Capítulo 17. La Convención Nacional

Un día, cuando estaba en orden cerrado, mi sargento Tiana me ordena ir con el comandante Gómez al interior del cuartel, no sabía de qué se trataba, tuve nervios, me pregunté: «¿es un ascenso? ¿Un regaño? ¿O me invitarán a la Convención Nacional?» Pues todos hablaban en el receso de dichas competencias en Toluca.

Me presenté de forma inmediata y pregunté por el comandante, había llegado al sitio correcto. Me preguntó mi antigüedad, grado, promedio en la universidad y preparatoria, disponibilidad y gusto por la ideología, oratoria y declamación. Respondí acertadamente rápidamente, sin dudarlo, estaba muy ilusionada. ¿Acaso yo competiría con otras zonas del país? Me dio un cuento para narrar y declamar. Todo concluyó con que el día siguiente me avisaría si era apta. Tenía una autoestima detestable, no quería darme falsas ilusiones, así que me recalqué que no sería escogida. Los nervios durante la tarde y noche de ese sábado no me dejaban vivir en paz, la misma cuestión vagaba por mis pensamientos.

Llegó el gran domingo, si nadie me decía algo, significaba que no fui elegida. Pasaban las horas en instrucción, hicimos acondicionamiento físico de pierna y recorrimos dos veces la pista campo traviesa. Y nada, un eco de dolor y angustia me invadía. Hasta que el oficial López, encargado de la zona se acerca a mí, me llama por mi apellido paterno y me invita a buscar al comandante Gómez. Estaban reunidos varios compañeros, entre ellos la recluta Nadia y la nueva compañera. Fuimos seleccionadas, solo hacía falta que nosotros aceptáramos los gastos que requerían el viaje a la ciudad de Toluca. Yo acepté, estaba dispuesta a convencer a mis padres. La emoción de la sabiduría era grata. No podía creerlo, era como vivir un sueño.

Pasaron las semanas, mi salud respiratoria empeoró y por desgracia lo dejé todo, sí, dejé lo que significó todo para mí en algún momento.