Prólogo

De pie junto a la entrada del templo, resguardados por una esfera de energía, dos personas se habían reunido intentando proteger su conversación.

— Este plan es demasiado arriesgado — decía una voz femenina.

— Tú ocúpate de que la poción llegue a los platos de sus majestades, no corres ningún riesgo, ellos confían en ti.

El gran salón subterráneo, era circular y su techo se sostenía sobre altas y gruesas columnas de labrados capiteles. Todo era de color negro, tallado en el manto rocoso que rodeaba el volcán más grande de Lukomor.

En medio de este oscuro recinto, una luminosidad delineaba la larga silueta de un hombre, suspendido en el aire.

Él estaba allí desde milenios atrás. Su energía caótica era peligrosa y difícil de controlar. Luego de la creación, y de muchos eones de guerras, voluntariamente se ofreció a dormir tomando en sí mismo aquella fuerza destructiva para mantener el equilibrio, en este acto el reino de Lukomor quedó separado del mundo de los mortales, siendo los actuales regentes sus guardianes.

— No creo que los reyes ignoren lo que hacemos, ellos se ven sospechosos, en especial I’Nanni, ella me ha manifestado su idea de que hay un complot para robar las Tablas Medias.

Estos artefactos eran justamente lo que necesitaban, ya que a través de ellos podían mantenerse puertas abiertas, entre Lukomor y el mundo humano.

— No se dan cuenta de nada, estás paranoica. Pronto podremos despertarlo.

Lukomor era un reino próspero, y quienes vivían allí todos tenían alguna clase de don o capacidad mágica, pero no se comparaba con el poder de los regentes, descendientes directos del creador. Y si pudieran abrir los portales, tendrían acceso a una sociedad viciada y desigual donde con su magia podrían hacer lo que quisieran.

— Si lo hacemos acabará con todo lo que halle a su paso.

— Pues procuraremos no ser nosotros los que estemos allí.