Capítulo 6: Labores domésticos.

Blancanieves se encontraba en la pequeña casa de los siete enanitos, sosteniendo una escoba y un paño mientras limpiaba. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa mientras entonaba una canción alegre. Al otro lado de la habitación, Apple Poison estaba recostado contra una pared, con los brazos cruzados y una esponja en la mano para lavar cubiertos. En su rostro se reflejaba un evidente aburrimiento.

—¡Qué bonito día para limpiar! —exclamó Blancanieves con entusiasmo.

—Sí, es maravilloso limpiar para un montón de enanitos. ¿Quién podría resistirse a la emoción de hacer esto todos los días? —respondió Apple con sarcasmo.

—Apple, estoy muy feliz de que me ayudes a limpiar, pero no entiendo por qué lo haces si vas a estar quejándote.

Apple soltó un suspiro. —Solo me cuestiono mis elecciones de vida. ¿Cómo terminé haciéndole las labores domésticas a los siete enanitos después de trabajar para la Reina? —mientras hablaba, continuaba limpiando los platos.

—Eres muy gruñón —comentó Blancanieves, sacando la lengua en tono juguetón.

—Sí, sí, lo sé. Pero ¿no crees que merecemos algo mejor que esto?

—Yo... estoy agradecida de poder quedarme aquí. Aunque esta casa sea pequeña, se ha convertido en un hogar para mí —dijo Blancanieves con un tono de melancolía.

—Bueno, supongo que es mejor que vivir en el palacio. Al menos aquí no tienes que preocuparte de ser asesinada —respondió Apple con un tono de burla.

Blancanieves dejó de limpiar y miró a Apple con una mueca en su rostro.

—¡Apple! —gritó sorprendiendo a Apple, quien rápidamente volvió su mirada hacia ella—. ¿Por qué tienes que recordarme eso? —dijo con la voz un poco quebrada.

—Lo siento, solo estaba bromeando —explicó Apple, agachando la cabeza con vergüenza.

Blancanieves se encontraba temblando, sus ojos se volvieron cristalinos y las lágrimas amenazaban con salir. Apple se acercó con rapidez a ella, sintiéndose culpable por sus palabras, y tomó una de sus manos para darle consuelo.

—Lo siento, no quiero llorar —dijo Blancanieves entre sollozos—, pero a veces se vuelve abrumador recordar cómo todo cambió.

—No, Blancanieves, yo lo siento mucho —dijo Apple, rodeando a Blancanieves entre sus brazos—. No quise herirte. Solo estoy frustrado por mi propia situación y dejé que eso afectara mis palabras y te lastimara a ti.

—Está bien, Apple. Entiendo tu frustración, yo me siento igual —indico Blancanieves con pesar en su voz—. Yo sabía que mi madrastra dejó de quererme hace años. Es difícil recordar las cosas buenas cuando estaba rodeada de dolor. Trabajo por aquí, gritos por allá, golpes, amenazas... pero nunca puedo olvidar el amor y la bondad que alguna vez me mostró la reina. Al principio ella era tan dulce... ahora... ahora me siento sola y perdida —dijo mientras su alma se desgarraba.

Apple abrazó con más fuerza a Blancanieves, tratando de consolarla.

—No estás sola, yo estoy aquí y siempre estaré a tu lado —susurró suavemente mientras entrelazaba sus dedos con los de la chica de pelo negro. Sus ojos se encontraron, reflejando un brillo lleno de ternura—. Eres una persona increíble, amable y fuerte. No mereces ni una pizca del trato que has recibido. Estoy aquí para apoyarte en todo lo que necesites. Tú mereces un final feliz.

—Los dos merecemos un final feliz, tonto —respondió ella con una sonrisa dulce entre lágrimas—. Sabes, Apple, me siento muy afortunada de tenerte aquí —continuó, acurrucándose en el pecho de su amigo.

—Yo también me siento feliz cuando te tengo a mi lado —susurró, mostrando un rubor tan brillante como el sol en sus mejillas.

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