ÉPILOGO

“No soy producto de mis circunstancias,                                                                                                                   soy producto de mis decisiones”                                                                                                                            STEVEN COVEY

Habían veces en las que era tan ajena al mundo, pensaba mucho tiempo, comía, dormía, las cosas típicas que llenan tu vida de tranquilidad pero desde lo demás, empezando con los temas de la universidad, esas veces trataba de no lucir distante sino seria, trataba de lucir madura.

Bueno.

Las lágrimas habían sido derramadas por todos lados así que eso estaba bien, hasta yo llore, pero no puedo creer que mis compañeras y hasta chicas desconocidas lloraron más que yo, la explicación ahí, delante de mí.

Había veces en que deseaba que no fuera tan guapo, que dejara de llamar la atención y de que las mujeres dejaran de tratar de acercarse. Él me decía que solo estaba yo, que solo me quería a mí pero eso no evitaba ponerme en alerta cada vez que alguien trataba de robar mi puesto.

Claro, podía borrarles la memoria, lo intente un par de veces pero, siempre vuelven, es irritante, irritante como que las chicas de la universidad lloren porque ya no vendría a recogerme de la universidad en mi auto. No entiendo como hacia alcanzar el tiempo.

Recientemente había aprendido a cocinar, esas cosas deberían estar en el manual de un buen marido pero no, aun así intentaba ayudarme a aprender, como si con su comida no bastara.

Sin embargo termino, me gradué un año después que él. Fue magnifico.

La idea de mi padre, un viaje. Por mi excelente, hasta que me entere de que Luhan iría con nosotros, también mis mejores amigos y sus padres pero volviendo al tema de Luhan, él vendría, él viajaría con nosotros y… serian mis primeras noches con él, claro que sería en un hotel y mi padre estaría ahí pero aquello no quitaba mi nerviosismo.

Aliste mi maleta con los dedos temblándome a la espera de que un caso de último minuto detenga nuestras vacaciones pero, nada. Maldita suerte.

Subirnos al avión fue una cosa, estaba nerviosa y ansiosa y él procuro sostener mi mano todo el tiempo, oh, y que el avión despeje fue otro tema.

Más tarde, después de muchas horas de sueño y posible tendencia a acabar con mi encanto mientras dormía, llegamos a unas preciosas playas y a un hotel. Llegamos y desempacamos, llegamos y no aguante más para meterme a la ducha, viajar siempre producía exceso de sudoración y el calor, oh, como odiaba el calor, prefería el frio ya que podría llevar abrigo sin embargo el calor, SIP, odiaba el calor.

– ¿Trajiste tu viquini? – entro mi hermana alterada mientras que Mey la siguió y desmontaron unas dos bolsas encima de mi cama, sí, eso también no era para nada extraño.

– ¿Qué es? ¿Ropa interior? – me burle saliendo de la ducha con mi bata de baño.

– Gracioso – se burló Aleisha.

– Rey, no puedo creer que no trajéramos viquinis.

– Usen cualquier cosa.

– No, los viquinis en una playa son de gran importancia.

– ¿Y por qué no trajeron? – pregunte curiosa.

– Pensábamos en otras cosas – se excusó mi hermana y Mey se puso roja como un tomate, las hormonas no mentían.

– Esas otras cosas explican a un Elijah y a un Gabriel en otras habitaciones y por supuesto, ¿individuales?

– Que cosas estás pensando – chillo Mey lanzándome unas bragas, creo, era como hilo dental rojo.

– ¿Esto se puede usar? – pregunte asustada.

– Se amarra a los costados – explico mi mejor amiga y palidecí, ¿eso se amarraba?

– Si supieras que toda su ropa interior consiste en cero lencerías sexy – murmuro Aleisha y se ganó su hilo dental de vuelta en un fuerte azote.

– ¡Hey! Vas a romperlo. Fue caro.

– Al diablo con lo caro, ¿qué hacen en mi habitación?

– Ah, mira este, le dará perfecto – me pasaron un viquini de color rojo, el sujetador con detalles negros y la parte de abajo al menos no era para amarrar.

– No me pondré esto, es mucha piel expuesta.

– Es bonito.