KIARETH
Es demasiado tarde. Es de noche, se siente la brisa y Janeth todavía come. Lo hace despacio, con los ojos entrecerrados y el cuerpo derecho sobre la silla. Por el contrario, yo mantengo una joroba que no me enorgullece; pero se me hace más cómoda.
Hay silencio entre ambas y, aunque es… raro, no se me ocurre qué decirle, ni ella hace espacio entre sus bocados para dedicarme algún par de palabras que abra una conversación. Me convenzo a mí misma de que no es necesario y que el silencio es suficiente mientras no la vea quebrarse frente a mí. No puedo meterme a su mente para saber acerca de sus pensamientos; pero… no se ve mal. Quiero creer que no se siente mal en estos momentos.
«A menos de que sí se encuentre mal y lo oculte».
Me paralizo ante el mero pensamiento.
Respiro hondo para despejarme y le extiendo la mano, suave. Al instante, sus ojos suben a mí.
Con la boca llena me hace un sonido. Evito el impulso de reírme.
—¿Hmn?
—Es que, una vez… hace un tiempo en la universidad —comienzo—, dijiste que querías cortar tu cabello. ¿No quieres hacerlo?
Sus labios se abren en mi dirección por unos momentos y cuando estoy por reaccionarle con una mueca debido al bocado de comida que se alcanza a ver, rápidamente ella se cubre con una mano.
—Me dijiste que soñabas con hacerte algo algún día —insisto—. Puede ser algo… pequeño, si gustas.
Y aunque su rostro no lo demuestra del todo, alcanzo a ver un poco de emoción.
Perfecto.
—¿Qué tal si dejamos tu cabello largo y a los costados hacemos algo?