La decoración y Noche buena
Grecia
Observo el reloj y ya son las 8, vimos casi dos capítulos del drama y realmente me ha gustado. Bajamos las escaleras y escucho el timbre sonar. Camino hasta la puerta y la abro, observo los ojos cafés de mi prometido y lo abrazo. Sus manos me rodean y respiro su aroma. Escucho unos pasos detrás de mí y me separo de él.
—Tengo que irme, gracias por todo lo de hoy— dice sonriendo Émile.
—Nos vemos luego. Espero que todo salga bien— asiente y sale de la casa.
Mis padres regresan a la sala de estar con una bandeja llena de galletas decoradas navideñamente. Nick, Andrea y papá van por el árbol mientras mamá y yo subimos por los adornos. Bajamos las escaleras con las cajas que contenían series de foquitos, esferas y colgantes.
El árbol era enorme y llegaba casi hasta el techo del segundo piso. Comenzamos a decorar la parte de abajo y Andrea sube a una escalera. Le paso los adornos y él los va acomodando. Ponemos los foquitos y finalmente le paso la estrella. Sonrío y le ayudo a bajar.
—Luce perfecto— digo.
Tomamos una de las galletas y comenzamos a comerla. Sentir el sabor dulce en mi boca y ver el árbol me hace realmente feliz. Acomodamos más series en la chimenea y en unas repisas, cuando terminamos nos sentamos en el sofá, mi prometido me rodea con su brazo y me atrae hacia él. Siento el calor que me transmite su cuerpo y pongo mi cabeza en su pecho. Andrea comienza a acariciar mi rubio cabello y alzo mi mirada. Observo el rostro de Williams y mi corazón late rápidamente.
—8 de julio— susurro.
—¿Qué pasa ese día?— cuestiona.
—Casémonos el 8 de julio— respondo y una sonrisa se expande por su cara.
Baja la mirada y nuestros ojos se conectan, mantenemos nuestras miradas fijas y me pierdo en ese brillo café. Acerco mis labios a su barbilla y la beso. Paso mis manos por su cuello y las suyas me abrazan mi cintura. Me impulsa hasta quedar cara a cara y atraigo sus labios a los míos. Me acerco a él, como si fuese mi fuente de vida. Nos separamos un momento, respiramos y volvemos a unir nuestros labios, que se movían al mismo ritmo. Sus brazos me atraen con fuerza a él y mi corazón incrementa su velocidad. Nos separamos lentamente con nuestras respiraciones entrecortadas. Sus mejillas están cubiertas por un tono rosa y sonrío. Quita sus manos de mi cintura y me alejo un poco de él.
—Creo que lo mejor es que vaya a casa— dice con la voz un poco ronca.
—Nos vemos mañana— respondo.
Ambos nos ponemos de pie, acomoda su camisa y lo acompaño a la puerta. Gira su cuerpo y sonríe tímidamente. Alzó mis tobillos y beso su mejilla. Nos despedimos y subo a mi habitación, me acuesto en mi cama y observo el techo, el ritmo de mis latidos aún no volvía a la normalidad y la sangre sube a mis mejillas.
Noche buena
Finalmente había llegado el día. Termino de envolver los regalos y bajo a la sala de estar con los de mis padres y Andrea. Pasaríamos Noche buena con mi familia y Navidad con la suya. Los coloco debajo del árbol y regreso a mi cuarto. Entro a mi baño y me desvisto.
Entro a la ducha y abro las llaves, siento el agua cayendo por mi cuerpo y suspiro. Cuando termino de bañarme, regreso a mi habitación, seco mi cabello e hidrato mi piel. Me maquillo naturalmente y me pongo mi ropa que consistía en un vestido de tirantes color negro que llegaba arriba de mi rodilla, ajustado a mi cuerpo. Arriba de él me pongo otro del mismo color, pero la tela era transparente y tenía diseños de estrellas y lunas doradas, con cuello alto y manga larga, llegaba a unos 15 centímetros de mis tobillos. Lo combino con unas zapatillas de tacón ancho de un color gris brillante. Peino mi cabello en ondas y me coloco dos broches para impedir que éste cubra mi rostro. Veo en mi teléfono la hora y faltan 10 minutos para que llegue Andrea. Un nuevo mensaje llega y lo leo.
Émile:
Estoy muy nervioso, dime que no he exagerado y el lugar luce bonito.
Observo la imagen. Mostraba la terraza de su apartamento con luces navideñas y pétalos de rosas. Al centro estaba una manta con la comida servida y dos copas de vino tinto. En el perímetro del área había cientos de velas encendidas que daban un toque precioso bajo la luz del cielo nocturno.
Es hermoso. A Étienne le encantará.
Escucho el timbre y salgo de mi habitación. Mientras bajo las escaleras, Andrea entra por la puerta y nuestros ojos se encuentran. Camino hasta estar frente a él y sonrío. Vestía un esmoquin negro con una camisa blanca y una corbata azul.
—Hay ocasiones en las que pienso que te amo demasiado, pero después apareces, observo tus hermosos ojos y tu sonrisa, y me doy cuenta de que aún puedo amarte más— veo sus mejillas sonrojadas y mantengo mis ojos fijos en él.
—Cuando me dices cosas así sólo puedo pensar en lo mucho que te amo. Me cuesta tanto estar separada de ti que apenas puedo respirar cuando no estás conmigo y no hay nada más que desee en este momento que pasar el resto de mi vida a tu lado— su mano se coloca en mi mejilla y comienza a acariciarla, por inercia acercamos nuestros labios y los unimos.