Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 11

Abro mis ojos lentamente y trato de visualizar a Ismael sin conseguir encontrarlo. Enseguida me siento, sintiendo un poco de molestia en mis partes íntimas, pero nada insoportable.

El suave sonido del agua cayendo me dice a dónde se encuentra mi amado. Sin ganas de esperarlo, me levanto de la cama, sintiendo una punzada que prefiero ignorar.

En menos de un minuto ingreso al baño, viendo y saboreando el cuerpo desnudo donde se desliza el agua, como toda una escena de novela erótica. Con cero ganas de quedarme solo viendo, deslizo la puerta de la ducha, llamando su atención. Mi cuerpo se estremece al sentir su mirada recorrer mi cuerpo desnudo.

—Buenos días —sonrío—. Deberías seguir descansando.

Bajo mi mirada a eso que cuelga y me hizo sentir en paraíso. No dudo en humedecer mis labios. Ayer él me hizo de todo, y lamentablemente yo no pude hacer mucho.

—¿Para qué desperdiciar el tiempo? — Ingreso a la ducha. — Prefiero estar aquí, contigo. 

—Debes estar cansada —me encanta su mirada.

—No, no estoy cansada. Si estoy aquí, es porque quiero que me hagas el amor de nuevo.

Me da un suave toquecito en la frente.

—Anoche fue tu primera vez y de alguna manera debes estar adolorida.

—¿Te encanta que te ruegue? — Lo miro con altivez.

—No es eso. Solo me preocupo por...

—Bien, te rogaré para que me hagas el amor aquí.

—María José...

Me pongo de rodillas.

—¿Qué haces?

—¿No se ruega de rodillas? — Sonrío de lado. — Tú solo dedícate a sentir mi sinceridad.

Agarro su miembro deslizando mi mano suavemente, consiguiendo que su miembro se ponga erecto rápidamente.

—Majo... —sonrío con santificación. Su cara de excitación y placer es otro nivel de deleite. Ver y escuchar lo que puedo causar, me llena de gozo.

—¿Quieres que me detenga?

—No, continúa.

Contenta por su respuesta, procedo a introducir su pene en mi boca. Jugando su glande, deslizando mi lengua por cada rincón de su miembro. Disfrutando cada gemido y gruñido de su parte.

—¿Por qué no eres obediente? — Me detengo.

—Porque es aburrido serlo. Prefiero ser una rebelde que consigue todo lo que quiere y —agarro nuevamente su pene y deslizo mi mano de arriba hacia abajo—, todo lo que desea.

Dejo que mi boca haga todo el trabajo, sintiendo cómo agarra mi cabello, hallando rara la continua invasión, pero adaptándome rápido.

No puedo creer que todos mis sueños húmedos se estén cumpliendo. Este es el inicio de todas mis fantasías.

 

Cierro mis ojos, tengo que aceptarlo, mi cuerpo está supersatisfecho y lamentablemente exhausto. Quisiera tener más resistencia, para que Ismael me siga dando como cajón que no cierra.

—Deberías descansar ahora —lo abrazo.

—Esta vez seré obediente —desliza su mano por mi espalda—. ¿Cómo te sientes?

—¿Eso no debería preguntarte yo?

—Es que yo me siento de maravilla. — Me sostengo de mi codo izquierdo, apreciando su bello rostro. — Me preocupas tú y tus prejuicios.

—Mi mayor prejuicio ha sido tu edad —juega con mi cabello—. Me gustas, María José.

Muerdo mi labio inferior.

—¿Desde cuándo te gusto?

—No lo sé con exactitud, pero ya tiene tiempo —confiesa y se acomoda de lado. Él se acerca a mi cuerpo, hundiendo su nariz en mi cuello—. No sé en qué momento te adueñaste tanto de mis pensamientos. Solo sé que pasó y no pude evitarlo. —Me mira. — Eres mía, María José.

—Siempre seré tuya, Ismael —coloco mi mano en su mejilla y acaricio. — Siempre serás el único para mí.

—Eres tan linda.

—Y tú, tan guapo —con mi dedo índice escaneo su rostro—. Amo todo de ti, Ismael. No hay nada que no me guste de ti. Amo hasta tus defectos —sonrío contra sus labios—. Entonces, ¿continuaremos con esto o se quedará todo aquí, en esta habitación?

—¿Crees que te dejaré ahora, que ya hice lo que no debía hacer?

—Mmm… Supongo que no.

—No hay nada que suponer si la respuesta es clara —en cuestión de un segundo, mi espalda toca el colchón—. Eres mía, María José. Conseguiste lo que querías y ahora es mi turno. No te dejaré ir fácilmente de mi lado. Ya eres mía —susurra sobre mis labios—. Completamente mía.

—Siempre he sido tuya y siempre lo seré —hundo mis dedos en su cabello—. Siempre has sido y serás tú. Te amo, te amo desde el primer momento en que te vi.

—María José…

—Tal vez pienses que estoy confundiendo las cosas, y puedes dudar de mi amor, pero Ismael, mis sentimientos por ti no son recientes —me mira con dulzura—. Mi amor por ti tiene más tiempo de lo que te imaginas —mantengo mi mirada fija en sus ojos—. Te conocí antes de que se diera el matrimonio de Mael y Mafer. Ver que tú eras el mejor amigo de Mael, solo me hizo entender que tú eres el hombre de mi vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.