✿; 007 — Castigo

Tipo de Escrito: Viñeta.
Personajes: Reiji Sakamaki.
Advertencias: Abuso, maltrato, negligencia, mención de canibalismo leve.

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Castigo
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¿Cuánto tiempo ha estado en ese cuarto?

En ese cuarto...

Tan oscuro y frío. Sin la más mínima grieta que le haga volver a ver la radiante luz del sol, o la melancólica luz de la luna. Un pequeño y miserable rayo de esperanza aunque sea; pero no hay nada.

Su garganta se encontraba seca, su piel se estaba agrietando y las venas se le estaban marcando aun más; se estaba volviendo mortalmente azul.

Incluso para ser un vampiro, ese tono tan pálido le sentaba demasiado mal. Podría considerarse más muerto que vivo.

Tan hambriento...

La única razón por la que no se ha muerto de hambre es por que se ha estado alimentando de ratas e insectos, de esos que pasan por debajo de la rendija de la puerta o las grietas de una esquina; y quizá por que se estaba aferrando como podía a la vida, tan terco y testarudo. Abatido contra todo pronóstico.

Tan sediento...

Y todo por culpa de un violín.

¿Es acaso esta la estima que tenían de él?

No, no hizo nada malo. Él no fue. No ha obrado mal.

—Madre... —llamó a duras penas y se arrastró en el suelo, con el sonido de las cadenas deteniéndolo— Pa... Dre...

¿De verdad estaba llamando a ese hombre cuando fue él quien dio la orden de enviarlo a esa recámara de aislamiento?

Como si hubiese cometido el peor de los crímenes...

No fue él quien rompió ese violín; ese instrumento ya estaba roto cuando llegó a la escena y le acusaron de algo que no hizo.

Esa música.

Esa estúpida música que lastimaba sus oídos, que le robaba la dicha de estar en paz, que le recordaba una y otra vez quién era el predilecto de ese castillo; pero incluso si el violín de su hermano mayor le generaba angustia y rechazo, seguía siendo un regalo por parte de su padre, Rey de los Vampiros.

Y nunca mancillaría un obsequio que proviene de las manos de ese hombre. De esa entidad divina que era Karlheinz.

Oh, ¿Por qué padre lo ha enviado a este lugar?

¿Por qué ha permitido esto?

¿De verdad piensa que fue él?

Este es un castigo por su mal comportamiento, y aquellos sirvientes que venían rara vez para asegurarse que siga con vida se lo recordaban: «No saldrás de aquí hasta que te hayas arrepentido de lo que hiciste».

Ya lloró, ya se arrepintió, ya se arrodilló y pidió mil veces disculpas. ¿O es que acaso olvidaron todos los «Perdónenme» que alguna vez dijo?

—L-Lo siento... P-Perdón... —sollozó Reiji otra vez, con su estómago estragado.

Todo dolía, todo estaba doliendo.

¿Fue un mal niño?

¿Es más que todo por el violín? ¿Es por desquite? ¿Quién está supervisando esto?

¿Es él quien falló en algo?

Que alguien venga a sacarlo de ese lugar.

Seré bueno, lo prometo...

—Sh... Shu...

Estaba desesperado por que alguien viniera.

Aún si en su memoria su hermano mayor lo miró con decepción, también creyendo que la ruptura de su amado objeto fue obra de su envidioso y egoísta hermano menor, se alegraría tanto si lo viera, a Shu y su cabellera dorada, sus ojos azules y la mano que lo ayudaría a pararse, tras abrir aquella puerta.

Pero no.

—A-Alguien...

Nadie vino.

Hablar no sólo era difícil por el hambre y sed, su cuerpo ahora era delicado e incapaz de recuperarse adecuadamente para la edad que tenía. Las heridas de los latigazos aún no se curan, aún no se cierran, aún gotean sangre; y el olor provocaba que su paladar se irritara por la necesidad.

¿Debería considerar alimentarse de su propia carne?

Tan cansado...

Sus ojos estaban pesando de nuevo; era incapaz de dormir desde que llegó a ese cuarto. Sin embargo, cuando su cuerpo se sentía al límite y las energías se desvanecían, desmayarse era lo mismo que dormir.

Quizá lo haga mejor la próxima vez.

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Palabras: 636.
Publicado: 13 de Junio de 2025.