maestra de nuestra clase para que le pudiera dar el número de mi casa. Me hubiese gustado decir que el regalo de Charles fue mi preferido ante todos, pero la verdad ni siquiera recuerdo que estaba dentro de esa caja con moño verde.

Obviamente el regalo de mi madre le robó el protagonismo a todos los obsequios que me dieron ese día, incluyendo el de mi tía Cheryl, que tenía el título de mejores obsequios en la familia.

"¿Porqué no sales al patio en lo que se van los demás? No querrás aburrirte aquí dentro" no iba a discutirselo a mi madre. Comenzaban a darme sueño las "pláticas de adultos" que mamá tenía con mis tías y tíos. Así que salí de ahí con Charles.

Cuando abrí la puerta, algo me empujó y caí de espaldas al piso. Después ese "algo" subió sobre mí y me lamio la cara. Era un perro que sacudía su cola felizmente por mí. Charles siempre dijo que ojalá hubiese tenido una cámara para grabar mi reacción. Yo por mi parte no recuerdo nada, más que ese fue el mejor día de mi vida.