Y todo comenzó con un trato

Capítulo 1

La propuesta

Grecia

Observo mi reflejo y sonrío, mi rubio cabello se encuentra suelto en pequeñas ondas, mi rostro está maquillado naturalmente y mi vestimenta es simple, pero elegante. He tratado de ponerme algo no muy formal, pero mi armario está invadido de ropa para el trabajo. Un vestido ajustado a mi cuerpo color negro, el collar que me regaló mi padre, un abrigo rosa palo y unos tacones del mismo color.

Salgo de la enorme casa y veo a Andrea recostado en su auto, vestía un traje negro con una camisa blanca y una corbata roja, sus ojos cubiertos por esas gafas que impedían apreciar sus hermosos ojos cafés y esa sonrisa que me transmitía paz. Me acerco a él y me atrae hacia su cuerpo. Une nuestros labios y siento como todo a nuestro alrededor deja de existir. Nos separamos lentamente, abre la puerta del coche, entro y posteriormente él hace lo mismo.

—¿A dónde vamos?— cuestiono.

—Es una sorpresa— responde centrado en la carretera y sonrío.

Luego de unos minutos estaciona frente a uno de mis restaurantes favoritos. Baja del auto y abre la puerta, tiende su mano y la tomo.

—Gracias— digo.

Entrelazamos nuestras manos y caminamos hacia la entrada. Un camarero nos lleva hasta nuestra mesa reservada y tomamos asiento. El restaurante estaba completamente lleno, las fiestas navideñas se acercaban, así que la gente salía a disfrutar.

—He ordenado tu comida favorita— dice Andrea.

—Gracias— respondo.

Nos traen nuestra comida y escucho un llanto, giro mi cuerpo y en la mesa de al lado se encontraba un hombre pidiéndole matrimonio a su pareja. Sonrío ante esa imagen y regreso mi mirada a mi novio, tenía el ceño fruncido y tomaba agua.

—¿Qué pasó?— cuestiono.

—El agua está muy fría— responde.

 

Andrea

Había reservado esta cena desde hace un mes, quería el restaurante para nosotros dos, pero sí lo hacía sería hasta mediados de enero y no podía esperar más, así que tomé esté día. Todo estaba perfectamente planeado, pero a ese hombre se le ocurrió la misma idea que a mí.

 

Dos días después.

Finalmente Grecia tiene un espacio libre en su agenda, así que he planeado otra propuesta. Manejo hasta su oficina y estaciono frente a ésta. Bajo del auto, saludo a las recepcionistas y tomo el ascensor, aprieto el botón del piso correspondiente y cuando llega, bajo. Su secretaria anuncia mi llegada y entro.

Detengo mis pasos cuando la observo de pies a cabeza, realmente soy afortunado de que sea mi novia. Camino hasta ella lentamente y tomo sus mejillas entre mis manos, acerco mi rostro al suyo, mezclando nuestros alientos. Uno nuestros labios en un movimiento lento.

Pasa sus manos por mi cuello acercándome a ella. Coloco mi mano en su cintura y la atraigo aún más a mi cuerpo. Entonces, abren la puerta.

—Lo siento— escucho la voz de la asistente de Grecia y me separo inmediatamente.

Siento mis mejillas calentándose mientras Grecia ríe a carcajadas. La observo y no puedo evitar reír con ella. Realmente deseaba escuchar su risa cada día del resto de mi vida. Ese dulce sonido hacía que mi corazón latiera.

—Lo bueno es que no ha sido mi padre— dice y paro de reír. —¿En serio le tienes miedo?— cuestiona divertida.

—Eres su bebé, sería capaz de matarme— no quiero ni imaginar lo que pasará cuando nos casemos.

—Vamos, antes de que sucedan más cosas— toma su abrigo y su bolso, entrelaza su mano con la mía y salimos de allí.

Las miradas se centran en nosotros, pero ya he logrado acostumbrarme. No me importa si la gente nos observa, mientras ella esté a mi lado. Mientras su mano me sujete con fuerza, no importa nada más. Subimos al auto y comienzo a manejar hasta nuestro destino. Estaciono y caminamos hasta el lago. Era bastante largo, pero no muy profundo. Montamos el bote y el sol comienza a bajar.

Remamos unos metros y observamos el atardecer. Grecia se pone de pie e intenta mantener el equilibrio. Intento hacer lo mismo que ella, pero al ponerme de pie, el bote comienza a balancearse y caemos al agua. Salgo a la superficie y respiro profundamente.

—Eso fue genial— dice Grecia riendo.

Y otra vez no pude proponerle.

 

Dos días después.

He comprado dos boletos para viajar a Reino Unido, Grecia ama mucho ese país y sería un buen lugar para la propuesta. Así que he llamado a su asistente para que libere su agenda durante esta semana, justo antes de las vacaciones por navidad. Marco el número de Marianne, la madre de mi novia.

—¿Andrea? ¿Pasó algo?— cuestiona.

—Señora Scott, quiero pedirle un favor— respondo.

—Claro, puedes pedirme lo que quieras— contesta.

—Llevaré a Grecia a Reino Unido, ¿podría preparar una maleta para el viaje? Quiero que sea una sorpresa— digo.




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