Ser Amigos

Febrero 13, 2019.

10:00pm.

  Vamos a olvidar este lío, quizá podamos ser amigos.

  No podemos ser amigos. Bueno, no podemos ser solo amigos. Tenemos esta extraña conexión que nos hace querer hundirnos en el otro cada que nos vemos.

  Recuerdo este día hace un año, estábamos juntos. Tú te ahogabas en alcohol y yo te veía con cara de tonta. Estaba cayendo por ti y ni me había dado cuenta. Lo curioso es que tú ya habías caído. Es lindo saber que caíste desde el primer momento y que sigues cayendo por mí. Hoy estuvimos juntos, estabas ahogándote en alcohol. Viéndolo desde cierto punto, las cosas no han cambiado tanto, ¿cierto?

  Te veías tan cansado, tan inquieto. Tan tú, sin embargo. Sé que me has mentido un millón de veces, Solecito. Me perdiste hace mucho, en ese sentido. ¿Cómo confiar en tus palabras? ¿Cómo confiar en ti que me has fallado casi todo el tiempo?

  El caso no es confiar en tus palabras, después de todo. Las palabras vuelan, pueden desvariar. Pero esa maldita mirada no puede mentirme. La misma mirada de siempre —un año atrás. Tú y yo, juntos.

  Hoy nuestros cuerpos están separados pero nuestras almas hacen el amor cada que se tienen cerca. Es que vivo en ti y tú en mí.

Cuando me dijiste que me extrañabas, agregaste que no me escribiste poemas porque no estás loco. Sin embargo, lo hiciste. Me escribiste algo y es lo más hermoso que he leído jamás. ¿Sabes por qué? Porque tú no escribes, pero lo hiciste para mí.

  Has hecho tantas cosas por mí. Renunciaste al paraíso un par de veces por nadar entre las aguas de mi océano. Siempre serás bienvenido aquí, y siempre volverás. Uno siempre vuelve al lugar en donde se sintió como en casa.

—hola para siempre, solecito.