Melissa embarazada por contrato

7. Un sentimiento real.

Javier dejó el dedo pulsado el timbre de la puerta del apartamento de sus padres. Melissa lo miraba queriendo apartar su mano del timbre y él sonrió. 

— No pasa nada. — Le habló Javier, sacando entonces sus llaves del bolsillo de su chaqueta y abriendo la puerta. — ¡Ya estamos aquí! 

El pequeño Lucas, que tenía ya siete meses, no dejaba de llorar en los brazos de su padre Reyes. 

— Tú, maldito mocoso. — Le dijo Reyes a su amigo y cuñado. — Es que no sabes que hay un bebé en casa. 

La madre de Javier le dio molesta un tortazo a su hijo político y se acercó a Javier extendiendo sus brazos. 

— Mi hijo es guapo y encantador. Él ha forjado su carrera de pastelero y ha abierto su propio negocio. — Dijo su madre y agarró a Javier de la cara, dejándolo impresionado por el comportamiento extraño de su madre.

Javier miró a su amigo no comprendiendo que le estaba pasando a su madre, pero Reyes solamente puso una mueca, acunando a su pequeño Lucas en sus brazos. 

— Buenos días, señora Clara. — Habló Melissa cuando la madre de Javier soltó la cara de su hijo. — He traído unos pasteles de la pastelería de su hijo, no son nada baratos que digamos… 

Clara le tomó de las manos la caja de los pasteles y sonrió a Melissa para después marcharse del salón. 

— ¿Se puede saber qué es lo que le pasa? — Javier preguntó quitándose la chaqueta y ayudando luego a Melissa. 

— Ni siquiera me ha mirado, ¿seguro que le caigo bien a tu madre? — Le preguntó Melissa, preocupada porque ahora se encontraba embarazada. — ¿Debería ir al centro comercial y comprar algo que a ella le guste? 

— Tonterías, lleva toda la mañana deseando que llegara este momento. — Contestó de pronto Reyes. — Solamente se está haciendo la interesante delante de ti, Melissa, no le hagas caso a mi suegra. 

Melissa y Javier se miraron y él asintió, era lo más normal en su madre. Ella, al igual que él, era fan de Belleza y seguramente con esa actitud, su madre lo estaba vendiendo para que su relación con Melissa fuese más que la de padres de una criatura.

Durante el almuerzo el padre de Javier le regaló a Melissa una pulsera de su joyería, la cual pertenecía a la familia desde hacía algunas generación, pero ahora sus hijos habían escogido caminos distintos, su hija Sarahí era una abogada y su hijo Javier decidió dedicarse a la repostería y montar su propio negocio. 

La pulsera que le regaló parecía de calidad, de oro blanco y con pequeños diamantes de colores. 

— ¿Todavía estás mirando esa pulsera? — Le preguntó Sarahí cuando salió del cuarto de baño. 

— Es un regalo de tu padre, además, es bonita. — Contestó Melissa y Sarahí le sonrió pellizcando el moflete a su amiga. — ¡Oye! ¡No seas abusiva conmigo! 

Sarahí caminó hacia el salón donde estaban todos tomando café con los pasteles que Melissa había traído. 

— ¿Cómo te va con mi hermano, tiene apunte para la inseminación? 

— No preguntes esas cosas, Sarahí, me repugna tener que hablarte de mi relaciones sexuales con tu hermano. — Le contestó Melissa seria. 

Sarahí sonrió, frotando el cabello de Melissa y dejándoselo desordenado. Melissa protestó, peinando con sus dedos su cabello, cuando vieron a la señora Clara que llevaba una bandeja con membrillo de manzana y unas rodajas de pan. 

— Señora Clara, ¿la puedo ayudar? — Se ofreció Melissa. — Me haría sentir bien si aceptaras mi ayuda. 

Clara, que todavía se hacía pasar por una mujer interesante y seria, le entregó la bandeja. 

— Ten cuidado, no vayas a tirar el membrillo de manzana que mi niño Javier preparó para la familia la semana pasada. — Habló Clara, colocándose el cabello bien. 

— ¿Javier ha preparado él mismo membrillo de manzana? — Se sorprendió Melissa, mirando el aspecto del membrillo y recordando que hacía más de una semana su madre le regaló a Javier una cesta con manzanas de sus campos. — Lo llevaré al salón. 

Sarahí asintió a su amiga y mirando a su madre la vio suspirar agotada de comportarse cómo no era. 

— Mamá, deja de actuar de lo que no eres. — Le habló Sarahí, caminando hacia el salón. — Melissa no es de esas chicas que se fija y le da valor a la clase de persona que eres. 

Sarahí y su esposo Reyes conocían perfectamente a los padres y a la hermana de Melissa, ellos eran una familia muy normal.

— Solo quiero que tenga una buena impresión de nosotros y así que mire a tu hermano por algo más que por ese contrato. 

— Ellos ya se miran sin darse cuenta de otra manera. — Pronunció Sarahí, entrando al salón con su madre. — Para que eso pase deja de actuar así y compórtate tal y cómo eres delante de Melissa.

Sarahí miró entonces a su hermano Javier y a Melissa que comían del dulce de membrillo.

Esa tarde, Javier y Melissa salieron a pasear, él quería enseñarle el barrio donde se había criado y jugando con amigos hasta que marchó a estudiar al extrajero con tan solo catorce años. 

La tarde se encontraba soleada y Melissa disfrutaba de los rincones que Javier le mostraba con amor y nostalgia. 

— Gracias. — Dijo Melissa a Javier, que le compró unas golosinas en una tienda del barrio. 

— Espero que con esas golosinas puedan disculpar a mi madre. — Le habló Javier apenado. 

— Mi casa fue un desastre la tarde de ayer. — Respondió Melissa y mordió una de las golosinas. — Pienso que es bueno conocer el entorno donde vamos a criar a nuestro hijo. 

Javier asintió pensativo y cuando quiso tocarle el cabello, Melissa se echó a un lado mirando seria a Javier. 

— ¿Qué pasa? — Le preguntó él. 

— Eso me pregunto yo, tu hermana y tú tenéis la manía de tocar mi cabello. 

— Será porque es agradable. — Javier le pellizcó el moflete mientras ella sonreía. — Eres toda una belleza. Me gustas mucho, Melissa. 

Melissa le metió entonces una golosina en la boca a Javier, pareciéndole demasiado empalagoso. 




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