Descuento Pasiones Prohibidas
Hola, pelusitas.
Al cambio de hora esta maravillosa historia tiene descuento.
no pueden perder una loca historia de amor y odio.
Todo se han marchado, me he quedado solo, marco a mi copiloto apaga la llamada sin responder, rayos, pateo el hule de la llanta ¿Qué voy a hacer ahora? Me recuesto sobre el auto a un costado, si bien me va alcanzo a llegar en mí desfavorable transporté, el que obtuve como premio no puedo dejarlo en este lugar. Las personas que merodean por la playa me ven extraño, — Van a denunciarte si sigues ahí como un retrasado mental, tarado— abro los ojos y es quien menos quiero ver ahora. —Que mal chiste ¿Qué quieres? No estoy para tus bromas— musito dándole la espalda. —No es chiste, menos broma, haya tú, solo quería ayudar— sentencia haciendo el intento por irse. —Espera— detiene sus pasos recargando el pesor de su cuerpo sobre sus pies, — necesito un copiloto ¿Conoces alguno? — cuestiono. —MMMMM— gime—A lo mejor— refuta —¿Lo tienes o no?— cuestiono perdiendo la paciencia —Frente a ti hay uno— alza las manos girando el cuello a un costado, entrecerrando los ojos. —¡Qué! ¿Tú? — la señalo —Si quieres, de lo contrario muérete— rumia, encogiendose de hombros, vaya que el mal carácter es el jobi de esta mujer. —¿Qué harás con tu juguete de Barbie? — bramo. —No suelo ser tan tonta como otros, tengo quien lo lleve a casa— le entrega las llaves a un hombre de cierta edad que la acompaña. —¿Cómo me dijiste que te llamas? —¡Nunca lo dije! Ni quiero decírtelo— alza los hombros acompañados de un gesto proveniente de su rostro, vaya que sincera no queda más que confiar en su buen humor. —La reina de la noche es como me llaman— agrega alargando la mano para recibir las llaves que estoy a punto de entregarle. Le doy las del Emy que gane y yo conduzco lo que queda del volvo. —¿Por qué? — indago un poco. —Por lo mismo que tú te haces llamar rey de las calles, yo seré tu reina, bebe— se me burla en la cara subiéndose al auto y se larga como alma endemoniada. Llegamos al estacionamiento de mi departamento la encuentro sentada sobre el capote. Al verme llegar baja de un brinco — servido mi lord— se inclina colocando una de sus manos en su vientre y la otra la agita en el aire haciendo remolino. Entrega las llaves y la sujeto por él ante brazo — ¿Quieres pasar? —Oye papi, hace frío podemos entrar— replica la rubia que solicite para terminar la noche.
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