«Ven a mi oficina, tengo una sorpresa para ti».
Aquel post-it amarillo escrito a mano y enganchado a mi computador es lo que llama mi atención al llegar a mi pequeño espacio en la oficina, lo primero que pienso es que tendré que limpiar el pegamento que inevitablemente quedó adherido a la pantalla cuando lo tomé para despegarlo, lo segundo que ataca mi mente es la curiosidad de saber por qué Damián ha decidido dejar una nota como esa, cuando hace diez minutos estábamos hablando por whatsapp.
Hago una pequeña pelotita con la hoja cuadrara y la boto a la papelera antes de darme la vuelta para encaminarme hacia la oficina de mi jefe. Saludo con una sonrisa a los chicos de diseño gráfico, que siempre llegan antes que yo y dejan en la cafetera un líquido que nadie humano es capaz de beberse, ellos me devuelven el saludo sacudiendo sus manos e inclinando la cabeza.
Cuando llego a la habitación que funge como la oficina de Damián, toco tres veces a la puerta antes de entrar. Ahí está mi mejor amigo, inclinado sobre su escritorio con el rostro a quince centímetros de la pantalla, levanta la vista al verme y, a pesar de ser apenas las ocho de la mañana, sus ojos ya están rojos.
―Ya deberías ir a sacar tus lentes, te vas a quedar ciego si sigues así ―comento negando un poco con la cabeza mientras cierro la puerta detrás de mí y me acerco hasta donde se encuentra, dejo un beso sobre su mejilla antes de sentarme en una de las dos sillas del otro lado de la mesa.
―Yo sé, pero no he tenido tiempo. ―Se excusa, moviendo con la mano el monitor y tallándose los ojos con las yemas de los dedos. Su respuesta no me agrada, a pesar de eso asiento con la cabeza, es suficientemente adulto para saber qué es lo que hace.
―Bueno. ¿Y qué onda con la notita esa que me dejaste? ―Me echo hacia atrás sobre el respaldo de la silla mientras rasco el esmalte de mis uñas.
Escucharme lo hace entrecerrar los ojos y sonreír, lo conozco desde hace tanto que sé que tiene algo bueno entre las manos y no puedo evitar crearme expectativas.
―Ya se va a estrenar Battlecry, ¿sí supiste? ―No ha acabado de hablar cuando yo ya estoy asintiendo con la cabeza. He seguido la producción de esa película desde que liberaron el casting, durante meses me ha acompañado una ansiedad con la que apenas me siento capaz de lidiar―. Van a hacer una premier aquí en México.
Casi me atraganto con el dulcecito de limón que he venido chupando desde mi casa, así que me veo obligada a sacarlo de mi boca para envolverlo con el plástico en el que venía para guardarlo en mi bolsillo. Que aquella información siempre llegue primero a las cabecillas de negocios como el nuestro nunca me había parecido tan conveniente.
―¿En serio? ―Rápidamente comienzo a pensar en que, si tomo un poco de los ahorros que tengo, tal vez pueda ir aquel día. La fan dentro de mí sabe que no me puedo perder un evento así―. ¿Y sabes si van a venir los actores?
Su sonrisa se ensancha antes de responder: ―Pues claro que van a venir, qué clase de premier sería sino.
―Estas sorpresas sí valen la pena ―comento con una sensación de felicidad que apareció de la nada y no se irá en un buen rato.
―Pero esa no es mi sorpresa. ―Aquello es capaz de llamar mi atención incluso más, por lo cual frunzo un poco el ceño tratando de averiguar qué es lo que tiene en mente.
Damián no parece dispuesto a darme el gusto de saber así de fácil, es dramático, así que el hecho de que provoque suspenso es algo que no me toma por sorpresa. Lo veo echarse hacia atrás antes de abrir uno de los cajones a su disposición, escucho como remueve algunos papeles antes de encontrar lo que parece estar buscando. Vuelve a enderezarse y deja sobre el escritorio lo que parecen ser dos gafetes y los extiende hasta mí, por un momento no puedo decir nada, debo asegurarme de que no me esté jugando una broma de las malas.
―¿Qué es esto? ―Paso los dedos por encima del papel plastificado casi con miedo, como si fueran a desaparecer, Estoy segura de que en cualquier momento sonará la alarma y no serán reales, como tantas veces he soñado con tener entre mis manos fajos y fajos de dinero solo para desilusionarme cuando despierto y veo que no los tengo en realidad.
―Ya va a ser tu cumpleaños, ¿no?
―Sí… ―No puedo evitar ir con cautelo.
―Bueno, pues conseguí dos pases de prensa para el estreno. ―Estoy a punto de ponerme a gritar y a saltarle encima para agradecerle por ser el mejor amigo del mundo, pero antes de que lo haga, él agrega: ―Y también logré conseguir un pase de entrevista…
―Me estás jodiendo. ―No ha terminado de hablar y yo ya he comenzado a hiperventilar.
―Con Peter Blackbird.