El nuevo rey

Años después, todos se graduaron… excepto Varnak, quien nunca volvió a aparecer. Pyrothar, aunque en el fondo sentía cierta inquietud, no pensaba demasiado en ello. No podía imaginar lo que habría sido de su antiguo amigo, pero tampoco creía que fuera relevante para su futuro.

Inspirado por el deseo de proteger a otros como lo hizo con Varnak años atrás, decidió convertirse en soldado. Por su parte, Feyron eligió otro camino: estudió para ser abogado y lo logró con éxito. El tiempo pasó, y Pyrothar no dejó de entrenar. Su control sobre el fuego se volvió formidable. Sin embargo, el día de su prueba final como soldado, falló. Estaba nervioso, y eso lo hizo perder el control. Le informaron que tendría una última oportunidad al día siguiente. Solo una.

Camino a casa, con la cabeza baja, se topó con un hombre encapuchado. Cuando este se quitó la capucha, Pyrothar sintió un vuelco en el corazón. Era Varnak. Sonrió y lloró, conmovido por el reencuentro. Pero Varnak no compartía su emoción.

—No llores ahora —dijo con voz fría—. No hiciste nada por salvarme cuando más lo necesitaba.

Entonces sacó una navaja. Pyrothar entendió de inmediato que no había venido en son de paz. Se negó a pelear, retrocedió, pero Varnak, apretando la navaja con rabia, levantó el brazo... En ese instante, una alcantarilla bajo sus pies estalló, lanzándolo por los aires. Un ataque de agua lo derribó.

Una madre agua había intervenido. Se acercó a Pyrothar y le preguntó si conocía al chico. Pero él, hipnotizado por su belleza, apenas pudo tartamudear. Ella se presentó como Aquia, y le ofreció cenar con ella esa noche. Pyrothar aceptó sin dudarlo.

Durante la cena, Aquia le dio consejos para su prueba final: “No pienses en nada. Sólo haz lo que sabes hacer. Deja que tu fuego hable por ti.”

Y así fue. Al día siguiente, Pyrothar dio todo de sí, con la mente en blanco y el corazón firme. Y pasó la prueba.

Los años continuaron su curso. Pyrothar y Aquia se volvieron pareja, y él fue ascendiendo hasta convertirse en general. Para celebrar su ascenso, organizó una cena con ella. Pero, camino a casa, volvió a aparecer Varnak, buscando venganza una vez más.

Pyrothar ya no se sorprendía. No era la primera vez que Varnak lo confrontaba; desde antes de ser general, había intentado atacarlo decenas de veces. Siempre salía humillado. Esta vez, Pyrothar ni siquiera dijo una palabra. Bastó una sola llama bien dirigida para derribarlo. Lo había intentado todo para razonar con él, pero Varnak seguía viendo todo como una traición imperdonable. Así que dejó de intentarlo.

Aquella noche, durante la cena con Aquia, vieron juntos las noticias. Un presentador anunciaba con solemnidad que había surgido un nuevo Rey Elemental, el cual se uniría a los otros tres. Pero entonces, todo dio un giro alarmante: el anillo de la Tierra había sido robado.

Cada elemento tenía un santuario secreto donde se guardaba su respectivo anillo. El del fuego era una excepción: nadie sabía dónde estaba, y su ubicación se había perdido en el tiempo. Que el anillo de la Tierra hubiese sido robado era un escándalo sin precedentes. Quien lo tuviera podía volverse extremadamente poderoso.

La leyenda hablaba de un anillo oscuro, considerado solo un mito. Decía que si alguien lograba reunir los cinco anillos —tierra, fuego, agua, aire y sombra— y tenía la fuerza, la resistencia y la voluntad suficiente para portarlos todos al mismo tiempo, podría pedir un deseo. Muchos se reían de eso… pero también sabían que en parte tenía sentido.

Algunos empezaron a creer que alguien había tenido el anillo de fuego todo este tiempo, en secreto. Y que ahora había comenzado a buscar los otros. El robo del anillo de la Tierra no podía ser casualidad. Las alarmas se encendieron.

Desde entonces, los santuarios comenzaron a reforzar su seguridad como nunca antes. La paz estaba por terminar.