Esta es una historia muy especial para mí, una que antes de convertirse en letras ha implicado lágrimas, sonrisas y, sobre todo, aprendizaje y crecimiento. Quiero agradecer en primer lugar a Dios por darme la vida y, con ella, la oportunidad de ser, de reír, de llorar, de caer y de volverme a levantar, por permitirme sentir su presencia en mi vida y por darme el don para convertir emociones y sentimientos en letras que intentan tocar el corazón de los lectores.
Quiero dar las gracias a mi familia, a mi compañero de vida, Andrés, que me regala su apoyo constante, su amor incondicional, y me da una mano cuando no puedo sola. A mis hijos, Ezequiel, Nayeli e Iñaki, que son mi fortaleza para seguir. A mi madre, por haber confiado siempre en mí.
En esta ocasión, quiero agradecer también a esos maestros que la vida nos pone enfrente, a esas personas que entran a nuestras vidas y que caminan a nuestro lado por un tiempo. Algunos se quedan, otros se marchan; algunos nos traen sonrisas, otros nos dejan lágrimas. Pero todos nos entregan vivencias cargadas de aprendizajes que nos llevan a ser mejor. A cada una de esas personas que han entrado a mi vida y que me han permitido aprender y crecer como persona, a los que siguen a mi lado y a los que se han marchado, a los que me han regalado sonrisas y a los que me han traído sufrimientos. Muchas gracias. Sin ustedes, no sería hoy la persona que soy.
A todos y cada uno de mis lectores, a los que conozco y a los que no, a los que van a cada firma, a los que siguen mis locuras, a los que están allí con su cariño, con su afecto y con su corazón abierto para permitirme llegar con mis letras y con mis historias. Muchas gracias, son el motor de todo lo que escribo.
Y a Nova Casa Editorial, por confiar en mi trabajo y por darme la oportunidad de plasmar las letras en papel, por permitirme acariciar mis sueños y por abrirme las puertas a este fascinante mundo, muchas gracias.