Paradox

La furia de Coreus estalló sin previo aviso. Un grito primal se escapó de su garganta mientras canalizaba toda su fuerza, liberándose de las cadenas que lo mantenían inmovilizado. La ira pura lo consumió. Con un gesto rápido, levantó ambas manos y disparó un rayo de energía concentrada hacia el cúmulo de energía que sobresalía de la cintura de su enemigo. El escudo de energía se desactivó al instante, y Coreus aprovechó el momento para disparar un micromisil directo al oído derecho del otro. La cabeza de su enemigo explotó en un estallido sanguinolento.

Pero Coreus no tuvo tiempo de relajarse. Justo cuando pensó que todo había terminado, una figura apareció detrás de él, como si no fuera el único. ¿Clones? No tuvo tiempo para cuestionarlo. Su deseo de venganza era más fuerte que cualquier duda. Activó un pequeño botón bajo su muñeca izquierda, y de inmediato, partes metálicas volaron hacia él, pegándose a su cuerpo, envolviéndolo. Era un mech ahora, más grande, más fuerte, y con más poder.

Sin perder tiempo, disparó con furia hacia el otro, derribándolo de un solo impacto. Uno menos, pensó, pero un disparo desde atrás lo alcanzó. Otro de los otros apareció, y luego otro más. El ciclo continuó, interminable. Coreus voló hasta la cima de la nave. Tenía que destruirla. Apretó un botón, y una bomba de cinco minutos se activó. Pero antes de que pudiera dar el siguiente paso, el otro apareció nuevamente, disparando.

Coreus se cubrió con un escudo de energía, y el disparo de su enemigo fue reflejado. El impacto del rayo desintegró al otro en un instante. Pero más aparecieron. Decenas de el otro surgieron de las entrañas de la nave, alineándose en una formación detrás de una figura al frente.

Coreus frunció el ceño. Clones. ¿Era el original el que estaba al frente? Si todos disparaban a la vez, no quedaría nada de él. Pero en un giro inesperado, todos dispararon hacia el que estaba al frente. El disparo lo atravesó. Pero el líder, el original, no se detuvo. Una energía oscura y brillante empezó a concentrarse en sus manos. Con una sonrisa fría, dijo:

—No sabes quién soy ni lo que soy capaz de hacer.

Coreus sintió el aire volverse denso mientras el disparo alcanzaba su escudo. La potencia de la explosión hizo que el mech de Coreus se tambaleara, y la penetración fue inminente. La última defensa de Coreus luchó por mantenerse, pero la energía de Paradox era inmensa. La batalla estaba a punto de terminarse. ¡Soy Paradox, el conquistador!, exclamó el líder, y con esas palabras, la energía siguió penetrando el escudo hasta que finalmente alcanzó el cuerpo del mech, lanzando a Coreus hacia el borde de la nave. Estaba a punto de caer.

Pero no. No iba a caer así. Con una agilidad sobrehumana, se sostuvo de la orilla de la nave y volvió a la batalla, desbordado de furia. No iba a dejar que Paradox ganara. La energía de su cuerpo brilló, y comenzó a disparar nuevamente, sin descanso. El impacto de los disparos era inevitable. Si no hacía algo rápido, el siguiente disparo alcanzaría su cabeza, y todo terminaría. Entonces, tomó una decisión.

Arrancó un pedazo de la nave, lo lanzó al cielo, distrayendo a Paradox. Aprovechando el momento, Coreus le dio un golpe directo en la barbilla. El impacto fue brutal. Paradox tambaleó, pero no se cayó. La lucha seguía.

Coreus peleaba contra todos los clones, su mech ya estaba sufriendo daños severos, y cada disparo que hacía lo desgastaba aún más. Pero no se detuvo. Usó su telequinesis para atraer a todos los clones hacia él. Con un grito, activó la autodestrucción de su armadura. Cinco segundos. El tiempo parecía alargarse. El mech, con todo su poder, estaba a punto de explotar.

Coreus salió volando del pecho del mech, justo antes de que la nave estallara en una explosión monumental, iluminando el cielo con una fuerza destructiva.