10 - El vecino de al lado

Después de la fiesta, todos se fueron a su habitación. La casa de Dayane tenía tres habitaciones y le dejó la habitación más grande a Helena, ya que pensaba que vendría con su novio. Iba a ocuparse de los negocios mañana por la mañana, pero no podía dormir. No podía dejar de pensar en lo que había hecho ese bastardo de Luiz. Todavía llevaba su camisón rojo cuando decidió sentarse en el balcón de su habitación y contemplar la ciudad.

Helena no podía dejar de imaginárselo allí, a su lado, admirando la luz de la luna, como hacían en su apartamento. Pasó una mano por su cabello mientras la besaba. Como amaba. Comenzó con un beso, luego otro, y luego pasó a un beso caliente lleno de deseo, acompañado de un fuerte y suave abrazo, porque Helena era delicada y Luiz tenía miedo de lastimarla.

Pero no pudo contener el deseo de poseerla. Y ella, a su vez, no pudo resistir perderse en sus brazos, esos músculos tan fuertes y duros como el acero. Cuando la cosa se incendiaba, siempre la levantaba y la colocaba suavemente sobre la cama, como una muñeca de porcelana. Ahí era cuando a veces no la levantaba, la subía a uno de sus anchos hombros, le daba palmaditas en el culo y la tiraba con fuerza sobre la cama, como un auténtico cavernícola. Y sabiendo que ella estaba lista para recibirlo, se colocó entre sus piernas y la penetró muy lentamente, para que ambos disfrutaran del momento.

Después de hacer el amor, Luiz acercó a Helena a él para que pudiera dormir o simplemente acurrucarse encima de él. Se abrazaron, simplemente necesitándose el uno al otro. Cuando estuvo acomodada, él la besó en la frente y dijo: "¡Te amo, mi princesa griega!".

Ahora son solo recuerdos...

Mientras estaba un poco perdida en sus pensamientos, sin darse cuenta miró al edificio vecino. Se dio cuenta de que alguien la estaba mirando. Bueno, estaba tan triste que no le importaba que la vigilaran. ¡Y para un hombre guapo! Tenía que admitir que tenía unos músculos agradables, firmes y bien formados, tal como a ella le gustaban. No es que fuera una persona fútil, al contrario. Pero, ¿a qué mujer no le gusta ver a un hombre lleno de músculos bien formados?

"Mi señora de los juegos dobles, ¿qué hombre es este?"

Llevaba solo pantalones de malla y estaba sin camisa. Debe haber sido cálido, lo que era muy poco probable ya que era invierno en París, aunque la estación fue menos severa este año. Y estaba calvo. Helena no solía encontrar muy atractivos a los hombres calvos, pero con este hombre tenía que hacer una excepción.

Estaba calvo de una manera muy sensual.

Él debería estar preparándose para ir a la cama, y ​​ella también. Y él tenía un vaso en la mano y lo levantó como si estuviera brindando u ofreciéndole un trago.

En otra ocasión huyó avergonzado, pero prefirió quedarse allí, intercambiando miradas con su misterioso vecino. E incluso se atrevió a despedirse de él, lo que lo hizo muy feliz. Él, a su vez, le sonrió, devolviéndole el saludo.

"Hasta que tenga una bonita sonrisa", pensó. Luego le indicó que necesitaba irse a dormir y ella vio que ella necesitaba hacer lo mismo. Hizo una seña con ambos pulgares, entendiendo su mensaje. Pero antes de entrar, él insistió en lanzarle un beso. ¡Él quedó muy impresionado con su gesto y se aseguró de "atrapar el beso del aire" y guardarlo en su corazón!

Helena sonrió ante el gesto, se despidió y entró. Antes de acostarse, se asomó por las persianas de la ventana. Pero las luces de su habitación ya estaban apagadas y las cortinas corridas.

Por primera vez desde ese maldito episodio, Helena durmió bien. No sabía quién era su misterioso vecino, pero estaba encantado de conocerlo. Ella estaba en París, así que no tuvo problemas para conseguir un "novio de viaje" durante ese tiempo, como dijo Samantha. Además, fue Luiz quien la cambió por otra y nunca le importó si iba a salir lastimada o no.

Pero, ¿quién es ese hombre encantador que vive en el edificio de al lado?