Si tuviera que definirme a día de hoy en pocas palabras, sería con estas: bióloga de bota que nunca perdió el amor por las historias, tanto por leerlas como por contarlas.

Y si tuviera que contar mi propia historia de la misma manera que cuento la de mis personajes, sería de la siguiente manera:

Érase una vez una chiquilla que soñaba con escribir. 

Érase una pequeña lectora que un día comenzó a fantasear con sus propios mundos y sus personajes, sus monstruos y sus héroes, sus historias de cuento que empezó a escribir por necesidad, porque sentía que le quemaban por dentro y que tenía que sacarlas fuera.

Érase una soñadora que tenía miedo a que sus sueños, si salían del amparo de las sombras de la noche, que era cuando escribía, se convirtieran en pesadillas que la perseguirían por todos los rincones en los que mirase. 

Érase una vez, una niña que perdió el medio a que los sueños se hicieran realidad, reunió el valor suficiente para enfrentarse a sus propios monstruos, y dejó que el mundo conociera lo que había dentro de ella. 
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