DALIA
Hoy volveré a acompañar a Sean a su trabajo. ¡Esta vez estuve orgullosa de mí misma por estar lista antes que él!
Había tomado un poco más de cuatro intentos para lograrlo, pero ¡Al final pude hacerlo! Bueno, Ian me ayudó un poco, pero yo lo había logrado.
Soltando el tenedor, suelto un gran suspiro. El desayuno está delicioso, pero ya no puedo tragar un bocado más. Mi estómago se remueve de una manera inusual, muerdo mi labio ante la idea de que boten lo que queda de comida. He visto como en el trabajo de Ian lo hacen mucho, no me gustaba, pero como me explicó Ian: estaban obligados a hacer eso, porque, no era higiénico guardar comida de otra persona y mucho menos comerla.
Luego recordé las noches interminables en las que rebuscaba entre la basura, hurgando entre restos de comida y envases sucios. El olor era nauseabundo, pero el hambre era más fuerte. Tal vez sí tenía razón al decir lo de la higiene, pero en ese momento la higiene era un lujo que no podía permitirme. Yo separaba con cuidado los trozos de comida que parecían menos contaminados y los lavaba lo mejor que podía en una fuente pública. A veces, encontraba frutas o verduras olvidadas que, aunque magulladas, eran un tesoro.
Ahora, viviendo con ellos, todo era tan diferente. Hoy me sentía tan sensible. En ocasiones me cuesta creer que viví de esa forma… bueno, sobreviví. Esas experiencias se quedarán para siempre conmigo. Si no hubiera usado la basura de su lugar de trabajo como mi sustento, nunca lo hubiera conocido y yo nunca… estaría aquí. Suspiro tratando de liberarme de este sentimiento.
“¿Estás bien?,” Los ojos preocupados de Ian me hacen volver. Mis mejillas están húmedas y yo ni siquiera recuerdo haber llorado.
Ian está agachado en el suelo, viéndome. Asiento tratando de secar mis mejillas con la manga de mi camiseta. Tomando mis manos, él las regresa a mis piernas.
“¿Qué ocurre, conejita?,” Su pregunta me hace fruncir el ceño. No me ocurre nada.
“Nada,” Susurro sin mucha fuerza. De verdad no pasa nada, eso creo.
“Si estás llorando, no puede ser nada,” Él replica secando mis mejillas con su pulgar. “Conejita, me preocupo por ti, me gustaría saber lo que hizo a tus ojitos llorar,”
Mi estómago da un giro al verlo así, yo también me preocupo por él y no quiero que se preocupe por mí, porque eso me hace preocuparme por él y nunca tendría fin nuestra preocupación. “Solo estaba pensando,”
“¿Me quieres contar acerca de eso?,” Su pregunta me hace querer llorar, pero creo que logro retener las lágrimas un poco. Su cara llena de preocupación me hace sentir mal.
“Cuando dijiste que, hm, no era higiénico comer comida de otras personas,” Comienzo y él asiente prestándome atención. “Me sentí mal porque yo hacía eso… y luego quise nunca haberlo hecho, pero recordé que sí no hubiera llegado a la basura de donde estabas… yo nunca te hubiera conocido. Así que ya no quiero nunca haberlo hecho,” Termino mi explicación cuando me doy cuenta de que ahora es él quien tiene rastros de lágrimas en sus mejillas. ¿Lo que dije es tan malo?
Sorbiéndose la nariz me ve con una sonrisa: “Estoy tan feliz de que me hayas encontrado,” Declaró secándose las mejillas.
“Tú me encontraste,” Corregí.
“Hm… pero tú llegaste primero a donde me encontraba yo,” Replicó colocando mis manos sobre sus hombros, acercándose a mí, me abrazó. Pensé que la conversación había terminado con el abrazo, pero él continuó hablando. “De cualquier forma, nunca volverás a hurgar en la basura,” Ahora soy yo quien se absorbe.
Las pisadas desde la escalera me hicieron consciente de la llegada inminente de Sean. No me diría nada por haber hecho llorar a su pareja… ¿Verdad?. Hasta entonces solo me han visto llorando a mí… aunque eso me avergonzaba un poco, no era algo que pudiera controlar mucho, como cuando me despierto mojada.
“Buenos días,” Su voz alegre llena la habitación, su perfume me gusta, huele genial. Tan rápido como saludó, se quedó callado mirándonos a ambos.
“¿Qué pasa?” Preguntó confundido y preocupado. Creo que yo también lo estaría si llegase a parecer y me los encuentro a ambos con marcas de lágrimas, como teníamos Ian y yo en este momento.
“Nada,” Suelta Ian haciéndome reír. ¡Yo acabo de decir eso hace minutos! Sean me ve a mí, y luego ve a Ian sin comprender todavía.
“Solo estamos sentimentales,” Ian responde como si no fuera algo de que preocuparse, en realidad no era nada de que preocuparse, al menos no ya.
“Mm…” Responde un poco… tieso. “Bueno, a los dos igual los amo llorosos y sentimentales,” Admite con media sonrisa acercándose a Ian.
“¿Y con mocos?,” Pregunto adsorbiendo los míos, mientras ambos se separan.
“Sobre todo con mocos,” Afirmó con una sonrisa completa.
Su respuesta me hace hacer una cara de asco genuina. Ambos ríen y yo les sigo.
Con una chaqueta muy suave y caliente, salimos de casa con dirección al trabajo de Sean. Al llegar y antes de entrar al gran salón donde me llevó la primera vez, pasamos por el baño.
Al salir él estaba en el mismo lugar esperando por mí, agradecí en silencio ese gesto, definitivamente no quería volver a perderme.
Antes de subir las gradas para llegar al lugar donde solía sentarme, me entregó la libreta junto a los marcadores y colores que usaba para entretenerme durante toda su clase. En un comienzo quería prestar atención a lo que decía, pero poco más de cinco minutos bastaron para que me empezara a doler la cabeza, no entendía mucho… bueno, casi nada, era como sí el fuera capaz de hablar un idioma diferente al mío. Pero aun así me gustaba mucho venir con él a su trabajo.
En ocasiones el sitio se llenaba de muchas personas, otras veces no había tantas. Hoy muchas cabezas estaban dispersas, por suerte mi lugar estaba libre y mi alrededor también un poco.
Escuchando su voz de fondo, comencé a garabatear en mi libreta. No sé cuanto tiempo había pasado cuando alguien empezó a hablar cerca de mí.