Sin ellos

Ellos, mi familia, la que me apoya, la que siempre me cuida.

Sin ellos yo estaría perdida, como una lágrima cayendo sobre una herida. No de esas que se curan sino de esas que por más que quieras nunca se olvidan.

Heridas, heridas en el alma. De las que dejan marca. Construidas por recuerdos que al recordarlos nos dañan, porque los que un día fueron momentos felices hoy son nuestras cicatrices.

Se han convertido en demonios que nos quieren torturar, dejarnos sin vida alguna y que nadie nos pueda ayudar.

La familia, ella lo puede todo. Con canto, pintura, de todo, siempre, de cualquier modo.

Ahí está en el momento que la necesitas, que si nos quieren joder los jodemos con envidia. Porque nos quieren quitar lo que quisieron tener, porque quieren gritar que nos lo quieren quitar.

No les dejaremos, se pudrirán en el infierno, de dónde salieron. Demonios reales combatiendo contra imágenes. Imágenes de mi mente, de mi diablo, de mi ángel. De mi bien, de mi mal de mi forma de actuar.

Ahora entiendo cuando mi padre me decía: la vida es puta, no la sigas.

Fui a contracorriente, contra la sociedad. Había nacido para destacar. La ola se llevó mis esperanzas y con ellas mis enseñanzas. La corriente me arrastró de nuevo con la gente.

Dejé de importar, solo mi familia me miraba, me dirigían de vez en cuando alguna palabra.

Hoy en día aún lo miro. El campanario, la torre a mi descanso. Una vez lo pensé, pero siendo cobarde me largué.

Quiero ser sincero: la vida no vale la pena si no está quién yo quiero.

Ya paso de tías, de tíos o de perros. Que no todas las zorras están en los cuentos. Que si me tiro será porque solo me quedo. Que mientras tenga a mi familia, llegaré a tocar el cielo.